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Las familias de Felipe y Elías han restablecido relaciones y recuperado la hermandad. Como uno murió, los dos grandes hermanos no han podido sonreír juntos a las cámaras. Pero los Sapag de la nueva generación se las han arreglado para expulsar a un ente extraño de bigote grande que los separó y, si bien sería excesivo decir que ahora reina el amor en el lugar que pertenecía al odio, lo cierto es que un Sapag, hijo de Elías, ha recuperado el sillón gubernativo, con el consenso de todos. Hay, como era de prever, un consenso discreto en el felipismo y otro de entusiasmo desbordante en personalidades extrovertidas como la de Elías júnior (Gringo) o Pipe. No diría yo que los conozco como si los hubiera parido. Tampoco puedo pretender haberlos parido, porque ése es un oficio femenino. Pero, como quiera que sea, conozco a muchos de ellos desde hace unos 40 años y, confieso, sus mayores jefes -Felipe primero, luego Elías, en ese orden de importancia, y que me disculpe la numerosa prole de El Califa"- ejercieron sobre mí una atracción que sólo -lo digo modestamente- mi "maldad" crítica pudo impedir que se trocara en adhesión incondicional. Como los tiempos cambian, no todo ha vuelto a ser como antes, eso hay que aclararlo. Si en otros tiempos mandaba Felipe y no había quién le hiciera sombra, ahora quien manda es el príncipe Jorge Augusto, formado por Elías para que estuviera donde está. De ahí resulta que él está donde está y Luz, de intendenta en San Martín de los Andes. Edgardo -jefe local como lo fue su padre Amado-, también integrante de la coalición del '91, manda en Zapala. Gringo sigue amarrado a la Autoridad de Cuencas, Nuno a la construcción; Pipe, me han dicho, también. Los de Felipe, en su casa: Luis escribe y de Silvia sólo sé que producía miel -aunque la miel no aparecía cuando hablaba de su primo Jorge- luego de un paso memorable por el Senado que tuvo a maltraer a algunos de sus colegas, partícipes en el escándalo de la Banelco. En toda esa legión sobresale ahora el binomio formado por Jorge y Luz, cada uno en su rol, como que uno es hombre y otro, mujer. El moderado, contemporizador, melifluo, amable, abogado formado en la Universidad Católica Argentina (que no tiene centros de estudiantes, ni agitadores desarrapados que ensucian paredes y cortan calles) que se haya restablecido, devoto de la Virgen intercesora ante la Santísima Trinidad. Ella, en el segundo lugar que corresponde a la mujer en una familia cristiana "comme il faut", es la "gritona" que se permite decir lo que el otro calla. Calla, sí, pero consiente, como consiente que el "luzismo" también pinte paredes proponiéndola para presidir la Junta de Gobierno del MPN, un rezago todavía en poder del sobischismo. Tampoco está de más aclarar que el retorno del apellido a la Casa de Gobierno, con toda la familia detrás, no significa que hayan florecido en su interior vínculos de paz y amor. Hay, como dice un tango, "heridas que no cierran y sangran todavía" o, si no sangran, laten debajo de la piel. Eso me consta. Los une, sin embargo -no diré que el espanto para no abusar de Borges- un interés superior, el poder, bien que no tanto por el poder mismo como porque un elemento extraño, aunque producto genuino del MPN, estaba destruyendo a la provincia de la que son fundadores. Queda por ver qué pasa con el partido que por efecto inercial preside todavía el huinculense Alberto Tucho Pérez. Es, el MPN, una familia aún más grande que la del apellido, unida por lazos que, si no son de sangre, tienen la fuerza de una lealtad estrechamente unida al benéfico calor que devuelve la adhesión al poder. Muy probablemente, ahora que el viraje hacia la caja del poder central ha liberado al gobierno provincial, siquiera sea transitoriamente, del estrangulamiento económico que le había dejado -copio a Jorge- "el gobierno anterior, los punteros se sentirán aliviados. Reconforta que el gobierno sea de uno, pero no reconforta tanto si no tiene plata. Por dar un ejemplo: Sergio Inostroza, el puntero que cobra en el Deliberante y atiende a la feligresía del barrio Ciudad Industrial, forma parte del ejército emepenista de operadores. Él fue leal al gobierno anterior y a su jefa inmediata, la concejala Viviana Gerbán, pero no tendrá empacho en seguir al actual porque su adicción al poder, siempre que la caja funcione, es patológica. Una aclaración final, para que no quede la impresión de que esta familia es una rareza: las hubo con los Romero Feris en Corrientes o los Saadi en Catamarca. Las hay con los Rodríguez Saá en San Luis y los Romero en Salta. Y, por cierto, con familias o sin ellas, los punteros están en todas partes. JORGE GADANO tgadano@yahoo.com.ar
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