La esclerosis múltiple es una enfermedad cruel que a la larga deja a las personas sin capacidad de movimiento. Es crónica, progresiva e impredecible, y aparece en el período de vida que más consecuencias devastadoras suele tener para las personas: entre los 20 y los 40 años. Afecta a las mujeres con mucha más frecuencia.
A pesar de que se desconoce la causa exacta de la enfermedad, muchos científicos creen que la destrucción de la mielina -que es la forma en que se manifiesta la esclerosis múltiple- es el resultado de una respuesta anormal del sistema inmunológico hacia el propio organismo. La mielina es una sustancia que encuentra en el sistema nervioso formando una especie de vainas alrededor de los axones -la parte alargada de de las neuronas, o células nerviosas- en los seres vertebrados. Permite la transmisión de los impulsos nerviosos entre distintas partes del cuerpo gracias a su efecto aislante. En la esclerosis múltiple se dan procesos inflamatorios que lesionan las vainas de mielina y los oligodendrocitos, que son las células encargadas de generar y mantener las vainas de mielina de los axones en el sistema nervioso central.
Hasta hoy se usan ciertos medicamentos que son efectivos en el tratamiento de diferentes síntomas, pero no se conoce una cura para la enfermedad. A medida que progresa, aumenta la mayor preocupación de la persona afectada, por el temor de no poder caminar.
En el caso de la esclerosis múltiple, la capacidad de desplazarse se usa como una referencia que indica el avance de la enfermedad. La posibilidad de caminar va desde un grado en que la persona aún es capaz de andar por sí misma, en el momento del diagnóstico, a otro en el que pierde el equilibrio, tropieza con facilidad y camina con torpeza, necesitando apoyarse en un bastón, en un andador, en las paredes o en otras personas. Hasta que, por último, pierde toda capacidad de caminar.
En movimiento mientras tanto
Sería extremadamente difícil hallar una cura para la esclerosis múltiple en el corto plazo, de acuerdo a lo que los científicos conocen sobre la enfermedad. Por ese motivo, Robert Motl, profesor de Kinesiología y Salud Comunitaria e investigador, junto a sus colegas de la Universidad de Illinois (Estados Unidos), se concentran en investigar hasta dónde los ejercicios de rehabilitación pueden retardar, mitigar o evitar los efectos devastadores de la esclerosis múltiple.
En este trabajo, un metaestudio en el que colaboraron el estudiante de posgrado Erin Snook y el profesor de Kinesiología Edward McAuley, se examinó el impacto que la actividad física tiene sobre los síntomas, el comportamiento, la progresión de la discapacidad y la calidad promedio de vida de las personas diagnosticadas con esclerosis múltiple.
Los resultados fueron publicados recientemente en el journal Multiple Sclerosis. Allí, Motl y Jessica Gosney revisaron las investigaciones publicadas al respecto durante las últimas cuatro décadas. Examinaron estudios que consideraban los efectos de los ejercicios físicos sobre la calidad de vida de las personas con esclerosis múltiple y hallaron una conexión positiva: el ejercicio se asocia a una cierta mejoría, que puede parecer pequeña, pero es clínicamente significativa, teniendo en cuenta que las drogas usadas para tratar la enfermedad consiguen efectos similares.
Por qué y cómo los ejercicios físicos se traducen en una mejoría de la calidad de vida para una persona con esclerosis múltiple, es algo que Motl y McAuley intentan ahora precisar. Hasta el momento encontraron algunas pocas pistas. La más destacada es que hay una relación entre el ejercicio y la autoeficacia o confianza que las personas tienen en que tendrán éxito en lo que están haciendo. Quienes están físicamente activos tienen mayor confianza en su rendimiento, en general confían más en sí mismos y tienen una mayor confianza en que podrán manejar su enfermedad.
Según Motl, sentirse en control de la enfermedad implica que las personas tienen más confianza en que podrán mantener su habilidad para caminar, y esto se manifiesta en una mejor calidad de vida. Por lo tanto, diseñar programas orientados en este sentido es un desafío para los especialistas, ya que la mayoría de los ejercicios involucran movimientos ambulatorios, que se vuelven más dificultosos a medida que progresa la enfermedad. Por este motivo, Motl y otros investigadores están interesados en averiguar cuáles son los factores que inciden en que parte de los afectados por la esclerosis múltiple se mantengan inactivos.
Poco ejercicio, muchos síntomas
En un trabajo publicado en el journal Research in Nursing & Health, Motl, Snook y Randall T. Schapiro examinaron los síntomas globales y específicos de la esclerosis múltiple para ver si encontraban correlaciones entre el nivel de actividad y los síntomas físicos. Los síntomas globales más comunes asociados con la esclerosis múltiple van desde la fatiga, la dificultad para caminar, la rigidez y los espasmos, al vértigo, los problemas de visión, de memoria y de otras funciones cognitivas.
Los resultados a los que llegaron indican un vínculo estadísticamente significativo entre la baja realización de ejercicios y los niveles altos de síntomas globales, fatiga y dificultad para caminar, pero no encontraron conexiones similares con respecto a la depresión o el dolor.
La conclusión de los especialistas es que conviene incrementar la participación y la adherencia de los enfermos de esclerosis múltiple a los programas de ejercicios. Además, sugieren que estas mismas prácticas podrían ser efectivas para las personas que sufren de depresión, fibromialgia y síndrome de fatiga crónica.
Este enfoque representa un importante cambio de paradigma con relación a la mayoría de las investigaciones, que se orientan a la búsqueda de nuevas drogas para detener o enlentecer la enfermedad, y sería complementario al de la medicación, que ha prevalecido hasta el presente.
RICARDO GÓMEZ VECCHIO