Luego de un largo lustro de progresión ascendente, la economía turística local tropezó en las últimas semanas con un serio bajón provocado por las cenizas del volcán Chaitén y la consecuente parálisis del aeropuerto local, a la que se sumaron los efectos del conflicto agrario.
Si bien la retracción todavía no está cuantificada con rigor, hay indicios suficientes como el "corte general" en la cadena de pagos y la caída en la recaudación municipal, que en mayo orilló los 600.000 pesos, respecto de lo estimado en el presupuesto.
Otro abordaje igual de ligero presupone que la falta de vuelos durante mayo privó a la ciudad de unos 12.000 visitantes de alto poder de compra, que hubieran inyectado en el circuito comercial no menos de 13 millones de pesos.
Ese número seguramente aumentó en los primeros días de junio, cuando continuó la cancelación de servicios por parte de las compañías aéreas.
El enfriamiento también caló rápidamente en el mercado laboral, que registró una caída notoria en la contratación de trabajadores temporarios.
No es ningún descubrimiento que los ciclos económicos tienen su dialéctica y que no existe el crecimiento perpetuo.
Aunque la declinación que afecta al turismo en Bariloche de ningún modo es el fin de una ola ni la consecuencia de una crisis estructural.
Las primeras nevadas y el inicio de la temporada de "chárteres" aéreos cambiaron el humor y permiten atisbar una recuperación a corto plazo. Pero lo ocurrido alcanza para recordar que la actividad no escapa a las reglas generales y la afectan avatares similares a los de cualquier economía regional.
El intendente Marcelo Cascón atribuyó la desventura a "factores ajenos", en alusión a la impensada convulsión del Chaitén. Una manera de decir "son cosas que pueden pasar, aunque hagamos todo bien". Propuso enfrentar la realidad con "optimismo y paciencia" y consideró que los barilochenses, como gente de montaña, saben "afrontar las dificultades y salir airosos".
Más allá del voluntarismo, está visto que no todas las reacciones ante la adversidad se condicen con ese espíritu.
Concejales del Frente Grande (FpV) propusieron a Cascón que gestione "resarcimientos económicos y/o fiscales" ante el gobierno provincial, para compensar el daño por la inactividad del aeropuerto.
Pero la idea pareció no cuajar entre los empresarios, varios de los cuales la criticaron en reserva porque no les gusta la lógica del subsidio. Uno de ellos sugirió que el Estado se meta lo menos posible "en las malas y en las buenas", en inequívoca referencia al impuestazo inmobiliario que la provincia dedicó a la zona cordillerana.
Lo cierto es que el horizonte cercano tiene todavía sus complejidades porque -cesación de pagos mediante- la mini crisis dejará un impacto residual de vasto alcance sobre el comercio en general, donde los más débiles llevarán la peor parte.
Si bien la economía de la ciudad se sostiene en otros rubros importantes como las empresas de base tecnológica o el empleo público, el efecto multiplicador del turismo tiene un peso indudable. Mediciones realizadas por el Centro de Estudios Regionales señalaron que en el 2005 la actividad turística aportaba el 42,46% del PBI barilochense y un año después esa proporción creció al 43,66%. Una curva que seguramente se mantuvo en el 2007. Allí están entonces las razones del aliento contenido que se expandió en toda la ciudad con el pozo de aire sufrido por el turismo.
Es lógico que en tiempos de zozobra cada individuo (físico o jurídico) cuide su propio interés, mientra que el resguardo del bien común corresponde a quienes tienen responsabilidades de gobierno. Ocasión ideal para que dejen en claro qué es lo que entienden por justicia distributiva.
En manos del municipio está, por ejemplo, ajustar las cargas tributarias a la capacidad de cada actor económico.
La gestión anterior anterior ha demostrado escasa voluntad de corregir las iniquidades históricas en esa materia. Postergó por años la reforma tributaria, y una vez que la tuvo aprobada incurrió en errores de facturación que favorecen a los 4.500 contribuyentes comerciales con una graduación del aumento reservado sólo para los particulares.
El nuevo gobierno tiene la oportunidad de diferenciarse si pone fin de inmediato a esa indulgencia y cobra la deuda sin demora. Tanto por la obligación de llevar a la práctica la invocada "progresividad" del nuevo régimen como por su interés en equilibrar las cuentas públicas.
DANIEL MARZAL
dmarzal@rionegro.com.ar