Durante 1998, en plena convertibilidad, las denuncias anuales por delitos en San Martín de los Andes orillaban los 1.200 casos. A diciembre del 2007 superaban los 2.000, incluso por encima de los años inmediatos a la crisis del 2001, cuando había desempleo de dos dígitos y criminalidad en alza. En lo que va del 2008, la tendencia sigue siendo preocupante, admiten por aquí los hombres de uniforme.
Hace una década, la población era de unos 22.000 habitantes. Hoy se estima en 31.000. A mitad de camino, en el 2001 había aquí 5,1 policías cada 1.000 habitantes. Hoy hay menos de 4 cada 1.000, y sólo el 50 por ciento de ellos está abocado a diario a cuestiones propias de la seguridad (disminuyen planteles por francos, tareas administrativas...).
Hacia el interior de la "curva" del crimen, las cosas también cambian con el tiempo. Es que, por ejemplo, los delitos contra la propiedad están asociados a un "mercado", por lo que en cada momento se roba o hurta lo que es más fácilmente aprovechable, vendible o canjeable.
Hace diez años, el hurto de pasacasetes era plaga. Hoy es casi inexistente. Desde la salida de la Convertibilidad se incrementó notoriamente en la zona el hurto de herramientas de trabajo (para carpintería, construcción, metalmecánica), elementos de construcción (chapas, grifería, etc.) y elementos de informática. Del mismo modo, en los últimos dos años hay evidencia de incremento en el hurto de ganado vacuno, acaso en sintonía con el aumento del precio de la carne.
Luego, crecieron aquí los delitos contra las personas, en especial en el ámbito de la familia, con situaciones de abuso y violencia de género.
Algunos, con la facilidad de una mirada a primera vista, se sentirían tentados a pedir mano dura. También podrían abrevar en la "tolerancia cero", expresión que impuso Giuliani en Nueva York; primero en la policía y luego en la sociedad. Aquel sistema generó tanto defensores como detractores, pero dejó un dato irrefutable: las detenciones crecieron hacia abajo de la pirámide social (en particular, entre los negros), nunca hacia los ladrones de guante blanco o los que roban desde un escritorio.
En algunos casos puede que se necesite más dureza normativa, pero en ese mundo extraño a la mayoría de los ciudadanos, nada es tan lineal como parece. Por ejemplo, ya se dijo que decreció el número de policías por habitantes en San Martín, pero de allí a deducir que eso provocó un aumento del delito hay un trecho muy largo.
La criminalidad es un fenómeno complejo, cruzado por múltiples variables... y en más de una ocasión, ni los que saben del asunto se ponen de acuerdo.
Sin embargo, hay "cositas" que se pueden hacer sin esperar sesudos estudios. Un policía "de calle" lo decía así: donde falta alumbrado público, está la ocasión de un abuso, un robo o una transacción con drogas (bienvenido el anunciado reemplazo de luminarias); donde hay pastos altos y falta luz, está la ocasión de un intento de violación; donde hay una plaza o un sitio público descuidado, está puesto el escenario para el ocio vicioso; donde hay menores y alcohol, hay problemas; allí donde se descuida una primera denuncia "doméstica", habrá luego una mujer golpeada o un niño abusado.
Corregir esas situaciones no acabaría con el delito, pero sería un buen comienzo.
FERNANDO BRAVO
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