Hay presentaciones que a esta altura de los acontecimientos están de sobra. Lo sabe Ángel Frette, el director artístico del Festival Internacional de Percusión, que hizo para la platea una introducción más bien austera del evento y que terminó en un "bueno nada, espero que disfruten del festival". Y luego, como debe ser, vino la música.
Fue una noche que en algún sentido introdujo en tiempo, forma e intensidad, lo que seguiremos viendo en el transcurso de la semana. Hay motivos para estar optimistas.
El Ensamble de Percusión de Fundación Cultural Patagonia, dirigido por el propio Frette, dio inicio a las jornadas con una potente composición inspirada en las artes del Taiko. La ejecución de los tambores japoneses, como marca la tradición, atraviesa paisajes feroces alternados con otros que son apenas perceptibles al oído y, todo esto, matizado por fuertes vocalizaciones que originalmente servían a los agricultores como una manera de establecer un vínculo con el espíritu de la naturaleza.
El concierto concluyó con el estreno de"Cinco piezas para dos pianos y percusión", del sobresaliente compositor y profesor del IUPA, Juan Pablo Simoniello. La creación de Simoniello convocó a los pianistas Marianela García Pérez y César Lefiñanco, los solistas Ariel Ojeda (contrabajo), Santiago Aldana (clarinete), Aníbal Intili (flauta), Javier Navarrete (vibráfono) y Ángel Frette, Gabriel Muñoz y Joaquín Pérez (marimba).
Se trata de un trabajo complejo y poblado de ricos matices.
La obra es una y al mismo tiempo un conjunto de sonoridades y texturas que se van entrelazando hacia un gran final. Ya lo había advertido Frette, "la obrita" era, en realidad, una obra con mayúscula capaz de contener conceptos estilísticos diversos. El trabajo de Simoniello exigía justeza y emoción. Dos elementos que estuvieron presentes sobre el escenario de la Ciudad de las Artes. No por nada se llevaron una ovación.
Fue una manera humilde (y esto sí debe quedar entre comillas) de comenzar un festival que cada año se hace más fuerte.
CLAUDIO ANDRADE
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