Acaba de finalizar en España el XVI Congreso del Partido Popular, marcado por un cambio radical de imagen. Los congresistas han respaldado el giro hacia el centro moderado dispuesto por Mariano Rajoy, reelegido presidente por 2.187 votos. No obstante, otros 409 compromisarios, el 16% del total, votaron en blanco. Representan el sector más duro, que todavía encuentra en el ex presidente José María Aznar el guardián de las esencias más puras del partido.
Rajoy ganó la presidencia del PP tomando distancia del aznarismo. Sin necesidad de modificar un ápice los principios del partido -que en los estatutos lo ubican en el centro democrático- ha impulsado un mediático cambio de imagen renovando totalmente la cúpula partidaria. Para ello ha colocado como secretaria del partido y portavoz parlamentaria a dos mujeres jóvenes, sin ataduras con el pasado, y se ha desprendido de algunos dinosaurios heredados de Aznar.
Otro de los cambios adoptados por Rajoy consiste simplemente en anunciar una rectificación en los procedimientos y, en especial, su trato con los partidos nacionalistas. "Tenemos que cambiar, no de ideas pero sí de procedimientos para ser más atractivos y más convincentes (...) pretendemos gobernar para todos y hemos de hablar con todos", afirmó. Para Rajoy, "el centrismo no es una doctrina política, es la voluntad de evitar cualquier exageración, la voluntad de sintonizar con los deseos y necesidades reales del pueblo español".
Este cambio de rumbo es la consecuencia de reconocer los errores que llevaron al PP a perder las recientes elecciones celebradas en marzo último. Basados en una estrategia de crispación permanente, con acusaciones exageradas sindicando a Zapatero de "romper España", lo único que consiguieron los populares ha sido reducir su caudal electoral en Cataluña y en el País Vasco. De allí que Rajoy reconociera ahora que su partido no debe inspirar miedo y que se deben erradicar los prejuicios de los que se han sabido aprovechar tan bien sus adversarios.
Viendo con ojos argentinos el discurrir del XVI Congreso del Partido Popular, resulta inevitable hacer algunas comparaciones con la situación de los partidos políticos en la Argentina. La enorme diferencia es la intensidad que alcanza el debate interno dentro de los partidos políticos españoles, lo que muestra su enorme vitalidad. El congreso del PP fue precedido de una virulenta polémica desatada por los sectores más extremistas, poco dispuestos a cambiar de estrategia. Lo que parecía una grave crisis ha terminado por resolverse en una democrática votación congresual.
Dentro de dos semanas se celebrará el 37º Congreso del Partido Socialista Obrero Español. También allí se perfila un intenso debate en relación con el peso que todavía conserva la Iglesia Católica en la vida política y social española. Viene impulsado por la corriente interna Izquierda Socialista, que ha presentado ponencias dirigidas a reformar la ley de Libertad Religiosa, a crear el Estatuto de Laicidad y a revisar los acuerdos entre España y el Vaticano.
La calidad de la democracia está estrechamente vinculada con la de los partidos políticos. Cuando éstos son entes vivos que facilitan y estimulan el debate democrático interno, aumenta y se eleva la calidad del debate democrático en el conjunto de la sociedad.
Esa posibilidad de someter a debate todas las diferencias de estrategia es el método más idóneo para identificar los errores que inevitablemente se cometen en el accionar político. Aprender a reconocer los errores es la única forma de inaugurar la posibilidad de rectificarlos.
ALEARDO F. LARÍA (*)
Especial para "Río Negro"
Abogado y periodista. Madrid