Una marcha imponente con 300.000 personas, puebladas en reacción a la detención de De Angeli, cacerolazos ayer y antes, brusca caída de la imagen presidencial... todo en tres meses de paro que desabastece al país. ¿Qué otra cosa debería suceder para que el gobierno entienda de una vez que este conflicto -que viene subestimando- va camino a una grave crisis institucional y a un daño económico incalculable? ¿Cuántas lecciones más se necesitan para salir de una burbuja de soberbia y capricho?
El acompañamiento popular al sector más fuerte de la producción y su larga cadena, es expresivo de un reclamo a gritos: dialogar. Pero dialogar sobre cómo deberían volver al 11 de marzo las retenciones que arbitrariamente el gobierno aumentó sin debate del Congreso y cuyo destino ahora se disimula con un Plan Social. O qué otra alternativa se plantea, si la hay.
Pero anoche el gobierno insistió sobre lo mismo: "no claudicaremos" con las retenciones, volvió a embestir al campo y justificó la ofensiva en las rutas.
Es evidente que el registro político con que se mueve el gobierno nacional no tiene nada de político. Supo durante estos años acumular y reproducir poder creando aliados y mortificando a adversarios. Pero siempre este tipo de proceso de ejercer el poder tiene patas cortas porque no ve a la política como un espacio para la creación, sino como un espacio para la aplicación del poder en una única dirección: la propia.
Esta es la razón por la cual el gobierno nacional está hoy acorralado y consume su poder aceleradamente.
Lo sucedido ayer se conjuga como el dato final que corrobora este déficit. De cara a una crisis con solución política, fanáticamente se negó a percibirla como tal.
Durante cuatro años legitimó, en nombre de infinidad de argumentos, cuanto piquete ganó calles y rutas.
Pero cuando sintió hostiles esos piquetes, reprimió.
Decidir la represión en un lugar emblemático incluso para el gobierno como Gualeguaychú (allí donde Kirchner alentó el eterno piquete contra las pasteras de Uruguay) y decidir la detención del líder del campo más emblemático del país, De Angeli, fue por lo menos un grave error de táctica política. Y un papelón volver atrás al ritmo del clamor de la gente que exigía su liberación.
Lo único que consiguió la acción del gobierno fue desmadrar el conflicto. Los productores parecían abatidos tras la decisión oficial de cortar de cuajo el debate de las retenciones y ahora vuelven a las rutas con más fuerza. La Mesa de Enlace había dispuesto tregua y anoche decidió volver al paro. Las huelgas se ramificaron al transporte de larga distancia y a otros sectores parados por la crisis. Y, por si fuera poco, una contundente parte de la Argentina volvió a zarandear al gobierno en rutas y calles.