El Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, trajo a colación una fábula del escritor uruguayo Eduardo Galeano, para referirse al entrevero del campo que lleva casi 4 meses. Rompecabezas que, según un analista consultado recientemente por los Kirchner, encendió una alerta rojiza: se puede todavía evitar una crisis. Ustedes juegan con "ventaja deportiva", pero si los dólares de la soja no aparecen -avisó al matrimonio empeñado en defender "la mesa de los argentinos"- la economía sufrirá un freno abrupto y no debería descartarse una recesión que podría prolongarse en el tiempo.
Según el relato de ficción que se acomoda sin dificultad con la realidad vernácula, un parroquiano cometió la imprudencia de escuchar lo que se dialogaba en el lugar donde se guisaba la comida.
Un hombre, cuchillo en mano, les decía a varios animalitos: "Los he convocado a esta asamblea para preguntarles con qué salsa quieren ser cocinados". Un temeroso silencio atrapó a todos, menos a una pequeña gallina de aspecto tímido. "Yo no quiero ser cocinada", se atrevió. "Un momento -la abrumó el mandamás del restaurante-, lo único que ustedes pueden elegir es la salsa con la que van a ser cocinados".
En este punto, el pacifista se planteó si tal es el dilema -saber en qué salsa va a ser uno asado- de la mayoría de los argentinos, expuestos una vez más a la fractura social. En esta ocasión por las retenciones móviles a las exportaciones de soja y girasol que con muchas modificaciones ya tienen media sanción de Diputados y aún son resistidas, con menos fuerza que antes, por entidades agropecuarias y productores de provincias como Córdoba, Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires y La Pampa.
Previo al trabajoso trámite en la cámara baja de la polémica resolución 125 enviada por el Poder Ejecutivo, el ex presidente Néstor Kirchner plantó bandera de guerra y desde las organizaciones agrarias (algunas, como Coninagro y Federación Agraria, más permeables a las concesiones que se veían obligados a hacer los diputados oficialistas) respondieron de la misma manera: le reprocharon su "mezquindad" y señalaron que hay quienes evalúan hacer cacerolazos y volver a las rutas.
Hubo algunos legisladores que, sin menospreciar la utilidad de las retenciones móviles como herramienta para redistribuir el ingreso y proteger a los sectores más débiles de la cadena de producción, se inclinaron por un proyecto propio porque les pareció impropio la táctica de "sopapos" implementada por Kirchner para disciplinar al bloque del Frente para la Victoria. Claudio Lozano, Eduardo Macaluse y Carlos Raimundi, emparentados con la FAA, también condenaron las imprudentes manifestaciones de dirigentes políticos y del campo que se pronunciaron por disolver el Congreso si este cuerpo no se comportaba como ellos exigían, en una actitud muy poco democrática.
Abroquelados los contendientes principales, sin poder disimular las grietas internas, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner llamó timberos a los grandes pooles de siembra y en un rapto de cordura instó a no pelearse por "un puñado de dólares". Pero casi en paralelo, en un acto militante en el Mercado Central, el gobernador Daniel Scioli anticipó la táctica de defensa a ultranza de la 125. Y así como Julio De Vido había dicho que no era la hora de los tibios, Scioli embistió contra los que "se hacen los distraídos".
Scioli y Cristina habían sido "escrachados" en algunas visitas al interior de la provincia de Buenos Aires por asambleístas autoconvocados. En las afueras del Congreso fue insultado el diputado santafesino Jorge Obeid, pese a que en el pleito fue uno de los que se opusieron a la intransigencia de Kirchner.
El ex presidente, presentado por Scioli como "el conductor", redobló una y otra vez la apuesta. Denunció que hay grupos que tratan de esmerilar la figura de su esposa para desestabilizarla. Kirchner se disgustó y mucho con el vicepresidente Julio Cobos, representante de la Concertación K que en las últimas semanas cobró autonomía, promoviendo por su cuenta diálogos y reuniones con opositores y con el cardenal Jorge Bergoglio, manifiestamente distanciado del pingüino.
"Políticamente sospechoso. Institucionalmente, peligroso", deslizaron sobre Cobos miembros del núcleo duro del kirchnerismo. Se presume que primero lo aislarán y luego de pasado el vendaval campero lo castigarán. Como curiosidad, la arista líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, descalificó muy duramente al ex radical por estar presuntamente conviviendo con un sector del justicialismo que entre bambalinas pivotea Eduardo Duhalde y cuya cara visible es José Manuel de la Sota. "Yo soy opositora, no golpista", dramatizó ante varios periodistas.
Lo cierto es que el posicionamiento de Cobos le traerá dolores de cabeza al radicalismo K. El subsecretario de la Cancillería, Horacio "Pechi" Quiroga, se encolumnó con el mendocino, pero gobernadores como Miguel Saiz, de Río Negro, y Gerardo Zamora pusieron rápida distancia como si Cobos, a partir de ahora, fuera el portador de la mancha venenosa.
¿Cómo sigue la película? Eduardo Buzzi, Mario Llambías y Luciano Miguens destacaron los avances, pero los consideraron insuficientes. Anticiparon que seguirán el combate en el Senado a partir de mañana y que no desestiman la posibilidad en última instancia de llevar el caso a la Corte Suprema de Justicia. Aunque esta vía, a la que se recurriría argumentando que el nivel de las retenciones es confiscatorio, perdería eficacia por la convalidación parlamentaria si es que se consigue la sanción definitiva de la norma, y por el hecho de que la ley aprobada ayer en Diputados tiene vigencia hasta el 31 de octubre.
Los ánimos no están calmados, pero hay una oxigenación evidente por el debate catártico que se hizo en el Congreso y permitió escuchar todas las opiniones. Los analistas exponen distintos escenarios: una pronta normalización con inflación (ya alta) en alza. En este caso los chacareros tendrían que salir a vender los cereales que tienen escondidos en los silos; una recesión corta y brava con desinflación, que sucedería si pasan las semanas y el BCRA no vuelve a comprar dólares e inyectar pesos; y un estancamiento largo que haría revivir viejas pesadillas que aún no dejan dormir a Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Fernando de la Rúa.
ARNALDO PAGANETTI
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