Acaso la característica más notable del llamado estilo K consiste en la incapacidad del ex presidente y su esposa de reconocer que a veces les convendría más ceder un poco que continuar exigiéndole al adversario de turno que se rinda incondicionalmente. Aunque siempre fue evidente que el gobierno uruguayo no iba a pensar en obligar a Botnia a trasladar las papeleras que construía de Fray Bentos a un lugar mucho más alejado de la frontera argentina, ya que eso habría significado poner en peligro la inversión extranjera más grande de la historia de su país y abandonar un plan forestal de importancia estratégica, Néstor Kirchner optó por hacer de la disputa una causa nacional, negándose a impedir que los activistas mantuvieran cortadas las rutas en un esfuerzo por arruinar la industria turística de un vecino pequeño. Frente al campo, la actitud de Kirchner y las consecuencias de su dureza fueron idénticas: como sucedió en el caso de las papeleras, sirvieron para prolongar una disputa que pudo haberse resuelto con cierta facilidad. De haber antepuesto el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner el interés común a las obsesiones políticas del ex presidente, se habría superado el conflicto desatado por el aumento inconsulto de las retenciones hace por lo menos dos meses, pero por ser aproximadamente nula la voluntad oficial de llegar a un acuerdo el enfrentamiento ya ha durado casi tres meses y, tal y como están las cosas, seguirán produciéndose protestas por mucho tiempo más aun cuando los agricultores decidan poner fin a su paro.
Si bien la terquedad agresiva de Kirchner le resultó provechosa en las fases iniciales de su gestión, desde que comenzó la pelea con el campo está socavando sus bases de apoyo a una velocidad alarmante, lo que plantea el riesgo de que el país termine precipitándose hacia otra crisis institucional. Todas las encuestas salvo las dibujadas por el oficialismo muestran que la mayoría está harta de la intransigencia del ex presidente y la soberbia que a su juicio es típica de la presidenta actual. Quiere que el gobierno actúe de forma más "normal" y que en lugar de tratar los conflictos como si fueran una cuestión de todo o nada se esfuerce por respetar, en cuanto sea posible, los intereses de los sectores involucrados. Asimismo, el que el ex presidente se haya acostumbrado a tomar personalmente todas las decisiones importantes sin permitir que los integrantes del gabinete disfruten de un mínimo de autonomía virtualmente garantiza que en los próximos meses cometa más errores graves que se resista a corregir.
Además de insistir en que los agricultores paguen retenciones que ellos consideran confiscatorias, los Kirchner no han perdido ninguna oportunidad para provocarlos. Luego de acusarlos de ser golpistas, oligarcas, evasores impositivos, avaros y nada solidarios, permitieron -si no es que la ordenaron- que se pusiera en marcha una política de hostigamiento judicial con detenciones y citaciones por cortar rutas, a pesar de que desde hace años el gobierno tolera los cortes efectuados por los grupos de piqueteros y los ambientalistas de Gualeguaychú so pretexto de que sería injusto aplicar la ley a los "luchadores sociales". Como no podía ser de otra manera, los productores rurales se sienten agredidos por la insólita firmeza gubernamental en defensa del derecho a la libre circulación y se comprometieron a celebrar protestas aún más grandes que las realizadas hasta ahora.
Era de prever que tarde o temprano los Kirchner chocarían contra un sector que mostrara ser tan terco como ellos mismos. Aun cuando los líderes del campo prefirieran deponer su actitud a cambio de algunas concesiones menores, muchos chacareros, en especial los "autoconvocados", los repudiarían, porque están en juego no sólo sus ingresos sino también su dignidad. Por lo demás, saben que el gobierno dista de ser tan fuerte como quisiera hacer pensar. Son cada vez más los gobernadores, intendentes y legisladores que, conscientes de que en última instancia su propio futuro depende de su relación con el electorado, están llegando a la conclusión de que su compromiso con el gobierno podría costarles muy caro y por lo tanto les convendría manifestarse a favor de una postura conciliatoria muy distinta de la asumida por el matrimonio presidencial.