Le bastaron sólo unos días al nuevo gobierno municipal para tomar nota de que todos sus planes y programas estarán subordinados a la marcha de las cuentas públicas. Y las primeras señales surgidas de la tesorería no son nada buenas.
El intendente Marcelo Cascón tiene asumido que la expectativa es mucha y que la tregua natural de toda transición se acaba rápido.
Por eso la evidencia de que el municipio funciona en equilibrio inestable -con ingresos en baja y demandas crecientes-, si antes era una sospecha fundada hoy es la principal preocupación de la administración estrenada el pasado domingo.
El presupuesto aprobado en febrero a propuesta de la gestión anterior prevé para todo el año una recaudación por tributos municipales de 36,72 millones de pesos, apenas el 42,8% del total de los ingresos corrientes. El resto corresponde a coparticipación y regalías.
A su vez, el rubro que lidera por lejos los egresos es el de sueldos y cargas sociales, con una asignación estimada para todo el año en 63,7 millones de pesos. De ese modo, las remuneraciones del personal de planta, contratado y político absorben en su conjunto un 74,22% de los ingresos corrientes.
No hace falta ser un entendido para concluir que el margen de acción tiene límites inquietantes y que el dibujo presupuestario puede estallar por el aire si los ingresos del municipio se resienten o los trabajadores redoblan la presión por un nuevo aumento de haberes.
De hecho, esa hipótesis ya está sobre la mesa. El municipio habría registrado en mayo una caída de la recaudación superior a los 600 mil pesos, atribuida a la minicrisis del sector turístico (con efectos sobre el comercio) que provocaron la parálisis del aeropuerto y el cierre del paso internacional Pérez Rosales. Desde el 4 de mayo fueron cancelados unos 180 vuelos y el daño económico para la ciudad no sería inferior a los 13 millones de pesos.
Al mismo tiempo, el SOYEM advirtió que los salarios municipales están atrasados y pretende convenir una "recomposición" para el segundo semestre. Una aspiración entendible en una ciudad que registra un costo de vida superior a la media nacional.
Más allá de la incomodidad que le genere esa demanda, el gobierno municipal deberá aceptar que con los actuales niveles de inflación no hay margen para mantener congelados los salarios por demasiado tiempo.
Cascón adelantó durante la campaña que aplicaría un ajuste severo sobre determinados gastos como los subsidios de la intendencia, la publicidad y el alquiler de máquinas.
Sin duda que las medidas de austeridad en partidas menores son útiles en lo simbólico, pero no moverán demasiado la balanza, donde el peso relativo de la masa salarial tiene una incidencia indisimulable.
Se trata de un problema estructural de vieja data, que impone a Bariloche un típico rasgo de municipio chico.
En consecuencia, además de pedir comprensión y realismo (un clásico en estos casos), lo razonable sería que la nueva gestión asuma el objetivo imperioso de aumentar los recursos, a sabiendas de que los resultados de cualquier plan en esa línea llegarán inevitablemente en el mediano plazo.
En la tasa de servicios, el incumplimiento de los contribuyentes supera el 50 por ciento y allí hay mucho por hacer.
Pero también es evidente que en sus franjas sociales medias y altas, Bariloche es una ciudad "subgravada". El intendente tiene visto que deberá corregir cuanto antes la fallida reforma de la tasa de servicios del ex intendente de Darío Barriga, que priorizó el aumento generalizado de la alícuota y mantuvo valores irrisorios para las grandes propiedades.
La situación aconseja más bien pensar en una actualización completa del esquema fiscal y tarifario, que abarque también otros gravámenes como el derecho de construcción y las habilitaciones comerciales.
Claro que un plan de esas características provocaría un fuerte conflicto si no es acompañado por una mejora visible en los servicios municipales. Otro punto que el anterior gobierno no alcanzó a resolver.
Aun cuando haya indicadores preocupantes en primer plano, el municipio atraviesa una situación que no tiene ni por asomo la gravedad de crisis anteriores.
Más allá de los avatares volcánicos, la economía local avanza a buen ritmo y las inversiones no se detienen. Un buen escenario para poner a prueba el modelo de sociedad participativa y "Estado activo" que no falta en ningún discurso.
DANIEL MARZAL
dmarzal@rionegro.com.ar