No siempre los superhéroes fueron un ejemplo a seguir para los pibes. En rigor, Superman es poco menos que la excepción en una tropa de inadaptados que luego los estudios de Hollywood decidieron, por el bien del negocio cinematográfico, hacerlos más digeribles. A fin de etiquetarlos con un "Aptos para todo público", les quitaron el colesterol, les pusieron vitaminas eliminando las sustancias distorsivas y los volvieron tan luminosos como inocuos.
El filósofo rumano Ciorán escribió una vez que de existir un superhombre no sólo tendría supervirtudes sino también superdefectos. Esto que parece un chiste de viejo sabio estuvo presente durante muchos años en la construcción de los personajes de la Marvel, entre otras editoriales del rubro. La crisis psicológicas son una materia obvia a rendir para cualquier personaje que albergue características exacerbadas. Pensemos en ellos como lo haríamos en un hipopótamo dentro de una casa de venta de porcelana china. Al tiempo que podría cuidar el lugar de un eventual robo, sus fastuosas dimensiones lo postulan a convertirse en el principal destructor de ese delicado universo.
Hay momentos de tensión en la vida de la mayoría de los superhéroes que nos hacen sospechar de su sanidad mental así como del verdadero sentido de su existencia. ¿Realmente los necesitan las sociedades que les dan cobijo?
Clark Kent, por ejemplo, no soporta la idea de la soledad eterna -todos envejecen o mueren excepto él- y de lo imposible de su amor por Louise Lane. Por eso comete no uno sino dos actos perturbadores en el transcurso de su historia: primero resucita a Louise de una muerte clínica, volviendo al mundo a un tiempo ido (y con ello suponemos que resucitando a unos cuantos muertos más que no tenían vela en ese entierro), y segundo, al menos temporalmente y producto también de la pasión extracarnal, abandona su capa roja para abrazar el traje de ejecutivo.
Algo similar le ocurre a Peter Parker con su chica Mary Jane. En la medida en que ambos se distancian, Spiderman, comienza a perder la intensidad de sus poderes. El héroe original, el que vimos en el cómic cuando niños, atravesaba cada tanto una crisis de la edad que le dificultaba aún más el éxito de sus misiones. No sólo luchaba contra científicos locos y extraterrestres tozudos sino también contra sí mismo.
Los X-Man, viviendo entre la marginalidad y la vida pública cuestionada, son superpoderosos que debieron ajustarse a los tiempos reinantes. En el cine fuimos testigos de una parte de esta transformación impuesta por una sociedad ¿ficticia? de corte ra
cista e intolerante. El cómic presenta las contradicción sobre la que se deslizan los X-Man de modo aún más cruel y no pocas veces uno se los encuentra más cerca de lado "oscuro de la fuerza" que del espacio donde brilla el sol de las buenas costumbres.
Hollywood ha tomado nota del descontento general, graficado en pérdidas y algunos fiascos en las taquillas, y en los últimos años se encargó de reparar imágenes que ya iban resultando sobrepasadas de almíbar. Porque una cosa es ser superpoderoso, y otra muy distinta un individuo estrafalario en un disfraz que nadie se pondría sobrio. Y fueron patéticos los últimos Superman, también el Batman de Joel Schumacher (acompañado del insufrible Robin); el Daredevil de Ben Affleck, que de tan humano terminaba necesitando la ayuda de una verdadera superheroína, Electra, fuera de foco y de estado físico; los Cuatro Fantásticos, flácidos y aburridos, entre otros.
En cambio, el Batman de Christopher Nolan y Christian Bale, está más y mejor vinculado al que Tim Burton y Michael Keaton, filmaron a principios de los noventas.
El hombre murciélago recuperó con Nolan la mirada oscura y el gesto dubitativo que logró transmitir Keaton, y que homenajeaba al Batman del papel creado en 1939 por Bob Kane y Bill Finger.
Después de todo, ¿qué tan cuerdo puede estar un tipo que vio morir a sus padres cuando niño, vive en una cueva húmeda y que se formó con un maestro en el Tibet, al cual luego de finalizado su entrenamiento, traicionó por la búsqueda de nuevos horizontes? En breve, un nuevo capítulo de la saga, revelará más motivos truculentos de parte del gran murciélago para seguir en la ruta.
Su archienemigo, el Guasón, interpretado por el malogrado Heat Ledger, seguramente llevará a la saga, tal como indicó el crítico de "The Rolling Stone", Peter Travers, a un "nivel completamente nuevo". Si, al cine de ultratumba. Aunque Brandon Lee ya dijo algo al respecto hace unos años desde el más allá.
Robert Downey Jr. es el perfecto actor incorrecto para un superhéroe que antes de serlo se dedicaba a la venta de armas. Su Hombre de Hierro, tiene un costado cínico que sólo el fantástico actor que ha entrado y salido de prisión por su adicción a las drogas, puede plasmar.
Volvió también de su ostracismo, acaso sólo para empeorar las cosas, Hulk. En esta ocasión descubre su reflejo torcido en un espejo como le sucedió al último Hombre Araña.
Y un superhéroe borracho y nihilista, ya hizo su estreno en el mundo con singular éxito. Se trata de Hancock, encarnado por Will Smith. Por primera vez los ciudadanos norteamericanos preferirán marcar el 911 antes que pedirle al superhombre que los rescate.
Un digno superhéroe de la generación Prozac.
CLAUDIO ANDRADE
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