El proceso de división del peronismo (kirchneristas-antikirchneristas) que estalló en el Congreso por el conflicto con el campo, se trasladó ayer al ámbito del sindicalismo. De ahora en más habrá una CGT oficialista, conducida por Hugo Moyano y otra paralela y anti-K, comandada por Luis Barrionuevo.
El titular del gremio de los gastronómicos lanzó ayer su propia "CGT Azul y Blanca", que cuenta con respaldo de Eduardo Duhalde.
Barrionuevo hizo el anuncio tras denunciar que no había garantías para participar en las elecciones por la renovación de las autoridades de la Confederación General de Trabajadores (CGT), que conduce y conducirá por cuatro años más, el camionero Hugo Moyano, un aliado del matrimonio Kirchner.
De ahora en más los trabajadores deberán definir donde se nuclean. Si en una CGT kirchnerista o en otra paralela y antikirchnerista. Y si se tienen en cuenta los penosos antecedentes de ambos sectores (traslado de los restos de Perón a San Vicente, piquetes frente a cadenas comerciales, utilización de barrabravas de Independiente y Chacarita para copar actos o elecciones) el panorama que es tranquilizador.
Las negociaciones para alcanzar una lista única entre ambos sectores sindicales fracasaron ayer al mediodía, a pocos minutos de que comienzo el congreso electoral de la CGT en el estadio de Obras Sanitarias. "No lo dejaban participar de la junta electoral y de las comisiones en el congreso", aseguraron fuentes cercanas al gastronómico Barrionuevo.
La ruptura desencadenó la creación de la nueva CGT, que Barrionuevo y sus 60 gremios aliados presentaron, cerca de las 16, en la sede de la Unión de Trabajadores del Turismo Hoteleros Gastronómicos (UTGRA) de esta capital.
"A mí no me gustaría ser secretario de la CGT si los funcionarios de turno me tienen que elegir. A mí me eligen los trabajadores", dijo el líder gastronómico, en referencia a la cercanía de Moyano con el matrimonio Kirchner y el ministro de Planificación Julio de Vido.
A su vez, le pidió a la presidenta Cristina Fernández que no les hiciera caso a esos "zánganos que tiene a su lado y que no la dejan gobernar".
Y añadió: "Le pediremos a la presidenta un salario un salario mínimo de 1.500 pesos, que es lo que vale la canasta para salir de la pobreza".
En simultáneo, en el congreso en Obras, Hugo Moyano era declarado nuevo secretario general de la CGT, sin listas opositoras. Según el camionero, el "sistema electoral siguió todos los parámetros del estatuto" y a partir de ahora, aseguró que buscará la unidad de los trabajadores, tal como el mítico líder metalúrgico Lorenzo Miguel le habría enseñado: "La unidad puede venir antes o después de una elección. Y eso es lo que vamos a buscar".
Una historia de fracturas
La división del sindicalismo peronista reconoce antecedentes que se remontan hacia los años posteriores al golpe de Estado de 1955.
En 1994, Hugo Moyano y una veintena de sindicatos, algunos de ellos de importancia como los colectiveros de la UTA, formaron el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA), que expresaba la parte sindical antimenemista.
En la vereda de enfrente se encontraba Rodolfo Daer, líder del Sindicato de la Alimentación y secretario de la CGT, que era la cara sindical oficial y menemista, aunque ayer esta entidad respaldó a Moyano.
En los noventas menemistas también habría de registrarse otra secesión: la Asociación de Trabajadores del Estado y los maestros de CTERA, entre otros sindicatos, conformarían luego la Central de Trabajadores Argentinos (CTA).
Las recurrentes particiones no fueron una práctica privativa del gremialismo peronista, porque el movimiento obrero anterior a la emergencia de esa fuerza política también padeció fracturas irreconciliables. Aquí entran la Fora (anarquista) y la Unión General de Trabajadores (UTG), de tendencia socialista, entidades que hegemonizaron el sindicalismo argentino en la etapa anterior al peronismo y que tenía grandes diferencias ideológicas.
(DyN/Redacción Central)