NEUQUÉN (AN).- El pelo liso, los ojos medio achinados, rasgos gruesos, el modo de hablar pausado y reflexivo delatan que la genética no se equivocó con Roberto Chavero, alias "Coya", el hijo menor de uno de los cultores del arte popular más importante, Atahualpa Yupanqui. Aunque tiene los ojos claros, heredados probablemente de su madre franco-canadiense, Nenette.
El responsable de la Fundación Atahualpa Yupanqui traza sus vivencias. Se refiere a su traslado y residencia en Cerro Colorado para trabajar en el campo; su formación bilingüe en un colegio francés; la reedición de varios libros de "Don Ata" y la edición de sus memorias; las horas dedicadas a la lectura de los clásicos de la literatura francesa, latinoamericana, rusa y, en especial, "Cartas a un joven poeta" de Rainer María Rilke, que el "Tata" consideraba fundamental en la formación de cualquier persona.
Chavero no tiene resentimiento por su infancia pobre, ni cree que la pobreza sea un impedimento para la lectura de los buenos libros. Considera, como su padre, que el problema es ser ignorante o mala persona. "Eramos pobres con libros" dijo Atahualpa en el '83 frente a las cámaras de la televisión alemana, y la frase golpeó fuerte transformándose en un mensaje claro para su hijo. Se convirtió, de hecho, en el motor de una charla que lo lleva hoy entre los guardapolvos de Neuquén, Plottier y Centenario, de la mano del Plan Nacional de Lectura.
Porque Chavero le habla a los chicos de la vida y obra de su padre, y canta algunas de sus coplas, pero también se refiere a la lectura en contextos de pobreza. Ya en esta ciudad, dejando atrás La Pampa, se toma un respiro y da una entrevista a esta cronista.
El "Coya" habla desde su experiencia y su manera de vivir. Y no elude una apreciación acerca de lo que le pasa a los chicos. "Les gusta poder expresar lo que quieren decir, pero lo importante es que lo puedan hacerlo con belleza", dijo. Ahonda también en la obra de "Don Ata", pero se guarda -seguramente- puertas adentro muchas intimidades familiares. Porque como se sabe, Atahualpa nunca tuvo afecto al mundo del espectáculo y tenía una vida muy suya, muy privada, y prefirió siempre "ahondar para adentro".
"De mi padre destaco que nació en un lugar humilde. Que trabajó, fue famoso y ganó dinero, pero que todo ese dinero siempre lo invirtió en mantener la familia, no lo usó en acumular riquezas ni bienes, salvo en discos, libros y viajes para conocer determinadas lugares y gente. Una vez estaba en Madrid y escuchó hablar de un gitano que era un improvisador y se viajó hasta Toledo para conocerlo. En eso destinaba su dinero".
- ¿Iba en busca de...?
- Sí, y cuando le tocó viajar al extranjero cantó las cosa nuestras, nuestra realidad de país, de comunidades, de personas, de paisajes, y lo hizo en nuestro idioma. Nunca usó otra cosa más que una guitarra criolla y con esa forma de desarrollar su arte fue reconocido en todo el mundo como un pensador original. Justamente como un pensador.
- Nunca quiso tocar en El Colón y el Luna Park...
- No, nunca. El decía que su guitarra no era digna. Algo que le escuché a mi padre fue que hay que luchar mucho con la vanidad, el egocentrismo, la soberbia. Él lo planteaba con sus 80 años, "si supieran cuánto tengo que luchar con estas cosas para no caer en la soberbia", decía él. Y después comprendí su enojo al leer a José Martí y Ralph Emerson, porque él decía que el enojo tenía que ver con la sinceridad.
Con poco esfuerzo de la memoria -se nota que los recuerdos están a flor de piel- Chavero dijo muchas más cosas de Atahualpa. Dos para destacar: "Tenía la virtud de estar presente en el aquí y ahora" y "Yupanqui te sirve para la vida cotidiana porque su obra te para frente a la existencia desde otro lugar".
"Don Ata" fue, sin duda, un hombre sabio, ahí está su poesía y música para probarlo. Un símbolo como poeta, guitarrista, compositor e intérprete del hombre de la tierra, y hasta de la misma tierra. Por eso, a cien años de su nacimiento, su obra sigue tan vigente. Ya lo había advertido él en "El payador perseguido": "Aunque me quiten la vida/ o engrillen mi libertad/¡Y aunque chamusquen quizás/ mi guitarra en los fogones/ han de vivir mis canciones/ en l'alma de los demás!".