NEUQUÉN (AN).- Hay ritmo de cumbia en el baño de los varones. Pero también suena una hormigonera con la panza llena. Llueve afuera y la luz es raquítica. Igual, con la cara llena de risa cuatro pibes pegan cerámicos azules en el piso.
Los chicos de 16 usan gorras con la visera doblada y jeans y camperas anchas. Arrastran las vocales cuando saludan y responden con picardía y afecto a las preguntas de "la dire" María Inés.
Los estudiantes de segundo, tercero y cuarto año de la escuela Nuestra Señora de la Guardia no tienen problemas a la hora de arremangarse y aprenden albañilería, cocina, teatro, plástica y diseño a la par de las materias comunes. También, de la mano de los profes, trabajan en el reciclado de computadoras, la cría cerdos, de pollos, pavos y la construcción de un invernadero.
El proyecto comenzó en el 2005 pero recién en el 2006 pudieron mudarse al edificio propio, que no está terminado. Pero están en marcha. Y se nota.
La institución se hizo con el aporte de un filántropo italiano llamado Santiago Garibaldi pero depende del Obispado de Neuquén y de la pasión de docentes y estudiantes. Lo único que debe hacer el Consejo Provincial de Educación es pagar los sueldos del personal, pero no lo hace. Burocracia pura, que no alcanza para frenar el proyecto que involucra a chicos y grandes de una de las zonas más alejadas y postergadas de la ciudad capital.
"Cuando empezamos pensábamos que no llegábamos al viernes, y cuando llegabas a ese viernes la sensación era que había terminado todo, que el lunes ya no arrancábamos. Pero sobrevivimos y esto marcha, parecía imposible pero marcha", ríe la profesora "Pata" a quien sus padres bautizaron Patricia. Su apellido es Cañada.
-Andá al baño de las chicas; estamos azulejando acá. ¿Cómo te fue en inglés? -le pregunta María Inés a un chico flaco y de flequillo engominado. "Bien, bien, me fue bien", dice el pibe y también sonríe y sigue por lo suyo.
Hay acción en la cocina: las pizzas están listas y las hamburguesas ya tienen forma pero no queda strudel. Apenas algunas masitas. No hay tiempo para atender a la prensa cuando el horno está caliente. Y hay apuro pues las pizzas están destinadas a los chicos de una escuela primaria, en realidad un anexo, que funciona en corazón de las tomas Almafuerte I y Almafuerte II. El jueves los chicos de Nuestra Señora de la Guardia llevaron a esa primaria comida, valeros y también una exhibición coreográfica. No es una semana cualquiera. Es "La semana de la posibilidad".
Caminamos por la escuela, detrás de la directora María Inés Cafiero. Ella habla por teléfono, agenda números, explica, resuelve y decide a cada paso. No parece estresada. Pasa otro chico.
-¿Cómo te fue en inglés, Emi?
-Me fue bien, sí, sí, tengo aprobado -responde el pibe con cara de atorrante.
-Aprobaron todos... ¿estuvo generosa la profe? -interroga María Inés y mira compinche.
Los de cuarto se mueven con sapienza y los de segundo le dan el ritmo. Todos aportan.
Afuera llueve a más no poder. Adentro también, a través de múltiples goteras.
A los 240 alumnos de la escuela Nuestra Señora de la Guardia no parece importarles. Tampoco a "la dire".
Al mediodía, el establecimiento bulle. Hay energía en los pasillos y en las aulas de piso rústico. Faltan puertas, sobran ganas. El colegio está en Valentina Norte, junto a las arenas rojas del Hipódromo, hermanado a las últimas tomas de la ciudad capital, de donde son los chicos que inyectan vida al enorme e inconcluso edificio. Sobran necesidades en este rincón neuquino, ubicado justo en el límite con Plottier. Por eso, por lo menos a los ojos de este cronista, resulta curioso ver a los chicos espiando a la ciudad a través de las imágenes del Google Earth. Desde arriba, sus casas no se ven tan lejos del centro. La conexión a internet la logró Leandro Torroija con un módem inalámbrico y con un costo de $ 400. Ahora, con el profesor Oscar De la Canal quieren llevar la red a otras escuelas, también las computadoras que reciclen en el taller del colegio. Seguimos caminando.
"Estos son calefactores rusos, los hicieron los chicos, adentro tiene una serie de huequitos que van demorando la salida del humo y van calentando el ambiente. Ponés leña acá abajo y arriba en estos hornos podés cocinar pan o lo que sea. Todo lo hicieron ellos y los hornos los armaron con restos de termotanques que levantaron en el basural", comenta María Inés, chocha con la fabricación casera. El calefactor ruso están en el pasillo, frente a los baños de la cumbia y aquí los ladrillos se pegaron con mezcla de cemento, arena y cal. Unos metros hay otro de barro, otro material posible. En lo que será el invernadero Mauricio y Alexis sueldan un caballo o chancha para los chicos del anexo. Le pintaron una llamarada y le reforzaron los bordes. Es para el patio de juegos. El tanque también llegó desde el basural.
Parece que todos aprobaron inglés. La profesora María Clara Fort clarifica el fenómeno. Hace una semana fueron a ver una obra en la lengua de Shakespeare al cine teatro del centro. Los chicos sorprendieron a los actores de "Excalibur" pues les hicieron preguntas en idioma sajón.
En "la semana de la posibilidad" sobran actos solidarios y los chicos pueden recuperar materias o dedicarse a los emprendimientos productivos. El futuro posible se abre hacia muchas otras nuevas semanas.