La mayoría de los peronistas se encolumnó dócilmente detrás de los Kirchner por dos motivos: la "caja" que manejaban a discreción y su capacidad probada para cosechar votos. Aunque el Poder Ejecutivo nacional sigue disponiendo de mucho dinero, tiene que gastarlo con mucho más cuidado que antes, razón por la que ya no le es tan fácil conformar a quienes juran sentirse comprometidos con el "proyecto" impulsado por el matrimonio gobernante. En cuanto a su capacidad para asegurar a sus simpatizantes un buen caudal de votos en las elecciones próximas, se ha esfumado por completo. Según los resultados de una encuesta de opinión difundidos últimamente por el matutino porteño La Nación, sólo el 20 por ciento de los consultados considera buena la gestión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner mientras que el 33 por ciento aún supone positiva la imagen de su marido. Es lógico, pues, que políticos que temen por su propio futuro hayan optado por distanciarse de la pareja con la esperanza de impresionar al electorado con su independencia.
Los Kirchner no se sentirán demasiado sorprendidos por lo que está sucediendo, ya que ellos mismos abandonaron a Carlos Menem a su suerte al percibir que había dilapidado el capital político que le había permitido gobernar el país durante más de diez años y no vacilaron en tratar con desdén a Eduardo Duhalde cuando el caudillo bonaerense dejó de serles útil. Saben que en política virtudes como la lealtad y la gratitud deben subordinarse a los intereses personales de cada uno y que por lo tanto sería poco realista esperar que los demás integrantes del movimiento peronista estuvieran dispuestos a suicidarse políticamente. Si bien en el pasado el peronismo ha logrado sobrevivir a crisis provocadas por su propia ineptitud que hubieran sido mortales para un partido político "normal", algunos dirigentes sospechan que si los Kirchner se las arreglan para protagonizar una nueva debacle al PJ le sería casi imposible rehabilitarse frente a la opinión pública. En tal caso, su destino sería parecido a aquel de la UCR que se ve constreñida a conformarse con cierto poder en distritos determinados pero que no puede aspirar a mucho a nivel nacional.
Para el gobierno kirchnerista, los presagios son ominosos. Una razón por la que Fernando de la Rúa fue incapaz de superar la crisis que andando el tiempo lo obligó a renunciar fue la hostilidad de buena parte del radicalismo que en teoría constituía su base de sustentación principal. Si en adelante los Kirchner tienen que enfrentar la oposición de la mayoría de los peronistas, les será forzoso modificar drásticamente su forma autoritaria y muy personalista de gobernar, lo que en vista de su temperamento, y de su convicción aparente de que cualquier síntoma de debilidad les resultaría fatal, les sería casi imposible. Sin embargo, a menos que consigan reconciliarse con la opinión pública y de tal modo convencer a la mayoría de los legisladores, gobernadores provinciales e intendentes municipales peronistas de que aún están en condiciones de garantizarles los votos que necesitan, además de sumas cuantiosas de dinero para mantener sus costosos aparatos clientelares, en los tres años y medio que según la Constitución les quedan en el poder se enfrentarán continuamente con compañeros que por motivos comprensibles se sientan muy preocupados por su propio porvenir y por el de la organización en que militan, además, huelga decirlo, de los integrantes de otros partidos ya declaradamente opositores. Puede que en algunos países de tradiciones políticas apacibles un gobierno así aislado no correría peligro de caer en medio de una crisis institucional gravísima, pero éste no es el caso en la Argentina. Nuestras instituciones son notoriamente frágiles y cuando las dificultades se acumulan los miembros de la clase política están acostumbrados a buscar atajos no previstos por la Constitución. Puesto que además del conflicto ruinoso con el campo al gobierno le aguardan una serie intimidante de problemas económicos -una tasa de inflación muy alta, la falta de energía justo cuando el precio internacional del petróleo se ha disparado, la baja repentina del consumo, corridas bancarias esporádicas y así por el estilo-, las perspectivas frente al gobierno, y al país, distan de ser tranquilizadoras.