MADRID (DPA).- Desde hace años, el mexicano Alberto Ruy-Sánchez (1951) aborda el deseo de hombres y mujeres en sus novelas, en la búsqueda de esa otredad que dé la clave para una vida más abierta al erotismo. En su última novela, "La mano del fuego", vuelve a Mogador, el sitio entre mítico y real de Marruecos, para contar nuevas historias.
"Me gustó mucho una definición del asombro que encontré en un diccionario árabe, que me tradujeron. El asombro es el impacto agradable que ejerce en ti algo lejano o que no conocías y que la razón juzga maravilloso. Esta idea de la otredad es el motor del deseo, pero puede ser algo que está fuera o dentro", señala en entrevista en Madrid con DPA.
Lo que más lo conectó sin embargo con Marruecos fue su similitud impresionante con México, en la supervivencia árabe que aún hay en el país latinoamericano y que llegó a través de España.
"La mano del fuego. Un Kama Sutra involuntario" cierra un ciclo de cuatro novelas sobre el deseo, enfocadas en diferentes aspectos que comenzó con "Los nombres del aire" (1987) y siguió con "En los labios del agua" (1996) y "Los jardines secretos de Mogador" (2001).
Casi "sin querer", al poner interés sobre los deseos de las mujeres, muchas de ellas comenzaron a escribirle, lo que se multiplicó con Internet. De estas historias que le cuentan nacen situaciones y personajes de sus libros. "Siempre hay algo que va más allá de lo que uno puede imaginar. Si yo simplemente me inventara las cosas nunca podría tener tantos detalles tan ricos".
Con respecto a los actuales cánones de belleza y las operaciones de estética, Ruy-Sánchez señala que "siempre en toda sociedad habrá la tendencia a igualar, a homogeneizar. Cada moda y cada cosa que rompe una regla genera imitaciones. Pero lo que es importante es que nuestro cuerpo es un diez por ciento de materia y un 90 por ciento de imaginación. Y esa imaginación está movida por el deseo".
"Lo importante es el encuentro del deseo -añade-. En una pareja que pasa, con una mujer que se viste como un comercial de joyas y un hombre que se viste como un comercial de automóviles, ellos se encuentran. Tal vez no tenga que ver nada contigo o conmigo, pero es el encuentro de ellos lo que crea dónde está su deseo y de qué manera pueden vivirlo. Así vamos todos creando diferentes posibilidades, yo creo en la diversidad del deseo".
"Uno siempre se lleva sorpresas de las perversiones, en el sentido positivo de variación, que es infinito. A veces la gente que parece más estereotipada es más osada y la que parece más osada es más tranquila. Estamos llenos de paradojas".
Hasta ahora, en su tetralogía el autor dejó a un lado todo lo que tenía que ver con el mal. "Eso va a estar en mi siguiente libro, que cuenta la historia de una mujer que fue seducida por un hombre, durante unos años fueron amantes, pero el objetivo era solamente asesinar a otro hombre, que era Trotsky. Lo voy a contar desde el punto de vista de la mujer".
Para ello, ha ido a la cárcel a escuchar a las presas. "Si tú le preguntas a un abogado por qué están allí, te dirá que por el artículo tal o cual, pero si le preguntas a una de ellas, te dirá: 'porque me traicionaron'. Estoy buscando mujeres traicionadas".
Ruy-Sánchez cree que en la seducción, en el acto de ser agradable a los otros, hay algo ridículo. "En la belleza hay algo feo. Me ha pasado de ver una mujer tan bella, tan bella, que es horrible, porque es una belleza tan estereotipada y tan consciente de su belleza, que se convierte en algo horrible".
"Qué bella no es vanidosa, pero la vanidad es horrible", asegura. Sin embargo, no es algo exclusivo de las mujeres, sino que "pasa en todas las dimensiones de lo positivo. Los franceses tienen una expresión que es "la pequeñez del gran hombre"; como un Premio Nobel vanidoso. A veces no conviene acercarse por ejemplo a un gran artista o un gran músico que uno admira, porque como personas decepcionan".
En México han tenido que pasar dos generaciones para que los hombres lean sus libros, aunque ahora sí se ve a jóvenes en las presentaciones. "No hay ningún escritor de mi generación al que le gusten mis libros", dice riendo Ruy-Sánchez. "Y lo menos que me dicen es que soy un claudicante, porque escucho a las mujeres y hablo de los defectos de los hombres. Dicen que no es erotismo lo que hago, sino 'nada más' sensualidad".
Ello se debe a que en sus libros se subraya que "al estar dentro de una mujer no la posees, aunque tengas el mapa. Eso no lo entiende alguien que espera que escribas 'y entonces abrió las piernas, etc., etc.".
Su recorrido por este camino nació precisamente al reconocer que él era "un típico macho mexicano", al empezar a vivir con una pareja y verse reflejado en todos los lugares comunes, como querer acostarse con todas sus amigas. Ya son muchos años, añade en tono de broma, "pero he descubierto que lo del macho mexicano no se quita tan fácilmente".