CIPOLLETTI (AC).- "Porque no tenemos nada, lo haremos todo, fue el lema de esos tiempos y que hoy se sigue repitiendo en canciones e historias. Era un desierto inmenso. No había nada pero queríamos otra cosa. Todo lo hicimos con altos niveles de participación", aseguró Michel Azcueta ex alcalde de Villa El Salvador (Perú), en la jornada del encuentro regional de intendentes que se desarrolla en esta ciudad.
Actualmente con cerca de 400.000 habitantes, la localidad es la primera comunidad urbana autogestionada de América Latina. Nació en mayo de 1971 luego de que el terremoto de Ancash -en el norte del país- produjera una de las más grandes emigraciones hacia Lima.
"En este contexto hubo invasiones y tomas de terrenos de tanta importancia que, incluso, debió intervenir la Iglesia. Para calmar la situación, el presidente decidió entregar un desierto para que las familias se asienten", relató el presidente de la Escuela Mayor de Gestión Municipal de Perú y tres veces intendente del distrito que, en 30 años, se consolidó como uno de los núcleos urbanos más importantes de los alrededores de la capital peruana.
La mayoría de las decisiones son tomadas por la comunidad a través de asambleas conformadas por los representantes de los barrios que componen el distrito.
El ex alcalde brindó ayer una conferencia sobre la experiencia del desarrollo urbano en esa localidad. Lo hizo en el marco del encuentro "Los nuevos desafíos de los municipios de la región: tierra, vivienda y empleo" que organizó la municipalidad cipoleña y del que participaron intendentes de la zona y técnicos de las áreas de planificación de las comunas que componen la Asociación de Municipios de la Región de los Valles y la Confluencia.
El proceso de creación de Villa El Salvador se inició con la migración "hacia el arenal" de miles de personas que transformaron el lugar "casi en un campamento de refugiados. "Se acercaban a buscar un lote y empezó el reto de cómo avanzar ante la demanda. Entonces se definió el núcleo urbano: cada 24 familias se forma una manzana y cada 16 manzanas un grupo residencial, que es lo que va a fundamentar el proceso que estuvimos viviendo hasta hoy", explicó.
Para Azcueta, hay tres condiciones mínimas a tener en cuenta para avanzar en un plan de desarrollo urbano: partir del conocimiento del territorio donde se va a asentar, construir una imagen que sea compartida por toda la comunidad y niveles de organización democráticos y participativos.
"El punto de referencia debe ser siempre el desarrollo de la comunidad y partir de objetivos alcanzables que puedan ser asumidos por todos", aseguró.
"Cuando comenzamos, se hablaba de vivir con dignidad. De aportar a un modelo de persona, a un modelo de sociedad y a un modelo de desarrollo de la comunidad. Y si bien a lo largo de todos estos años hemos tenido muchos y muy importantes problemas, los hemos podido ir superando. Cada uno es un nuevo desafío", lanzó.
Entre otros temas, aseguró que la comunidad le dio mucha importancia a la educación y también a la producción porque "queríamos una ciudad que tuviera de todo, no que se transformase en un dormitorio más del distrito central", cerró.
El encuentro, presidido por el intendente Alberto Weretilneck, tenía como objetivos debatir acerca de las experiencias sobre los procesos urbanos de acceso a la vivienda, la tierra y el empleo en las ciudades y los nuevos roles que deben asumir los gobiernos municipales en estos temas.