Jorge Sobisch gobernó en Neuquén a lo largo de doce años. Lo hizo entre 1991 y 2007, con un intervalo correspondiente al último mandato de Felipe Sapag (1995-99), quien demostró en ese período que Sobisch pudo ganarle en internas a su hijo Luis y a su sobrino "Pipe" pero no a él. Felipe dejó la política neuquina no por derrotado -que no lo fue nunca- sino por el peso de los años.
Con 65 años, Sobisch sí podría volver a la actividad política provincial. Al parecer, como todavía se sostiene como jefe de un pequeño grupo de incondicionales (que hace recordar a una película protagonizada por el gran Vittorio Gassman, "La armada Brancaleone"), no pierde las esperanzas de hacerlo. Su capacidad de delirar está demostrada con la aspiración a ser presidente de la Nación, sostenida aún después del asesinato de Carlos Fuentealba, cuya responsabilidad asumió, bien que sólo "política". Lo hizo varias veces hasta que, atacado por el mal de la desmemoria -de características endémicas en este país desde que comenzaron a padecerlo los militares responsables de los crímenes del Proceso-, dijo al testimoniar en el juicio contra el cabo Poblete que no recordaba haberlo dicho. Ese día el destituido jefe de Policía, Carlos Salazar, sintió sobre sus hombros el agobio de un pesado fardo.
Es posible que por eso -y porque Salazar podía llegar a ejercer el placer de la venganza diciendo todo lo que sabía- apenas dos días después Sobisch se corrigiera en una solicitada. Con una cierta dosis de ambigüedad -siempre útil cuando se trata de la responsabilidad por un homicidio- Sobisch, cuando no, culpó a "algunos medios" que dieron "una versión antojadiza" sobre lo que declaró ante los jueces. Y a renglón seguido explicó que la pregunta sobre si había asumido la responsabilidad política del crimen se le hizo "en presencia de innumerables movileros y en un clima de tensión". Se supone que tanto los movileros como la tensión afectaron su memoria. "Fue así como, "en relación a mis responsabilidades políticas, contesté que no recordaba", dijo. Pero su subconsciente, tal vez movilizado por Salazar, le recordó apenas 24 horas después que sí había asumido esa responsabilidad. Lo expresó así en la solicitada: "Vuelvo a ratificar y asumir plenamente, como ya lo hice en reiteradas oportunidades, todas mis expresiones públicas sobre mis responsabilidades constitucionales y políticas, como gobernador de la provincia, como lo demostré el día miércoles 25 de junio de 2008 al concurrir voluntariamente a declarar como testigo en el juicio oral y público". En realidad, la concurrencia no es voluntaria sino obligatoria, porque la de testimoniar es una carga pública. Pero Sobisch quiere demostrar su propósito de colaborar con la Justicia.
La memoria de Sobisch mejoró a tal punto que pudo recordar que había asumido la responsabilidad, política, en reiteradas oportunidades. Por lo menos cinco, si estamos a lo que publicó este diario en declaraciones que nunca fueron desmentidas. El 13 de mayo de 2007: "Ese hecho (el crimen) es a partir de una decisión que yo tomo amparado por la Constitución y la ley. La decisión no fue para matar a nadie". Y más adelante: "Yo soy el responsable político".
El 5 de octubre: "Tengo la misma mirada, de asumir la responsabilidad política, de dar la cara y de no especular con una desgracia que vivió todo el pueblo neuquino y en especial la familia Fuentealba" (declaraciones a radio Continental).
El 10 de octubre (agencia Télam): "Salí a asumir mi responsabilidad política y a ponerme a disposición de la Justicia".
El 16 de octubre: "Soy el responsable político; la técnica que se aplica en la ruta no depende del gobernador".
El 6 de diciembre: "La conducción no se declama, se ejerce, y cuando uno la ejerce se responsabiliza políticamente de todo lo que ella representa. Aspiro a ser juzgado por esto".
Antes del crimen, cuando corría el año 2006, el diario "La Voz del Interior" informó sobre una comida realizada en Córdoba a la que asistieron empresarios y ex funcionarios del gobierno cordobés. Sobisch, organizador del encuentro, habló a los postres y dio algunos datos biográficos suyos, entre ellos el de su paso por un colegio salesiano de Bahía Blanca. Dijo que un cura "le tiraba las orejas y por allí le pegaba un cachetazo. Eso -aclaró- con el paso de los años no lo veo como un acto de represión, lo recuerdo con cariño". Me atrevo a comentar: tanto cariño que en Arroyito quiso aplicar la pedagogía del cachetazo.
Esa pedagogía dejó un muerto en Arroyito. El 6 de mayo el semanario "Perfil" publicó una extensa entrevista a Sobisch. El ex mandatario dedica buena parte de sus respuestas a justificar la represión a los docentes. Dice, por ejemplo: "Hacía un mes y medio que teníamos la ciudad sitiada y habitualmente no sitian la ciudad para tratar de sacarle al gobierno, a través de la fuerza, los reclamos y las presiones, cortándoles la libertad a los demás". Antes, después de reiterar que los cortes deben ser reprimidos y recordar que cuando tenía que tomar la decisión de hacer un desalojo no dormía "la noche anterior", dijo con total soltura: "Siempre supe que algún día podía acaecer un hecho desgraciado. Pero no dormir en toda la noche nunca me hizo dudar de cumplir la responsabilidad que la sociedad depositó en mí, que es tomar una decisión por el resto de los ciudadanos sobre lo que yo creo que es correcto". Eso, aunque siempre supo que podía ocurrir una desgracia.
JORGE GADANO