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Protestas inútiles | ||
Un fantasma recorre Europa, América del Norte y el resto del planeta: de que el crudo llegara a costar 200 dólares el barril o más. En tal caso, el impacto en la economía mundial sería con toda seguridad muy negativo. La inflación que ya está provocando dolores de cabeza en los países ricos donde más del 2 por ciento anual es considerado excesivo recibiría otro impulso, continuaría la escalada de los costos de los alimentos, lo que perjudicaría a centenares de millones de personas que ya tienen problemas para nutrirse, y sería mayor el peligro de que la desaceleración de la economía estadounidense se vea seguida por una recesión. Si bien el precio del crudo todavía no ha alcanzado los 200 dólares previstos por los agoreros, acaba de superar los 135 dólares y en opinión de algunos expertos podría seguir subiendo en los meses próximos hasta llegar a un nivel que hasta hace poco hubiera parecido imposible a menos que se produjera una conflagración catastrófica en el Medio Oriente. Con todo, los aumentos recientes han sido suficientes como para desatar protestas masivas contra las alzas constantes por parte de camioneros, pescadores y agricultores en el Reino Unido, Francia, España y Portugal. Lo que quieren es que el gobierno local baje los impuestos a la nafta y subsidie a quienes la necesitan, pero una "solución" de esta clase sólo serviría para que otros paguen los costos de lo que está ocurriendo. Sin el dinero procedente de los impuestos al petróleo, los gobiernos europeos tendrían que elegir entre reducir sus gastos, lo que supondría recortar los servicios sociales, e intensificar la presión tributaria sobre otras actividades. Puesto que ambas alternativas son malas, sobre todo en países en que la ciudadanía está acostumbrada tanto a la protección que le brinda un Estado benefactor generoso y al crecimiento económico, es comprensible que en Europa las autoridades hayan preferido dejar el asunto en manos del mercado con la esperanza de que haya menos demanda de crudo y que en consecuencia su precio comience a caer. Por cierto, de subsidiarse el consumo de hidrocarburos pocos se preocuparían por usarlos con más eficacia. Antes bien, tal y como ha sucedido en nuestro país, mientras los precios sigan siendo soportables, los consumidores no tendrían motivos para modificar sus costumbres, razón por la que los problemas relacionados con los recursos energéticos no podrían sino agravarse. La razón del aumento fenomenal del precio del petróleo que hemos visto últimamente no es muy clara. Aunque es evidente que China y, en menor medida, la India, necesitan cada vez más, su consumo no ha crecido tanto como para explicar la duplicación del precio del crudo en el lapso de un solo año. Asimismo, el temor a que la oferta ya haya alcanzado su punto máximo y por lo tanto no aumentará en el futuro no condice con la existencia probada de vastas reservas de acceso difícil, como las recién descubiertas bajo el mar frente a la costa de Brasil y en las arenas bituminosas de Canadá y Venezuela cuya explotación sería económicamente factible. También ha incidido la especulación de quienes están acaparando opciones para comprar grandes cantidades de petróleo a fin de aprovechar las alzas resultantes. Los hay, pues, que prevén que el precio pronto baje mucho, pero aún así escasean los especialistas que crean que pueda volver a los niveles de apenas un lustro atrás cuando era levemente superior a 20 dólares el barril. Sea como fuere, todos los países del mundo, incluyendo la Argentina, tendrán que adaptarse a las circunstancias. La mayoría ha optado por permitir que el mercado fije los precios de los combustibles por creer que sería irracional actuar como si las alzas que se han producido se debieran sólo a una burbuja pasajera que no tardaría en estallar, devolviendo así la situación a la "normalidad". En cambio, nuestro gobierno se ha resistido a hacer frente a la posibilidad de que sea permanente el aumento de los costos energéticos y que por lo tanto cuánto más se demoren los ajustes correspondientes más traumáticos resultarán. Puede que tal actitud haya ayudado a atenuar en el corto plazo los efectos de este nuevo choque petrolero, pero la forma elegida para hacerlo garantiza que las dificultades futuras sean aún mayores que en los demás países. | ||
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