| Robert Mugabe se lo ha mostrado una vez más a una comunidad internacional enojada: con su probada receta de manipulaciones, terror y vejaciones, el presidente de Zimbabwe se ha procurado otro mandato, imperturbable a las protestas internacionales. Sin embargo algo es en esta ocasión diferente: en vez de la acostumbrada tolerancia en silencio, incluso en las filas de sus colegas africanos se escuchan ahora voces críticas. Una nueva generación política liderada por el primer ministro de Kenia, Raila Odinga, o el presidente de Botswana, Ian Khama, ya no se deja impresionar por la fama de Mugabe como héroe de la libertad. Incluso el parlamento panafricano mostró valor contra la farsa. Sus observadores s hablaron de comicios que no fueron ni justos, ni libres. Pero mientras incluso religiosos como Desmond Tutu defienden el envío tropas de paz de la ONU, el gobierno sudafricano de Thabo Mbeki intenta imponer el reconocimiento de Mugabe y apuesta por la "diplomacia silenciosa", hasta ahora un fiasco. El país que hizo caer el Aparheid mediante boicots internacionales, rechaza ese tipo de medidas. El analista y hermano de Mbeki, Moeletsi, advierte : "Zimbabwe se ha convertido casi en provincia de Sudáfrica. El régimen de Mugabe sobrevive sólo porque el gobierno sudafricano se lo permite". | |