Miércoles 25 de Junio de 2008 Edicion impresa pag. 44 > Deportes
"La otra final", 30 años después
A tres décadas del primer título mundial, hay un profundo llamado a la conciencia.

Hace 30 años miles de argentinos salieron a las calles para festejar lo que fue una de las pocas alegrías en años de horror, represión, sangre y muerte. Hoy se cumplen tres décadas del primer título Mundial de la Argentina, en ese momento gobernada por una junta de sanguinarios militares.

Todos los argentinos que se calzaron los gorros y las camisetas albicelestes para dar rienda suelta a la alegría, hoy saben que la Copa del Mundo fue una pantalla para esconder las atrocidades que cometía el gobierno en todo el país. Aquella idea de que los argentinos "eran derechos y humanos" ya está bien enterrada.

Pero en aquel momento, muchos festejaron sanamente en el Monumental cuando a pocos metros, en la ESMA, había gente que moría, era torturada, subida a aviones desde donde se los lanzaba al mar o hacían parir a mujeres para entregar luego a sus hijos a familias conocidas de los represores.

Cuánto se les endilgó a los futbolistas por haber jugado aquel Mundial, pero hasta los organismos de Derechos Humanos que organizaron "La Otra final", quitaron toda sospecha a los jugadores, ya cincuentones y muchos de ellos alejados del fútbol, al invitarlos para este 30 aniversario de un fútbol con Memoria.

El domingo, en el Monumental, compartirán cancha con hijos de los desaparecidos, campeones mundiales como Héctor Baley, Luis Galván, Jorge Olguín, Tarantini, Miguel Oviedo, Omar Larrosa, Daniel

Valencia, Ricardo Villa, Oscar Ortiz, Housemann y Leopoldo Luque, el mismo que con su gol contra Francia aportó el pase a la segunda ronda y alivió, sin querer, a los militares.

Treinta años después de las patriadas de Kempes y Bertoni ante los holandeses, los futbolistas de entonces parecen que podrán quitarse la mochila de sospechas que le endilgaban. Durante tres décadas juraron no saber lo que ocurría en los campos clandestinos y hasta defendieron a su entonces conductor, César Menotti, quien, dicen los futbolistas, quería "una alegría para la gente".

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