CLEMENTE ONELLI/ ANECÓN GRANDE (Enviado especial)- Lejos de la frivolidad, del lujo y de las tentaciones que tienen los grandes centros poblados, muchos rionegrinos, a su modo, viven una vida distinta donde las carencias son tantas que ni siquiera se pueden contar con los dedos de las manos.
Están sumergidos en el olvido y la desolación en lugares inhóspitos a los que es muy difícil acceder durante esta época. Viven en un mundo diferente al del común de la gente, pero no son menos felices, a pesar de las necesidades. Esas que con el frío y la falta de asistencia del Estado se incrementan hasta convertirse en una dura prueba de supervivencia para quienes las padecen.
Muchas familias de Clemente Onelli y de parajes cercanos lo padecen cada día. La pequeña aldea está ubicada a unos 50 kilómetros al oeste de Jacobacci y a más de 1000 sobre el nivel del mar, en uno de los lugares más fríos de país. Aquí, la pobreza y el olvido de un Estado ausente se
ven reflejados en la mayoría de las 40 familias que habitan el paraje. Por estos días la única escuela está de vacaciones. Entonces 17 chicos y 11 adultos concurren al comedor de la comisión de Fomento. Hace dos años el gobierno decidió llevar al paraje el gas natural. Sin embargo solo 19 familias cuentan con este servicio. Otros pobladores, ni siquiera tienen luz eléctrica o agua potable.
"Si se consigue algún trabajo comemos, sino no. Si hay leña o bosta de animales encendemos la cocina, si no tenemos que aguantar el frío. No hay otra. Estamos a la buena de Dios" señala Nélida Ñancucheo, mamá de Dalma (7 años), Emanuel (5) y Juan (3). Su esposo tiene algunos trabajos temporarios en campos cercanos. Su precaria vivienda construida en adobe, barro y techo de cartón está ubicada a escasos 50 metros de donde pasa la luz y el gas.
En lo que va del invierno solo recibió tres tambores de leña del Plan Calor, pero la crudeza del invierno hizo que se consumieran rápidamente. Durante el ciclo lectivo sus hijos comen en la escuela y el director le da comida para que también ella pueda hacerlo en su casa.
"El que puede se va de Onelli porque no hay trabajo y estamos desamparados. .. Hay personas que no tienen para comer y pasan mucho frío. Está el vagón de la leña del Plan Calor desde hace dos meses cerrado y la gente no tiene para calefaccionarse. Acá no viene nadie, ni se preocupan por Onelli" afirma Elías Chaina, mientras desde el interior de su vivienda mira por la ventana hacia la estación de ferrocarril y señala al único vagón que está sobre las vías.
Unos 35 kilómetros al sur y casi 700 metros más arriba de Clemente Onelli, la población disminuye, pero las 30 familias que viven dispersas en el paraje Anecón Grande, comparten las mismas penurias. Doña Bernarda Pallalef pasó los 60 años y es una de las tantas personas que viven solas en precarias viviendas perdidas en medio de los cerros. Cría 22 chivas de su propiedad. Por estos días la acompaña su nieto Leopoldo que está de vacaciones. "Con suerte los víveres nos alcanzan hasta agosto y leña ya no tenemos más. Hay que juntar ramitas. Aprovecho ahora que tengo a mi nieto y me ayuda".
Como la mayoría de los habitantes de esta zona doña Bernarda es amable y al terminar cada frase larga una carcajada contagiosa. Es que a pesar de las carencias y el olvido, es gente que a su modo -acostumbrada y consciente de lo que le falta- no es menos feliz que alguien que lo tiene todo. Porque para ellos la felicidad no tiene que ver con lo material, sino con estar en paz y mantener las esperanzas de que algún día su situación puede cambiar si el Estado se acuerda de ellos.