Aunque el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner espera que una vez superado el conflicto con el campo la economía siga creciendo al ritmo al que nos hemos habituado sin que se produzcan demasiados barquinazos, en el exterior son cada vez más los convencidos de que a menos que mucho cambie el país no tardará en hundirse en una de sus crisis cíclicas. Es por eso que una consultora norteamericana influyente acaba de dejar saber que podría echar a la Argentina de su lista de "mercados emergentes", o sea, de los países todavía subdesarrollados que son considerados promisorios, para reubicarla entre los "mercados fronterizos" al lado de Kazajistán y Nigeria donde sólo los dispuestos a correr grandes riesgos se animan a invertir. Huelga decir que en tal caso quienes aún tienen dinero invertido aquí harían lo que estuviera a su alcance por sacarlo lo antes posible por miedo a que haya otro default seguido por una variante de la pesificación asimétrica que sirvió para trasladar una cantidad inmensa de dinero desde las cuentas bancarias de los ahorristas -y, en efecto, desde los bolsillos de los asalariados- hasta sectores empresariales favorecidos por el gobierno. Si bien en la actualidad tal eventualidad parece poco probable, ya que las reservas del Banco Central son más que suficientes como para frenar una corrida bancaria y permitirle al gobierno mantener el valor del peso, los preocupados por el aumento exagerado del gasto público que acompañó la campaña electoral del año pasado, por la inflación y por la conciencia de que será difícil intensificar todavía más la presión impositiva están pensando en lo que podría suceder en el mediano plazo si los Kirchner se negaran a modificar el rumbo antes de que fuera demasiado tarde.
Otro motivo de inquietud es la evolución de la economía internacional. La crisis financiera con su epicentro en el mercado inmobiliario estadounidense ya afecta a los integrantes principales de la Unión Europea y pronto podría hacerse sentir en China e India, lo que repercutiría en los precios internacionales de nuestras principales exportaciones agrícolas. Puede que a la larga el panorama sea benigno, pero los precios de los commodities siempre han sido volátiles y, de concretarse la desaceleración mundial, para no hablar de la recesión que prevén algunos, caerían abruptamente de sus niveles actuales con la consecuencia de que nuestros problemas fiscales se agudizarían en seguida por depender tanto el gobierno kirchnerista de las retenciones.
Como aquí ha sucedido muchas veces, el gobierno ha basado su estrategia económica en la esperanza de que una coyuntura que nos es favorable se perpetúe, de suerte que sus políticas han sido procíclicas. En lugar de aprovechar las circunstancias para preparar el país para enfrentar un período de vacas flacas, el ahora ex presidente Néstor Kirchner optó por apostar todo al crecimiento macroeconómico, estimulando el consumo con una batería complicada y sumamente costosa de subsidios destinados a proteger a la gente de los cambios que están produciéndose en otras latitudes, de ahí una tasa de inflación que este año amenaza con superar el 30% y una multitud de distorsiones que tarde o temprano tendrán que corregirse por las buenas o, como suele ocurrir, por las malas al imponerse el mercado. Es lo que siempre ha sucedido con los reiterados intentos de hacer funcionar el modelo peronista tradicional que se caracteriza por la sustitución de las exportaciones, un peso subvaluado, controles de precios, la apropiación de gran parte de los ingresos del campo y el capitalismo de los amigos del que el manejado por los Kirchner es sólo la versión más reciente. Por algunos años dicho modelo parece exitoso, ya que la economía crece, el consumo aumenta y se difunde una sensación de bienestar incipiente, pero entonces comienzan a surgir las dificultades hasta que, con rapidez desconcertante, todo se viene abajo. ¿Será diferente en esta ocasión? Aunque merced a la suba generalizada de los precios de lo que estamos en condiciones de exportar en abundancia la variante actual del "modelo productivo" ha sobrevivido por más tiempo que sus antecesores, no hay motivos para creer que le será dado evitar las trampas en que todos terminaron precipitándose.