"No debe haber ninguna selección en la historia de los Mundiales que haya usado tan poco su condición de local desde el punto de vista tramposo", afirma César Menotti. Lo dice en un tramo del documental "Mundial 78: Verdad o Mentira", elaborado por el periodista Christian Rémoli y difundido el miércoles por la noche por el canal Encuentro.
Que su selección jugó un fútbol de ataque y con dinámica europea y que fue seguramente una de las mejores en la historia del fútbol argentino es un dato de la realidad. Pero que la victoria del Mundial 78 pueda reivindicarse entonces como una de las más limpias de las selecciones organizadoras de los Mundiales ya es otro cantar.
La historia de las Copas Mundiales de la FIFA, es cierto, está llena de agujeros negros: en el primer Mundial de 1930 los jugadores argentinos fueron intimidados antes de la final que perdieron con Uruguay, Mussolini empujó a la Italia campeona de local en la Copa siguiente, de 1934, Inglaterra hizo lo suyo en el '66, Alemania ganó en el '74 y Francia en el '98.
Alemania se coronó también en el Mundial de Suiza '54 con una selección sospechada de doping, Italia ganó la final de España '82 a Alemania luego de que ambas selecciones fueron acusadas de arreglar partidos en primera rueda (ante Camerún y Austria, respectivamente) y el semifinalista Corea del Sur y el campeón Brasil gozaron de arbitrajes increíblemente favorables en la Copa de 2002.
Pero nada de eso excusa al Mundial 78, que la dictadura del general Jorge Videla no sólo quiso organizar de modo "exitoso", para tapar las denuncias de violaciones a los derechos humanos, sino que, una vez que la gente salió a las calles, decidió que había que ganar.
El 6-0 a Perú, cuyos fuertes indicios de arreglo fueron comentados la semana pasada en esta columna con la publicación del libro "Fuimos Campeones", quedó sin embargo relegado a un segundo plano en el documental de Rémoli, en el que el volante peruano José Velásquez afirma que Argentina jugó dopada el Mundial, según se lo dijo, afirma, un propio integrante de la selección blanquiceleste.
"Hay dinero y drogas, por lo tanto hay soborno y hay doping", dice en ese mismo documental Oscar Ortiz, uno de los campeones del '78. La denuncia quedará en la nada, como una más de las tantas que rodean al mundo de la alta competencia deportiva, en la cual, se sabe, el doping no debería sorprender a nadie.
Más aún, en una dictadura acusada de secuestrar, torturar y matar a 30.000 personas y arrojar a muchas de ellas vivas desde aviones al Río de la Plata, el doping y el soborno suenan como temas menores. Si bien está claro que en aquel mes de junio de 1978 no todos sabían la dimensión del horror, subsiste igualmente la vergüenza o la culpa que impide un festejo pleno de esa conquista, de la cual se cumplen hoy treinta años exactos.
Por eso, el acto que organizará el domingo el Instituto Espacio para la Memoria (IEM), que incluye una marcha desde la ESMA a River y que prevé la presencia inédita de varios campeones del '78, significa tal vez un paso a una memoria más completa, que permita recordar el buen fútbol de aquella selección y también evocar a las víctimas de la dictadura.
EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES