Las expectativas depositadas por la sociedad en ese gran ensayo que constituye el gobierno de la coalición municipal, encabezada por Martín Farizano, no se han visto hasta ahora defraudadas. Pero si bien el tiempo transcurrido desde que ese grupo heterogéneo y plural se hizo cargo de la gestión es relativamente breve, tampoco se puede afirmar que hasta el momento hayan sido colmadas.
En más de una oportunidad, durante la campaña y luego del triunfo del 28 de octubre, Farizano señaló que concebía su gobierno como una continuidad de la "gestión exitosa" de Quiroga. Pero, también, como una instancia superadora que haría eje en el pluralismo y la participación.
El nuevo intendente tomó una alegoría de su antecesor -"recibimos un pueblo grande y entregamos una ciudad"- y le añadió su propio desafío: expresar fielmente la creciente complejidad, social, política y económica de la capital.
Señaló inclusive que su "gabinete de coalición", formado por fuerzas tan disímiles como la UCR, el PJ, Une, Libres del Sur y el Frente Grande, era fiel reflejo de esa diversidad. Y rechazó las advertencias acerca de que un equipo tan variopinto corría el riesgo de naufragar en un mar de contradicciones.
Aunque sólo han pasado siete meses de aquellas reflexiones, la pregunta que hoy está flotando es en qué medida se comienzan a verificar esos supuestos y en qué proporción la realidad tiende a imponerse sobre las buenas intenciones.
Desde la perspectiva de la oposición, todavía no es tiempo para criticar la gestión de Farizano. Sin embargo, en el MPN observan que ya se pueden apreciar señales de que el actual gobierno "se ocupa mucho de la periferia, pero no tiene demasiado en cuenta el centro", un sector de la ciudad que no sólo contribuyó a dar el triunfo a Farizano sino que además tiene un peso decisivo a la hora de formar opinión.
"Hace falta más asfalto, servicios y áreas verdes. El centro estaba más contento con Quiroga", deslizan cerca de José Brillo, el ex candidato del MPN. Y le achacan a Farizano cierta tendencia al "desorden" y la "inacción". No obstante, admiten que la nueva administración tropieza con problemas de recursos, porque en todo el país "los presupuestos disminuyen" a raíz de la inflación y los manotazos de los sindicatos.
Lo cierto es que desde que asumió el gobierno municipal ha tenido que lidiar con una serie de conflictos que lo condicionaron, como la toma de tierras en el barrio Limay, la prolongada ocupación del edificio municipal por un grupo de desempleados de la UOCRA y la puja salarial con el gremio. Esta última se llevó un aumento superior al 20%, limitando los recursos disponibles para obras y servicios.
Sobre este aspecto un funcionario muy cercano al intendente confesó que, si bien el panorama financiero heredado es el opuesto al de la pesada carga que recibió la provincia, en los últimos cuatro años los gastos de la comuna se incrementaron más que los ingresos. Al punto que la nueva administración se vio obligada a efectuar ajustes, como la poda en las horas extras y la postergación de algunas obras, con el malestar de los empleados por un lado y de los vecinos por el otro.
No faltan, tampoco, en la oposición y en el gobierno, quienes piensan que más allá del discurso de la participación y la inclusión -que se expresa entre otras cosas en la presencia cultural e institucional en los barrios del oeste- el gobierno municipal no cuenta con un sello distintivo que lo identifique.
Quiroga admitió alguna vez que si no hubiera sido por su primer secretario de Hacienda -Martín Farizano- tal vez nunca habría podido ejecutar la obra que lo consolidó como jefe comunal y le permitió proyectarse a la reelección.
Ahora, cerca de "Pechi" sostienen que, contrariamente a lo que era dable esperar, Farizano privilegia "lo político a la gestión" y subrayan que los intendentes se deben a lo segundo, porque ésa es la vara con la que los miden los vecinos.
Sin embargo, entre los colaboradores de Farizano piensan lo contrario: que su jefe se preocupa demasiado por manejar las finanzas en lugar de convertirse en un gran predicador.
En realidad, por ahora el principal cargo que se puede formular contra esta administración viene por contraste. Quiroga fue "el intendente del pavimento" y aunque hizo otras obras importantes, como el Museo de Bellas Artes y la Terminal, gobernó y será recordado bajo ese signo.
Además de ejercer un gran pragmatismo, que lo llevó a transar con el autoritarismo dilapidador de Sobisch, Quiroga era un gran comunicador de su propia gestión.
Aunque se pulió a su paso por el Deliberante y en la campaña electoral, Farizano tiene un perfil diferente. No lo seduce la exposición pública y, aunque no desdeña actuar como predicador, prefiere administrar y se mueve más cómodo en un segundo plano. Para algunos se trata de una limitación, porque en una ciudad mediana como Neuquén el intendente debe estar, por fuerza, cerca de la gente.
Pero además, a diferencia de su antiguo jefe, quien ejercía un celoso liderazgo personal, Farizano es moderado y conciliador. Antes que brillar en soledad prefiere marchar con el pelotón. De otra forma, no habría sido capaz de juntar a figuras tan distintas como Mansilla de Une y Escobar de Libres del Sur con Marta Buffolo y Néstor Burgos, del quiroguismo; y a Darío Martínez del PJ con Marcelo Bermúdez, de Recrear.
Precisamente, ése es otro aspecto en el que el gobierno no termina de rendir examen. No faltan quienes señalan que el gabinete es una orquesta que desafina y que entre sus integrantes hay quienes buscan espacio a expensas de sus aliados.
Aunque algunas expresiones de esa puja afloran ocasionalmente en la superficie, los vaticinios que daban cuenta de que pronto todo volaría por los aires, no se ven confirmados en la realidad. Por lo pronto, cerca de Farizano aseguran que "es andando el carro como acomodan los melones".
HÉCTOR MAURIÑO
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