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Ceguera suicida | ||
Por orgullo, por terquedad o por no entender muy bien lo que está sucediendo en el país, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su marido quieren que el conflicto con el campo se prolongue hasta que los productores rurales se arrodillen ante ellos. Aun cuando lograran su propósito, el triunfo así supuesto se asemejaría al criticado por el historiador romano Tácito cuando escribió "hacen un desierto y lo llaman la paz". Además de destruir por completo la popularidad y por lo tanto la autoridad de la presidenta y modificar drásticamente el panorama político nacional, el paro agrario está provocando cada vez más dificultades económicas. Así las cosas, sería de suponer que la presidenta por lo menos trataría de tranquilizar los ánimos para que se inicie el "diálogo" que casi todos están reclamando. Sin embargo, justo cuando había señales de que los dirigentes del campo podían aceptar un arreglo un poco menos leonino que el improvisado por el entonces ministro de Economía, Martín Lousteau, Cristina optó por mofarse de los ruralistas preguntándose "¿quién puede pasar 90 días sin trabajar?, para contestarse, "sólo los que tienen mucha riqueza y acumularon renta". Se trata de un planteo digno de un empresario sumamente conservador de antes deseoso de descalificar una huelga obrera. No lo entenderá la presidenta, pero hay quienes están dispuestos a hacer grandes sacrificios personales cuando se creen víctimas de una injusticia intolerable. Parecería que para Cristina y, aún más, para su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, ganar esta pelea por los medios que fueran es mucho más importante que el bienestar del país. De otro modo, se hubieran dado cuenta en seguida de que los eventuales beneficios que les supondría poder cantar victoria serían magros al lado de los costos tanto para la sociedad en su conjunto como para su propio "proyecto", razón por la que les convendría buscar una solución un tanto confusa que podría presentarse como un nuevo éxito oficial. Pero a esta altura ya es evidente que los Kirchner no tienen interés en actuar como políticos democráticos normales que, conscientes de que a veces es necesario ceder un poco, son capaces de recuperarse de sus errores. Conforme a su cosmovisión, siempre es un juego de todo o nada. Para justificar su agresividad, la presidenta y su marido se las han ingeniado para ubicar el conflicto con el campo en un esquema ideológico penosamente desactualizado con los chacareros en el papel de "oligarcas" y "golpistas" y ellos mismos en el de los defensores heroicos del "pueblo". Dicha interpretación de la realidad, idéntica a la favorecida por el piquetero y asesor presidencial Luis D'Elía, es caricaturesca, pero parecería que la toman muy en serio. De otro modo, sería imposible explicar su negativa a hacer un esfuerzo por reconciliarse con el sector económico que les brinda el grueso del dinero que precisan para mantener llena la famosa caja y con millones de personas que en octubre pasado votaron por Cristina en las elecciones presidenciales. Que la presidenta se haya sentido conmovida por el sufrimiento de los pobres es sin duda admirable, pero debería entender que de por sí la compasión no sirve para mucho. Valdría más una estrategia gubernamental encaminada a brindar a quienes perciben ingresos exiguos oportunidades para mejorar su estándar de vida, pero por algunas razones que podrían calificarse de pragmáticas los Kirchner son reacios a promover las reformas necesarias. Por los consabidos motivos ideológicos, están comprometidos con un "modelo" económico que se basa en mano de obra barata y por lo tanto a su juicio "competitiva", con el "capitalismo de los amigos" que contribuye a concentrar la riqueza disponible en pocas manos, y con el clientelismo que además de ser denigrante es por su naturaleza empobrecedor, ya que hace de los sectores de menores recursos rehenes de caciques políticos y sus operadores. Asimismo, su resistencia a combatir la inflación con algo más eficaz que la falsificación de las estadísticas correspondientes está causando graves estragos a los presupuestos populares. Puede que el corazón de Cristina esté con los pobres, pero desgraciadamente para ellos su cerebro está en otra parte. | ||
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