El hombre de seguridad que está en la esquina de la casa de Sandro no quiere hablar. "Nadie te va a dar bola. A la gente no le gusta meterse". Cuesta creer que un barrio entero desee guardarse para sí mismo lo que pueda saber (o suponer), sobre todo cuando se trata de algo tan benigno como contar qué hace cotidianamente el vecino más popular de Banfield. "Todos los días vienen fanáticos a dejarle cartas y regalos", es lo único que aporta el hombre de seguridad, quien invierte todo su empeño para cortar la conversación con respuestas como "No tengo idea" o "No sé".
A la vuelta de la casa de Sandro, en Larroque y Pavón, está la florería Mc Alister. Esa esquina desborda cada cumpleaños de Roberto y, también, en fechas como el "Día de los enamorados". Las fanáticas van a comprar flores y aseguran que a la vuelta de la casa de Sandro, sobre la calle Acevedo, están preparando un museo del artista. Aunque nadie pudo confirmar ni desmentir esto, el comentario está instalado en el barrio. Lo que sí asegura Agustín, de Mc Alister, es que en los últimos ocho años nunca vio pasar caminando al cantante. El que sí lo vio es el empleado de la noche, pero arriba del auto.
Eran las tres de la mañana de un noche especial. Lo habían nombrado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires. "Podés parar en la esquina", le pidió Roberto a su amigo que manejaba. El auto se detuvo frente a Mc Alister. Bajó la ventanilla y llamó a José, encargado del turno noche de la florería. "Me daría un rosa, por favor". Su esposa Olga sonrió por el gesto espontáneo. El chico, entre incrédulo y adormecido, no creía lo que estaba viendo. "¡¡Sandroo!!", gritó y le pidió un autógrafo. "¡Cuándo se entere mi vieja!".
Sandro nunca fue de caminar por el barrio. Prefiere evitar el asedio. Todos saben que está pero nadie lo ve. A excepción de cada 19 de agosto, cuando Roberto cumple años. Esos días la zona vive una mezcla entre caos, pasión y efervescencia. Las seguidoras invaden los alrededores desde una semana antes, con la esperanza de saludar a su ídolo, sacarse una foto o conseguir un autógrafo. Atento, Roberto intenta que Banfield conserve la tranquilidad y que "sus chicas" estén bien. Entonces, la confitería Las Vegas, que está a una cuadra, recibe el llamado de Roberto. "Llevale facturas y café a las nenas". Además, una ambulancia aguarda en la puerta de la casa por cualquier urgencia. Después de su cumpleaños, Sandro se ocupa de que todo vuelva a la normalidad. Si algún jardín vecino fue arruinado, él mismo manda un jardinero y paga el arreglo.
Otra constante es que varios comercios de la zona tienen fotos del ídolo. En Las Vegas se puede ver la más reciente, en la que Roberto y Olga posan con la torta de su casamiento. Otra, muy especial, es la que está en la pizzería frente a la confitería. Una gran foto con el autógrafo "Para mis amigos". Pero allí, sus dueños no quieren saber nada. "A los periodistas los echo", escupe la señora, irritada. Un poco más serena, cuenta que una vez le inventaron una nota en la que ella resultó ser "la confidente" de Sandro. Su marido tuvo que llamarlo a Roberto para explicarle que se trataba de un invento. "Lo que pasa es que ella está muy verde para estas cosas", los tranquilizó Roberto.
JUAN IGNACIO PEREYRA
El hombre que más sabe de Sandro
Darío Súarez, es un admirador de Sandro. Y con el tiempo se ha transformado en su más importante biógrafo. Ha escrito un libro muy detallado e imprescindible para los seguidores el artista- “Sandro, el ídolo”- que va por su cuarta edición. Conversó con “Río Negro”.
- Trabajaste intensamente sobre la vida de Sandro para escribir el libro ¿Qué sorpresa te deparó tratar con él, en relación al imaginario que vos te habías forjado antes de tratarlo?
- Yo fui a buscar al artista pero se me reveló un ser humano muy interesante, muy sensible.
- Siguiendo ese razonamiento, uno puede inferir que no hay fanáticos de Sandro, sino cariño, afecto.
-En otros términos, si Sandro no hubiese cantado y fuese, bicicletero o deshollinador, humanamente sería igual.
-Exacto, exacto. Para escribir el libro hablé con mucha gente que lo ha tratado, sus amigos de pibe en Valentín Alsina, su amigos de la adolescencia, sus arregladores, sus músicos, el médico que operó en varias oportunidades a doña Nina, la mamá de Sandro. En cada uno de esos planos, siempre recogí la misma opinión: Es un ser inmenso.
-Es también un caballero.
- A él le gustan mucho esas etapas finales del Medievo, ese tránsito hacia un mundo más abierto, el mundo de las posturas personales, la integridad de uno ante su tiempo Le gustan muchos las novelas de caballería…
-¿Es un hombre rico Sandro?
-Ha estado muy bien, por supuesto. El mismo confesó incluso que lo agarró el “corralito”. Y también es cierto que la enfermedad, bueno, reclama muchos recursos.
-¿Habla de por qué no tuvo hijos?
- Es un tema que se reserva, y si habla siempre vincula esa decisión a su carrera artística, que como dice “se me pasó muy rápido”. Es decir, sostiene que los hijos son demasiados importantes como para que uno se esté dedicando de lleno a otras cosa que no sea a ellos…Yo estoy convencido de que Sandro “armó” su vida, nada ha sido improvisado, sus decisiones siempre fueron racionalmente meditadas.
- ¿Por ejemplo no vincularse al poder político? Lo social está fuera de sus canciones.
- No, no, no me parece que sea así. No es un autor de protesta, pero todas sus canciones están siempre vinculadas a la intimidad del ser, al amor, al dolor, a la injusticia, al respeto por el otro.