La Argentina no es el único país en el que un panorama económico al parecer risueño se haya visto reemplazado por otro que es decididamente menos atractivo. En América del Norte y Europa occidental se teme que el aumento impresionante del precio del crudo, combinado con una crisis financiera que en los meses próximos podría hundir a algunas empresas internacionales emblemáticas, signifique el comienzo de una etapa prolongada de "estanflación" equiparable con la que se dio después del primer choque petrolero de más de treinta años atrás. En el mercado bursátil de Nueva York, el desconcierto provocado por las malas noticias ha creado un clima de pesimismo que afecta a todos los inversores, causando más bajas, y los esfuerzos fiscales por estimular la economía norteamericana a fin de impedir que caiga en recesión han contribuido a despertar el espectro de la inflación. Algo similar está sucediendo en Europa, donde el ciclo económico está retrasado en relación con el norteamericano. En algunos países, el estallido de una burbuja inmobiliaria equiparable con la que tantos dolores de cabeza está ocasionando en Estados Unidos ha frenado el crecimiento y en la zona del euro la inflación ya alcanza el 4% anual, un nivel que aquí sería tomado por más que satisfactorio, pero que en los países desarrollados es considerado apenas tolerable. Puesto que a pesar de la importancia creciente de China y otros países asiáticos, América del Norte, Europa y el Japón aún constituyen la mitad de la economía mundial, las dificultades que están experimentando no pueden sino perjudicar a los demás que dependen en buena medida de la voluntad de los consumidores de las naciones más ricas de seguir comprando todo cuanto se les antoje.
Si sólo se tratara de una desaceleración coyuntural atribuible a un aumento pasajero del precio del crudo, que últimamente ha superado "la barrera" de 140 dólares por barril, es decir, 40 dólares más que a inicios del año, la recuperación sería rápida, pero de confirmarse los temores de quienes sospechan que Estados Unidos se verá obligado a sufrir un ajuste drástico para eliminar las distorsiones ocasionadas por años de vivir por encima de sus medios reales, el mundo entero estaría entrando en un período peligroso. Mientras que en los países más pobres el aumento espectacular de los precios de los alimentos y los combustibles ha significado una reducción catastrófica de los ingresos de millones de personas que ya apenas pueden nutrirse, en los del Primer Mundo los golpeados por la crisis están comenzando a reaccionar imputando sus penurias a los inmigrantes de origen tercermundista. No es una casualidad que los brotes más alarmantes de xenofobia se hayan producido precisamente en Italia, por ser cuestión de un país cuya economía está en graves apuros desde hace varios años. En el caso de que se frenen abruptamente las economías de otros países europeos, el mismo fenómeno podría repetirse a lo ancho y lo largo del continente.
A menos que se produzca una crisis tan grave que los precios de nuestras exportaciones caigan a los niveles de la segunda mitad de los años noventa, la Argentina debería estar en condiciones de continuar creciendo a un buen ritmo por mucho tiempo más, ya que su situación se asemeja a la de los países petroleros que se han visto beneficiados por el aumento vertiginoso del valor de su producto principal, cuando no único. Sin embargo, a juzgar por su forma sui géneris de manejar la economía, subordinando todo a sus prejuicios personales, el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su marido podría ingeniárselas para asegurar que nos encontremos entre los perdedores de los años difíciles que ya han comenzado. He aquí otro motivo para esperar que el Congreso Nacional se ponga a la altura de sus responsabilidades para informarles a los Kirchner que su poder tiene límites y que, les guste o no, en adelante tendrán que subordinar sus propios intereses a los del conjunto. De lo contrario, la grave crisis resultante coincidirá con una económica y política internacional que nos privará de la ayuda imprescindible de aquel viento de cola que hizo posible una recuperación macroeconómica tan poderosa que sorprendió incluso a quienes se ufanan de ser sus artífices.