Miércoles 18 de Junio de 2008 Edicion impresa pag. 24 y 25 > Sociedad
Dejar de fumar: "Sí, quiero"
Es errado creer que es sólo cuestión de voluntad: la nicotina es un alcaloide que actúa a nivel del sistema nervioso provocando efectos que conducen a la dependencia física, psicológica y social.

"Enfermedad contagiosa que se transmite a través de la imagen publicitaria": esta es una de las definiciones que la Organización Mundial de la Salud da sobre el tabaquismo. No se ahondará aquí en las cifras y en la innumerable cantidad de estudios que lo pintan como la primera de las causas de muerte a largo plazo evitables. Además, lo más probable es que el fumador esté al tanto de esas cifras, y aún más: que ya se haya decidido a dejar el hábito y no sepa cómo lograrlo.

¿Por qué? ¿Es por falta de voluntad o de coraje? ¿Es el miedo de sufrir la ausencia del hábito, de esa especie de compañía que significa tener un cigarrillo entre los dedos? ¿Es la postergación indefinida, un mañana que nunca llega, una de las típicas promesas que muchos se hacen día a día pero sospechando -o en el fondo, sabiendo- que nunca será cumplida? ¿Tal vez por cierto extraño placer, el de encender cada cigarrillo pensando, como si se tratara del protagonista de una película, que este sí será el último?

"Mañana, mañana lo dejo". Es humano. Y por eso, las alternativas más exitosas que existen en la actualidad para ayudar a las personas a dejar el cigarrillo se basan precisamente en eso: en que es natural que aparezcan dificultades, y que muchas veces reducir el proyecto de dejar de fumar sólo a una cuestión de fuerza de voluntad es precisamente lo que lo hace fracasar casi de entrada.

"Es imprescindible comprender el significado de la adicción a la nicotina para entender la naturaleza de su mecanismo", explica el doctor Reynaldo Smith, director del programa médico Respire y miembro de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR). El especialista explica lo que entiende como "las tres claves" para dejar el cigarrillo, donde el autoconvencimiento es sólo el primer paso, pero donde intervienen herramienta terapéuticas y farmacológicas cada vez más adecuadas a las necesidades de cada paciente.

 

Querer, saber y hacerse tratar

 

Estos tratamientos médicos tienen, por lo general, dos etapas: una es la de abandono, y la otra consiste en mantenerse sin fumar, evitar la reincidencia. En ambas etapas se incluyen herramientas para reconvertir la adicción química a la nicotina, la adicción psicológica y, "fundamentalmente -agrega Smith-, la adicción social".

¿Cuáles son los estímulos que generan el deseo de fumar? Son diferentes en cada persona, y es importante que el paciente aprenda a identificar qué es lo que lo hace ir a él, personalmente, a prender otro cigarrillo. En eso consiste la mayor parte del trabajo psicológico.

Al cabo de poco tiempo de haber dejado de fumar, relata, el especialista, va desapareciendo la motivación que llevó a la persona al tratamiento, y van a aparecer estímulos que lo empujarán otra vez a retomar la senda abandonada: el mal manejo del estrés, de la ansiedad y de la convivencia con familiares, amigos y compañeros de trabajo que fuman.

 

En el cuerpo

 

La falta repentina de nicotina puede provocar cambios en el metabolismo y una deficiencia en las sensaciones de placer (una sensación de vacío que anteriormente llenaba el cigarrillo). Junto con ese ansia de "volver al pasado" aparece también la vuelta al hábito automático de tener un cigarrillo en la boca. El probable aumento de peso que experimenta el ex fumador se debe, afirma Smith, a que para calmar ese exceso de ansia el paciente suele recurrir a la comida. Y así, la balanza termina acusando entre 3 y 5 kilos más, que la persona rápidamente podrá bajar.

Estos cambios a nivel orgánico serían lo que ameritan el recurso de los fármacos en los tratamientos para dejar de fumar.

"Los tratamientos de sustitución con nicotina duplican la posibilidad de éxito frente al placebo", ejemplifica Smith. La nicotina se aplica a través de parches o por vía oral, y estas formas farmacológicas permiten una liberación controlada en el organismo. "El tratamiento de sustitución -explica Smith- provoca una desensibilización progresiva del organismo a la nicotina; no lo puedo hacer con el cigarrillo, porque no se puede saber cuanta nicotina tiene un cigarrillo".

Además de la nicotina, los tratamientos estándar pueden incorporar antidepresivos -como el bupropión, que se usa durante aproximadamente 60 días, y que lleva a tomar todas las precauciones que implica consumir antidepresivos- y una droga -vareniclina- que actúa sobre los receptores de nicotina en el cerebro, es decir, que inhibe a nivel de los neurotransmisores la necesidad de más nicotina, la cual ya no producirá el mismo efecto de placer que antes.

MARCELO RODRIGUEZ

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