Otra vez los fantasmas aparecen en la vida (pública) de Ariel Ortega.
Porque Ariel Ortega convive con los fantasmas, sólo que se hacen visibles cuando ocurren situaciones como las del sábado.
Sus fantasmas lo llevaron de los pelos, roto y mal parado, a la práctica de River. El entrenador Diego Simeone, que vio lo mismo por enésima vez desde que está en River, lo mandó a dormir.
Ortega durmió lo que quedó del día, era casi todo, hasta la noche, cuando se reunió con sus compañeros para la cena. El domingo, horas antes del partido con Banfield, el último del torneo que River ya ganó, Simeone le comunicó a Ortega que no iría ni al banco.
Fue entonces que los fantasmas arrancaron a Ortega de la concentración. A los gritos, a los insultos contra el entrenador "vigilante y mala leche". Y se fue como llegó. Con sus fantasmas a cuestas.
Nadie dice exactamente lo que ocurre con Ortega. Algunos lo hacen por cortesía y otros, por demagogia. Nadie dice que llegó borracho y trasnochado, como tantas otras veces, a un entrenamiento de River.
Pero lo sugieren a micrófono apagado, eso sí. "No llegó en condiciones" es la fórmula políticamente correcta.
Y los medios, que suelen oscilar entre esa cortesía y esa demagogia, le hacen un guiño al ídolo y cuentan la historia diciendo que se trata de un conflicto entre un jugador, el más importante de la historia reciente de River, y el entrenador.
El riesgo es que también le hacen un guiño a los fantasmas del ídolo.
Es que el problema no es este entrenador "mala leche y vigilante que me forreó todo un semestre". El problema es el alcohol. Porque cuando ya no estén ni Simeone, ni River, ni las ovaciones, ni los cronistas amigables... lo único que va a seguir estando es el alcohol... y los fantasmas.
JUAN MOCCIARO
jmocciaro@rionegro.com.ar