Actualmente en nuestro país se plantea la necesidad de llevar adelante políticas paralelas, unas que tengan por misión contener el presente y otras que tengan por cometido realizar las acciones que permitan el futuro. ¿Es utópico pensar que es posible compatibilizar ambas y al mismo tiempo ejercer el gobierno en forma equilibrada?

Podemos ponernos de acuerdo en las necesidades básicas que deben ser atendidas por quienes ejercen los gobiernos: la alimentación, la salud, la educación y la seguridad. Sin embargo, la sociedad en que vivimos se compone de generaciones que conforman una amalgama de grupos humanos que se encuentran en distintas etapas de la vida y, por ende, con el énfasis puesto en diferentes necesidades básicas.

Para simplificar este análisis podemos dividir la población en grupos: la tercera edad, con necesidades propias que tienen que ver con el ingreso a la clase pasiva, con la salud y con la posibilidad de disfrutar del ocio; los que se encuentran en la etapa plenamente productiva, cuya necesidad tiene que ver fundamentalmente con un trabajo digno que les permita cubrir las necesidades de su grupo familiar; los jóvenes en el período de la formación y, finalmente, los pequeños, que tienen dos necesidades fundamentales: la salud y la alimentación, aquí está la raíz del árbol.

Cuando las políticas que se desarrollan tienen en cuenta esta estructura de necesidades es cuando se hace posible alcanzar objetivos de mejora constante. Cuando, por el contrario, las políticas corren únicamente detrás de necesidades inmediatas, acuciantes, poniendo todos los recursos sólo para salvar situaciones de urgente demanda, se pierden de vista las necesidades futuras, las que luego se convertirán en urgentes, cuando sea tarde para repararlas.

Para alcanzar objetivos de mejora constante, las políticas de los gobiernos deberían abarcar dos frentes de gestión, uno para el presente y otro para el futuro; esto es lo que llamo "políticas paralelas" pues, si bien se aplican en el mismo momento, sus consecuencias ocurren en tiempos diferentes. Veamos un ejemplo: cuando para resolver un problema de aumento de la delincuencia se incorporan más policías y se compran más patrullas y elementos de tecnología se está atacando el presente, no el futuro; se está atacando la consecuencia de un problema actual no resuelto en profundidad. Por ello vemos que aunque aumenten los recursos de seguridad el problema crece día a día, se deteriora la calidad de vida de los ciudadanos y las autoridades se ven obligadas a seguir incorporando más policías, más patrullas y más tecnología: un círculo vicioso. Si bien el presente necesita contención, para que el país mejore deberán elaborarse también políticas que ataquen las causas y no sólo los efectos.

La ciencia económica nos dice en su definición más simple que "tiene a su cargo la administración de recursos escasos para necesidades múltiples". Lo que ocurre en la mayoría de los países llamados "en desarrollo" como el nuestro es que los recursos casi nunca son suficientes para cubrir las necesidades urgentes, por lo que se hace imposible destinar una parte de ellos para el futuro, ya que el presente está aquí ahora y reclama -y genera votos-, mientras que el futuro no ha llegado aún y todavía no se queja. Deberemos tomar conciencia de que si queremos un futuro mejor tendremos que invertir una buena parte de los recursos del presente en ello; de lo contrario, sólo veremos el agravamiento de los problemas que hoy nos afligen.

¿Cuáles son las políticas a gestionar en simultáneo y que nuestros mandatarios deberían tener en cuenta a la hora de asignar los recursos del Estado, nuestros recursos? La primera es la correspondiente al presente; el presente debe ser administrado y no admite demoras, se va, se nos escapa de las manos: no podemos dejar de gestionar. Tiene que ver con el país que somos en este momento y circunstancia y con atender sus necesidades de la mejor manera posible, pero ¡cuidado!, tal como comenté en el párrafo anterior, si queremos un futuro mejor no podemos gastar todo el presupuesto aquí.

La segunda política es la correspondiente al futuro, la que tiene que ver con qué país queremos, y la única manera posible de hacer que las condiciones mejoren en el futuro es definiendo hacia dónde vamos y qué queremos para nuestros hijos. Para diseñar estas políticas hace falta una visión de futuro compartida, comunicada y entendida por la mayoría.

Y aquí aparece la palabra mágica: "estadista", término que se refiere e identifica a alguien entendido en los asuntos y las políticas del Estado, capaz de imaginar un futuro mejor y diseñar las políticas necesarias para alcanzarlo. En nuestro país hacen falta estadistas y, si los hay, que tengan la posibilidad de ejercer sus conocimientos. Hace muchos años que no tenemos estadistas en los gobiernos argentinos; según dicen los que saben, el último fue Arturo Frondizi.

Pero ahora no hay compromiso. ¿Qué es "el cambio", "mejor distribución de la riqueza", "achicar las desigualdades", "generar fuentes de trabajo", "mejorar la calidad de vida", "profundicemos el cambio", "poner la educación al alcance de todos", "sabemos lo que hace falta", "igualdad de oportunidades", "políticas de inclusión", etcétera, etcétera, si todo ello no va acompañado por una cuantificación de cómo estamos y cómo vamos a estar cuando ellos cumplan sus mandatos? Son sólo expresiones de deseos, eslóganes que suenan bien; todos queremos que nos toque un poquito más de riqueza, tener más oportunidades, que haya más fuentes de trabajo. No estoy en contra de los eslóganes si son acompañados por compromisos mensurables pero, lamentablemente, este canto de sirena es engañoso; no hay nada detrás de todo este abuso de vocabulario.

RICARDO TADDEO (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Economista y asesor financiero