Al interior de una cárcel, detrás de incontables rejas que van cerrándose a sus espaldas, una detrás de otra, David Sandoval, ha vuelto al principio. Como cuando tenía 8 años se encuentra solo. Apenas auxiliado por sus compañeros de estancia. Divididos entre quienes creen su versión de los hechos que se le imputan, y quienes no, o no les importa acaso si este hombre fornido es un asesino o un "perejil". La historia de Sandoval tiene muchas lagunas. El relato comienza con la imagen de una familia de ocho hermanos, con un padre ausente y una madre en un pequeño departamento. Sandoval, se caracteriza a sí mismo como la "oveja negra" de la familia.
El siguiente episodio de su biografía lo presenta en el departamento cuando ya todos han tomado su rumbo y, acto seguido, en la calle. Para siempre. De allí en más sigue su derrotero por la delincuencia. Sandoval tuvo menos oportunidades que la mayoría de nosotros, de eso no hay ninguna duda. Como no hay duda de que esto no lo exculpa de sus actos. Simplemente lo explican fragmentariamente.
A los 17 años vivió un hecho simbólico y anecdótico que lo marcó. Robaba cada tanto el dinero de una iglesia hasta que un día el cura lo descubrió. El religioso lo perdonó pero el castigo no fue divino, sino a los golpes. Según su versión, aquella fue la última vez que delinquió en su vida.
"Si yo soy más bueno que el pan", asegura Sandoval ante una pregunta acerca de su condición de hombre bueno o malo. Sus ojos no poseen la misma carga dulce de sus palabras. Es la mirada oscura, apagada, de alguien que se encuentra atrapado en un destino trágico.
-¿A qué se dedicaba padre?
-Era albañil, pero en sí, él nunca estuvo con nosotros. Muchas veces cobraba y se iba a Chile, era de Villarrica. Mi mamá era argentina. Somos ocho hermanos. Dos fallecidos.
-¿En la estructura familiar qué lugar ocupabas?
-Yo ocupé el lugar de la "oveja negra". Mis padres en el 82 se separaron y a mis hermanos se los llevaron, a todos, se fueron con una y otra tía. Fueron dispersados y quedé yo solo. Teníamos un departamento en calle Belgrano.
-Totalmente solo.
- Me ayudaban los vecinos.
-¿Tan oveja negra fuiste como para que te dejaran así?
-Yo creo que si hubiera sido como mis otros hermanos, alguien habrían dicho lo vamos a llevar, pero no me llevó nadie.
-¿Nunca se preocuparon, nunca preguntaron por vos?
-No, mi padre ya tenía otra señora, quedé a la buena de Dios.
-¿Cómo fue tu vida en ese departamento?
-Estaba frente a la Escuela 258, ese departamento se lo habían dado a mi mamá. No me quedó otra opción que empezar a rebuscármela y le agarré el gusto a la calle. Me fui a Neuquén, ahí me instalé en la terminal vieja. Conocía a todos los dueños de los restaurantes. Me ayudaron un montón. No te voy a decir que no robé. Sí robé. Hice cosas que no tendría que haber hecho.
-¿Te considerás un hombre bueno?
-Sí. Anduve mucho tiempo en la calle de chico hasta que dije basta.
-¿Y qué te hizo cambiar?
-Fue una experiencia drástica. En Buenos Aires. Yo seguía robando y no me faltaba mucho para cumplir los 18. Fui a robar plata a una iglesia católica, cerca de la Casa Rosada. Entré y eso ya me había salido dos o tres veces bien. A la cuarta estaba sacando la plata y me ve el cura, viene y me dice que estaba haciendo mal porque le robaba la plata a Dios. Me dijo: "vamos a dejarla, no tiene que hacer esto". Dejé la plata y me llevó por los recobecos y me pega una satunga, me dio hasta decir basta y yo tenía 17 años. Después me dio un café con leche y me pagó el pasaje a Río Negro.
-¿Y te acordás de cuando conociste a la psicóloga Carmen Marcovecchio?
-Yo recorrí todos los lugares, los hogares de menores y el último fue el de Santa Genoveva. Yo lo que siempre dije es que psicólogas me atendieron muchas.
-¿La recordás físicamente?
-No, porque siempre me escapaba del hogar. Me hablaba mucha gente.
-¿No la tenés registrada a pesar de que tuviste enfrentamientos con ella?
-Yo no me acuerdo. Así dicen. No me acuerdo de eso. Me acusaban de que le había levantado la voz.
-¿Alguna vez te encontraste con una situación violenta?
-No, gracias a dios no.
-Sufriste cosas importantes de chico ¿te generaron odio o violencia?
-No, la calle me enseñó cosas malas y buenas y de ahí en más, cuando cumplí mayoría de edad, era mi decisión de cambiar el rumbo y dejar eso.
-¿Esas personas que te juzgaron y condenaron por qué te tendrían que creer incapaz de matar?
-Sabemos hoy en día cómo está la Justicia. Lamentablemente así como ha pasado en mi caso hay otros casos que no han sido resueltos. Se cometieron muchos errores. Yo estoy tranquilo y mis compañeros de la celda me dicen: ¿Cómo podés estar tranquilo?
-¿Hay algo que te ligue a estos crímenes? ¿Estás totalmente ajeno?
-Estoy ajeno a eso. En ningún momento llegué al laboratorio, lo máximo es una cuadra donde limpiaba los toldos en Amicci. No tenia idea que era un laboratorio.
-Es muy difícil entender que si no anduviste por ahí cómo fue que tu huella llegó hasta el lugar.
-Fueron plantadas desde ya te lo digo.
-¿Te ves a vos mismo cometiendo un crimen de esta naturaleza?
-Yo estuve con la droga y pude perderme pero nunca de esa manera.
-¿Te cree la gente que te rodea?
- Si, mucha gente de acá adentro me cree. Acá se saben las cosas.
-¿Y qué se dice de vos?
-Lo que se dijo desde un principio: que soy un perejil.
-Mi reacción natural como periodista, si estuviéramos sólos, sería sentir miedo de vos. ¿Qué me dirías al respecto?
-Yo te diría ¿por qué tenés que tener miedo?. ¿Te parezco una persona agresiva? Yo soy más bueno que el pan. Me duele hasta matar una hormiga.
-¿Qué piensas de Ketty de Bilbao?
- Me hubiera gustado que hable, esa señora me iba a salvar. Lo sé y no estaría acá.
- ¿Por qué pensás que fuiste el elegido para ser incriminado?
-Por el hecho que a mí me conoce mucha gente. Pero así como me tocó a mi le pudo haber tocado a cualquiera.
-¿Pensás en tu hijo?.
-Lo extraño. Lo echo de menos y pienso si estará necesitando algo.
-¿Todos te abandonaron?
-Si, porque a mi hijo lo perdí. A mi matrimonio también lo perdí. Mis familiares vienen muy poco.
-Volviste al principio, otra vez estás solo.
-Y si. Gracias a Dios sigo con fuerza confío en que dios hace milagros y algo va a pasar. Alguna respuesta se viene.
- Siempre quise hacerte esta pregunta, cara a cara David, verte a los ojos ¿Asesinaste a esas mujeres?
-No, ni siquiera se me cruzó por la cabeza.
-¿Ahora que te has vuelto religioso: le dirías lo mismo a tu Dios?
- Él sabe todas las cosas. Le diría que no las maté.
LUIS LEIVA - CLAUDIO ANDRADE (Informe: Lorena Faht)