Sábado 07 de Junio de 2008 Edicion impresa pag. 52 > Cultura y Espectaculos
El deseo y la necesidad
La joven cineasta, formada en Francia y radicada en la Argentina, habla de su ópera prima y del proceso íntimo de hacer un filme.

Elogiada por la prensa nacional y extranjera, ovacionada en los festivales y premiada, se estrenó en gran parte del país "Cordero de Dios", ópera prima de Lucía Cedrón.

Lucía nació en Buenos Aires en 1974 pero, dos años más tarde sus padres se exiliaron en Francia por razones políticas; papá Jorge, cineasta, murió en París en el '80, en circunstancias aún no esclarecidas, durante la última dictadura militar. En la Universidad de La Sorbona se graduó Licenciada en Letras, en Historia y en Estudios Cinematográficos, y trabajó para documentales franceses como productora e investigadora. En el 2002 decidió radicarse en Argentina.

Dueña de unos ojos enormemente abiertos y luminosos,Cedrón dialogó con "Río Negro" en el bar del Museo de Arte Latinoamericano Buenos Aires, cielo plomizo, plaza verde amarillento. "Hay una imagen que me gusta usar, la del agua y el vaso. Como "Cordero de Dios" no deja de ser un cuentito, necesito arraigarlo, darle un contenedor; en este caso, la historia argentina, contemporánea, pasada, reciente, lo que sea, con algunas cosas que tuve muy claras como mapa sobre el que iba a caminar. No me interesa tanto el vaso sino el agua, pero sin recipiente, no se puede tomar. Entonces, necesité del vaso, conocerlo bien, que no tuviera fisuras; y el agua sería la condición humana, ese espacio donde nos hermanamos todos, más allá de cuestiones puntuales de los pueblos y las tragedias de unos y de otros. Justamente, cuanto mejor sea el contenedor, más prolijo, más poético, más fuerza le da a todo. Porque es una película y no una tesis de doctorado.

-De cómo resolver situaciones pendientes en nuestro interior...

-Sí... Pero, me interesaban más todos esos aspectos que te dije.

-Y dejar pensar al espectador.

-Por eso no sé si propongo muchas respuestas, sí hacernos juntos ciertas preguntas, algunas que me quitan el sueño. Hay un poema de (Paul) Claudel que dice: para cumplir los sueños hay que tener los ojos bien abiertos primero. Parece paradojal, pero justamente me interesan las paradojas y la película está llena de ellas. Las cosas que me despiertan interés, son aquellas en las que no tengo certezas o respuestas redondas. Cuestiones como, por ejemplo, el silencio como acto de amor... ¿Es legítimo o no, callar una información a un ser querido, cuando se sabe que lo va a lastimar? Yo me lo pregunto y me parece que "Cordero..." declina varias formas de esos cuestionamientos. O ¿qué hacemos con nuestra historia? Si vamos a regodearnos en el dolor me parece que no tiene mucho sentido, porque empezamos a poner el sufriómetro, a ver a quién le tocó peor. No me parece que tenga gollete. Pero, en mi generación, si digo el padre que no tuve, el profe que a otro le faltó, a vos un compañero de la facultad, un amigo que ya no tenés con el que compartías y ya no hay diálogo

de debate, etc.; bueno, a partir de ese momento, el problema pasa a ser de todos nosotros y no ya individual. Desde ese lugar, podés plantearte qué hacemos con esto. Por otro lado, hay ciertas posturas que tengo claras en la vida, la del vaso medio lleno. O sea, es elección ideológica; cuanto más terrible y más tremenda la tormenta, más le canto al sol. Porque...

-Es la manera de dar batalla.

-Exactamente, sí. Todas estas inquietudes están sobre la mesa con forma de cuento porque más que verme como cineasta, me veo como cuentista. Me gusta contar cuentos y que me los cuenten. Eso tiene ciertas reglas, códigos; además, en cuanto al espectador, para mí es una invitación constante a compartir el diálogo. Me han dicho que recurro a la inteligencia o cuento con la inteligencia del espectador. Bueno, desde luego. Es una posición inicial. Otra imagen que usé para armar mi película, es la del rompecabezas, la del misterio. Uno convive con algunas certezas y unos cuantos misterios. En la vida hay que ir conllevando eso. Ciertas cosas no las sabremos nunca y hay que ver cómo lo llevamos adelante. De hecho, son muchas más las que ignoramos que las que sabemos. Entonces, hay pactos de confianza o tácitos para arrancar, de lo contrario, nunca empezaríamos nada. Y esta idea del misterio me interesó llevarla a la pantalla. Y me parece que como están esos baches en la vida real, me gustaba que estuvieran en la peli. Por eso la imagen del rompecabezas. Es como si fuéramos armando un puzzle en el que faltan algunas piezas y las que están alrededor permiten completar y suponer lo faltante, pero nunca con certeza absoluta. Se vive con la misma actitud.

-"Cordero de Dios" es nítidamente cine de autor en el que no es posible hallar rasgos de otros directores. Se ve como un gran paso que compromete lo que viene.

-Hoy digo, me encantó contar un cuento. Dichosa soy de conocer de mí y de la vida, cosas que me hacen muy feliz. Hacer este oficio, me encanta. Podría no haberme gustado, nunca se sabe. En definitiva es un sueño, un berretín bastante costoso y hasta que se logra convencer a quienes ponen los novecientos mil dólares para que salga a contar un cuento (ríe), es una movida. Prefiero no pensarlo porque me apabullo. Pero es realidad. El chiste cuesta eso, así de contundente. Tuve una productora de lujo, Lita Stantic. Como diría un personaje de la película, el diablo sabe más por viejo que por diablo, y yo todo mi respeto en eso. Las condiciones eran siete semanas de rodaje, veinticinco mil metros (de celuloide) y ni un minuto de hora extra. Nunca hice una extra, filmé veintidós de los veinticinco mil que me dieron y ocupé siete semanas, ni un día más. No sé si la película es buena o mala, pero el premio a la buena alumna me lo pueden dar. Me plantearon reglas del juego, fenómeno, con esas barajas, cómo la hacemos? Y la contamos desde allí, con dos o tres máximas que ayudan. Por ejemplo: menos es más. No es pavada pensar en esos términos, porque significa hacer síntesis y quedarse con lo esencial de todo. Fue una película tan difícil, tanta energía tantos años, tanto tiempo, tantas angustias, tanta guita, tantos disgustos, tantas soledades, que si no hay muchas, muchas ganas de contar lo que vas a narrar, mejor quedarse callado en casa. Realmente hay una necesidad, un deseo. Antes de filmar tenía muy claro que no era por pura vanidad; hay gente que tiene la vanidad tan grande que le alcanza para sostener el deseo de filmar una película. En mi caso, fue: la voy a hacer porque si no me muero. Era así el deseo y la necesidad visceral a la que respondía.

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