En enero del 2002, luego de la existencia de cinco presidentes en una semana en la República Argentina y ya bajo el mando del Dr. Duhalde, se hizo una convocatoria nacional de responsables de Producción de cada una de las provincias para analizar la situación económica del país.
A mí me tocó representar a Neuquén. Antes de salir, como se rumoreaba que se iban a aplicar retenciones a distintas actividades productivas, en una reunión de gabinete el entonces gobernador Sobisch y el entonces jefe de Gabinete José Brillo (de quien dependía como secretario de Producción) me dieron instrucciones para que, siguiendo la postura histórica del Movimiento Popular Neuquino y de nuestra provincia, rechazara con mi voto la aplicación de retenciones en la economía argentina.
El Dr. José Ignacio de Mendiguren, por entonces ministro de Producción nacional, nos explicó los fundamentos tenidos en cuenta para la aplicación de este distorsivo tributo. Voy a repetir casi textualmente lo que nos dijo hace más de seis años: "Este tributo se aplicará excepcionalmente, por un tiempo limitado, con el objeto de ayudar a devolver a los ahorristas el dinero retenido en el corralito y afectado por la devaluación de fines del 2001".
A pesar del loable propósito inicial, el voto de la provincia del Neuquén fue en contra de la aplicación de las retenciones por los siguientes motivos, explicados en esa reunión y que son de total actualidad.
" Se trata de un recurso antifederal, ya que no se coparticipa a las provincias. El argumento que dio el ministro fue que se aplicarían excepcionalmente y para devolver el dinero a los ahorristas, tarea que debía realizar el gobierno nacional (nada de esto fue cierto).
" Perjudica al interior y beneficia a las concentraciones urbanas, ya que el dinero de las retenciones proviene íntegramente del campo y de las zonas marginales y desérticas (como es el caso del petróleo) y va a ser concentrado para que se maneje en la gran ciudad (Buenos Aires) al arbitrio de muy poca gente -las autoridades nacionales- que seguramente lo distribuirá donde haya más votos, es decir, en las grandes concentraciones urbanas.
" Este tributo grava esencialmente al productor que hace las cosas bien y exporta, no al que vende al mercado interno sin preocuparse por los estándares de calidad, trazabilidad y otros requisitos que se requieren desde el exterior.
" No se aplica prácticamente en ninguna economía importante del mundo; al contrario: todos tienden a favorecer y aliviar impositivamente a los productores que con mucho esfuerzo consiguen vender sus productos en los competitivos mercados mundiales. Algunos países como México protegen a sus productores gravando con aranceles las importaciones, como ocurre con la manzana argentina, que sufre así un doble tributo: la retención argentina y el arancel de ingreso mexicano. Es una hazaña competir en ese mercado con los chilenos, que no tienen ninguno de los dos recargos. Pero los chilenos planifican.
" Era una señal negativa, a contrapelo del cambio de modelo que se quería aplicar luego de las penurias vividas por la economía y los productores nacionales con la convertibilidad.
" Era un instrumento arbitrario que serviría para castigar a quienes no adhirieran políticamente al gobierno nacional o se opusieran a sus medidas, con sólo modificar las tasas.
En ese contexto tan grave y excepcional que vivía el país, la mayoría de las provincias argentinas aun a regañadientes apoyó la medida. Recuerdo que el ministro de Producción de Santa Fe (en ese entonces el gobernador era Carlos Reutemann y aportó el secretario de Agricultura nacional, Ing. Paulón) respaldó la medida pero explicó los contratiempos que sufriría su provincia y, como estaba sentado al lado mío, me dijo que tarde o temprano Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires se opondrían porque el perjuicio era para los pequeños y medianos productores que, en esas zonas, son la gran mayoría. Otros ministros de provincias grandes en la agricultura también visualizaban problemas a mediano plazo, pero lo que nadie se imaginaba era que la aplicación de las retenciones no sólo se iba a extender en el tiempo sino que se ampliarían las alícuotas a las distintas actividades, como pasó durante los gobiernos que lo precedieron, y fundamentalmente la irracional decisión de aplicar retenciones móviles a los granos, lo que por otra parte no constituye ninguna novedad porque ya se había materializado con el petróleo (para cuando pasara de 45 dólares el barril), perjudicando gravemente a las provincias productoras -básicamente a Neuquén, a la que le extrajeron ilegalmente más de tres mil millones de pesos, casi un presupuesto-.
Pasaron los años, el dinero de las retenciones no se usó para devolver los fondos a los damnificados del corralito, el gravamen, tributo o como quiera llamárselo sigue cada vez más grande y ahora se ha armado en la Argentina un formidable problema político que podría haberse evitado con planificación y sentido común.
Pasando a la situación regional, es curioso pero poca gente habla del tema. Solamente algunos presidentes de cámaras con mucha dignidad han mencionado los perjuicios que ocasiona a nuestra región la aplicación de las retenciones. También lo han hecho los diputados nacionales José Brillo y Hugo Acuña y el senador nacional Pablo Verani, con absoluta claridad.
Pero llega la hora de las definiciones.
Los productores neuquinos fueron en el 2005 a la Justicia Federal en reclamo por la iniquidad del tributo, considerado confiscatorio, sin que hasta el momento aquélla se haya expedido. Se presentaron estudios realizados por los gobiernos de Neuquén y Río Negro y por la Universidad Nacional del Comahue, donde se demostraba la influencia decisiva de las retenciones en el precio que recibían los productores: por cada dólar de fruta exportable, cerca de 30 centavos pasaban a engrosar las arcas federales. Se explicó largamente al Congreso nacional, frente a senadores y diputados, que los productores de cítricos tenían una retención del 5% en lugar del 10% que se aplicaba a la fruta de pepita, o sea, que no había racionalidad ni equidad en la aplicación de este tributo.
Hubo infinidad de reuniones con los distintos secretarios de Agricultura de la Nación y con los diferentes ministros de Economía (Lavagna, Miceli, Peirano, Lousteau y Fernández) e incluso los gobernadores llevaron el tema a los presidentes.
Ninguno de los tres poderes dio alguna respuesta hasta el momento.
No estoy de acuerdo con los cortes de ruta, pero debo admirar la formidable paciencia de los pequeños productores argentinos, que han aguantado hasta ahora.
En el mismo lapso en que se fue incubando el problema nacional, en Neuquén con absoluta humildad y persistencia en el tiempo, trabajando en conjunto con la gente del campo, logramos -sintéticamente- un Plan Ganadero, el más antiguo de la Argentina, que incentiva a los productores en lugar de sacarles dinero y que permitió crecer en la producción ganadera, comenzar con los engordes y lograr el estatus sanitario de libre de aftosa sin vacunación, así como aumentar a más de un tercio el porcentaje de carne neuquina que come la población local. El objetivo final es la exportación -si nos dejan- o colocar al sur del Paralelo 42º lo que se produzca.
En materia de fruticultura se logró, con el Premio Estímulo, que la mayoría de los productores participara activamente y en bloques en la lucha contra la carpocapsa, reducir significativamente los daños, constituir un seguro contra granizo que alcanza además a la vitivinicultura, los cultivos de carozo y la horticultura y, además, aumentar la superficie implantada, perdonando impuestos y deudas a los pequeños productores y a través de la intervención de la Legislatura provincial, que siempre apoyó estas políticas por amplia mayoría.
En forestación logramos realizar el primer relevamiento forestal de bosques implantados de la Argentina, el programa Confianza Forestal y la implantación de una ley provincial que estimulara la poda, el raleo y la plantación de especies como salicáceas y pinos, transparente y desligada de cualquier amiguismo político.
Tanto en ganadería como en fruticultura y forestación se sancionaron leyes que tuvieron continuidad en el tiempo, generando políticas de Estado.
Allí aprendimos que trabajando codo a codo con el campo es muchísimo lo que se puede lograr para la provincia y el país y que la respuesta de esta gente es rápida, permanente y generosa.
Es mi deseo que esto termine bien, por el bien del interior y de todo nuestro país y por las fuentes de trabajo de tanta gente. Sería muy importante que el gobierno nacional recapacitara y buscara aliarse con los chacareros, que son gente noble, sincera y fundamentalmente de trabajo, ya que la holgazanería ahora se ha refugiado en las ciudades.
En esta hora decisiva quiero dejar perfectamente clara mi postura: creo que la gente del campo tiene razón y está luchando por un país más justo, más equilibrado, más serio y más competitivo. Pero, además de los argumentos técnicos aquí explicados y otros que han sido debidamente expuestos en estos días, lo hago por la memoria de mis abuelos, don Pedro Dötzel y doña Benita Casayouz, viejos productores rurales de la zona de Fortín Uno, Pichi Mahuida, Benjamín Zorrilla, La Media Luna y Choele Choel que hace más de 75 años tenían ovejas, máquina de esquilar y vacunos. Mi abuelo participó activamente en la organización de las agrupaciones rurales del antiguo territorio del Río Negro, luchando en paz por los mismos objetivos que hoy llevan adelante las mujeres y los hombres del campo de toda la República Argentina. Por todas estas razones, técnicas, políticas y sentimentales, la adhesión a esta gente es cada vez mayor.
MARCELO FERNÁNDEZ DÖTZEL (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Ingeniero. Ex secretario de Producción de Neuquén (2000-2003) y ex ministro de Producción y Turismo
(2003-2007)