Miércoles 21 de Mayo de 2008 Edicion impresa pag. 26 y 27 > Internacionales
Johannesburgo parece un campo de refugiados: apelan a militares

Johannesburgo, la mayor metrópolis económica de África, se convierte en un enorme campamento de refugiados. Tras días de brutal violencia contra inmigrantes de otras partes del continente y de Asia, la ciudad está repleta de extranjeros traumatizados.

Organizaciones humanitarias se unieron ayer al reclamo de la oposición sudafricana a favor de la intervención del Ejército para detener los ataques xenófobos en Johannesburgo. El reclamo recibió también el apoyo indirecto del primer ministro de la provincia de Gauteng, donde se ubican Johannesburgo y Pretoria. Según cifras no oficiales, desde la irrupción de la violencia hace diez días en la barriada de Alexandra, unas 30 personas perdieron la vida, cientos resultaron heridas y unas 13.000 fueron desplazadas.

Anoche, un mozambiqueño fue quemado vivo frente a una multitud enfervorizada.

Los desplazados provienen de Zimbabwe, Mozambique, Malawi, Somalia, Pakistán, la India y China . Muchos de ellos apenas consiguieron salvar la vida, otros pudieron llevarse una valija, una manta o una radio. Otros fueron separados de sus familiares y buscan con desesperación averiguar su paradero.

"Es simplemente triste", dice el obispo Paul Verryn. En su iglesia metodista acampan unas 1.300 personas en indecibles condiciones de higiene. Están aterrorizados, cansados y algunos incluso heridos. Sólo unos pocos se atreven a decir su nombre. Sus relatos contienen imágenes de la brutalidad con la que fueron expulsados de sus hogares. Cuentan que grupos de hombres borrachos y gritando destrozaron las cabezas de inmigrantes con ladrillos, o los quemaron vivos.

"Sólo queremos irnos", dice una zimbabwense que ya no ve con tanto horror la violencia que dejó atrás en su país.

En la comisaría de Jeppestown duermen 1.500 personas acorraladas en un patio trasero a la intemperie, bajo el frío del invierno sudafricano. El agua potable y los baños son insuficientes, y no hay posibilidad de asearse.

La policía está colapsada, el Estado abandona a los refugiados librados a su suerte y a la generosidad privada. Miembros de organizaciones humanitarias intentan sacrificadamente aliviar el duro destino de esta gente. El Estado, por el contrario, se mantiene impasible, alimentando las dudas sobre su capacidad de respuesta. Los hospitales no estuvieron en condiciones de atender a los heridos en la ola de violencia durante el fin de semana, señaló el diario "The Star" .

Para la vieja guardia política que luchó contra el "apartheid" desde el exilio, el estallido de violencia xenófoba es especialmente vergonzoso. La nación de Nelson Mandela sufre un problema tradicionalmente endilgado a Europa: el odio radical contra los extranjeros.

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