Domingo 29 de Junio de 2008 Edicion impresa pag. 43 > Cultura y Espectaculos
Amy Winehouse: Ángel y demonio del soul
Estuvo internada una semana al borde de la muerte. Pero la diva del soul revivió. Salió de la clínica, prendió un cigarrillo y encandiló a todos desde el escenario. ¿Quién es esa chica?

"Intentaron enviarme a una cura de desintoxicación y he dicho : No, no, no"...

La letra de "Rehab", el primer tema de Back to Black, parece una confesión. Pero es además, una declaración de principios. Amy Winehouse, la dueña de una de las voces más bellas del soul actual, tiene 24 años, un enfisema pulmonar, tatuajes en todo el cuerpo, una afición al crack que ya le dejó daños permanentes, y una devoción absolutamente total por la bebida. Pero ella no quiere rehabilitarse. No, no, no

El viernes, cuando salió del hospital donde estuvo internada una semana por su problema pulmonar, ¿qué fue lo primero que hizo? Sí, encender un cigarrillo y tomar la ruta para subirse al escenario de los festejos del cumpleaños de Nelson Mandela, en Londres.

Y allí, sobre sus tacos eternos, con su vestido minúsculo y ese peinado altísimo que inspiró la última colección del mismísimo Karl Lagerfeld,brilló e hizo que cincuenta mil personas entonaran con ella "no, no, no".

"Es la Janis Joplin con una botella de Jack Daniels todo el tiempo". Bruce Willis no puede haber encontrado una manera más perfecta para definir a esta mujer que lleva en su apellido la marca de la adicción: Wine House: la casa del vino.

Pero en sus cuerdas, Amy lleva la mezcla, también letal, de Billie Holiday, Sarah Vaughan, Ella Fitzgerald, Cassandra Wilson, Joplin, Aretha Franklin. Tiene 24, canta como si ya tuviera cuarenta. Y en sus discos, lleva la cifra de los records. Pueden negarle la visa a los Estados Unidos para presentarse en los Grammy, pero ella no sólo se gana cinco, cantando desde un desangelado pub de Londres, sino que además, vende 10 millones de copias de "Back to Black" y se convierte en una de las descarriadas más ricas de la música (dicen que tiene una fortuna de doce millones de dólares).

En cualquier caso, la chica es capaz de pedirse 24 botellas de champagne a su habitación antes de ir a cantar. Y olvidar inmediatamente que había conocido a Mick Jagger antes de subirse a cantar al escenario con él (algo que a Mick, toda una estrella, no le gustó en lo más mínimo). Ella es así. Olvida todo y todo le importa realmente poco. A Madonna la definió como "una vieja que ya fue". Y a Bono, el carismático líder de U2, lo interrumpió en pleno discurso humanitario, para decirle: "Callate, nos importa un bledo todo eso".

Qué contestarle a esta mujer que exhibió el amor por su marido (que está preso por golpear al dueño de un pub, lo que deprime aún más a la ya triste Amy) tajeándose la panza con un espejo con la inscripción "Yo amo a Blake", delante del fotógrafo que buscaba la tapa de una revista.

Ella no es Britney Spears, pese a que la fama y los fotógrafos la persiguen. Ella tiene un talento que no sólo rescatan los críticos musicales y sus miles de seguidores.

Cantante y compositora de sus propias y oscuras letras, Amy es incluso objeto de atención en la Universidad de Cambridge.

"Por qué deseo no haber jugado nunca/Vaya desastre el nuestro/ Y ahora, la última imagen./ El amor es un juego en el que siempre se sale perdiendo", canta ella en "Love is a losing game", la letra que hizo que la compararan con el poeta isabelino Sir Walter Raleigh.

Amy nació un 14 de septiembre de 1983, en el Norte de Londres, en medio de una familia judía con tradición musical en el jazz. Tanto que formó su primera banda de rap Sweet n, sour, a los 10 años. Y a los 16, un amigo le pasó un demo a un productor. Ella saltó a la fama, y al desastre, en un sólo acto.

Y allí está ella ahora, paseando su delgada figura entre el talento y la posibilidad concreta de caer en el abismo.

"No estoy en esto para ser un modelo a seguir. Escribo canciones porque estoy hecha mierda de la cabeza y necesito sacar algo bueno de lo malo".

Y eso es cierto, al menos está sacando lo bueno de lo malo. pero también es cierto que, definitivamente, no es un modelo a seguir.

 

VERÓNICA BONACCHI

vbonacchi@rionegro.com.ar

Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí