Miércoles 21 de Mayo de 2008 Edicion impresa pag. 51 > Cultura y Espectaculos
Carbonillas en Bellas Artes
Es una exposición de más de veinte dibujos. Son de Mauro González y Daniel Deambrosi.

NEUQUÉN (AN).- La génesis de "Contrabelleza" puede resumirse más o menos así: la consulta de un estudiante a su maestro sobre un dibujo hecho en carbonilla y la incitación, acertada, de este último para que su discípulo pegara una hoja en el comedor de la casa y dibujara... y dibujara todos los días un poco. De esa forma Mauro González dio vía libre a su trazo y creatividad, sin pensar ni remotamente que al corto tiempo estaría exponiendo sus obras junto a las de su profesor de Bellas Artes, Daniel Deambrosi.

Hoy, la muestra de más de una veintena de dibujos, bautizada "carbonillas como para un asadito" por González o "serie de retratos, serie de bocas, serie de espectros" por Deambrosi, viste la sala Carlos Fuentealba en la Escuela de Bellas Artes (Lanín al 1950). Allí se quedará hasta el 20 de junio, abierta a todos los interesados en visitarla desde las 14 hasta las 23.

Como si fuera un manifiesto por la visibilidad de "lo siniestro" o una revancha de lo feo -la contracara del modelo de belleza impuesto por la publicidad-, maestro y alumno coinciden en apelar al concepto de "contrabelleza" y lo manifiestan de la forma que mejor le sienta a uno y otro.

González marcó algunos puntos de diferencias entre la mirada suya y la de su mentor: "Daniel conjugó lo siniestro con la contrabelleza, en eso coincidimos, pero en mi caso apunto más al humor y la ironía: me burlo del tratamiento de las obras de arte, de la figura del crítico de arte, juego con el concepto de belleza que hoy es la estética del cuerpo por sobre todas las cosas", explicó.

Lo dicho se comprobó con "Creo que estoy yendo demasiado al gimnasio I", donde el joven estudiante de Artes Plásticas, de 28 años, dibujó con carbonilla y sanguina (medio de color rojizo adecuado para el dibujo de la figura humana) a un hombre ceñido en una cuadrícula de un metro por setenta centímetros (tamaño original de la obra), encapsulado entre músculos hiperinflados. "Juego con la obsesión por el físico", reveló entre risas.

Como todo artista interesado en los trazos más libres, González destacó las posibilidades de una técnica como la carbonilla, de gran inestabilidad, apta para ser mixturada con otros medios o técnicas. "Siempre me gustó, me siento cómodo con ella porque me permite mayor libertad. Sucede que la línea es maleable, incluso es efímera, y también me permite jugar con las sombras", dijo.

Deambrosi, en tanto, se vale de pintura asfáltica y acrílico para dibujar retratos, bocas y espectros que invitan al espectador a observar "ese otro lugar". Como él explica en el catálogo de la muestra: "Es el lado oculto, más personal y subjetivo que guardamos de los demás tras un perfil de cotidianidad socialmente aceptable".

Por si quedan dudas sobre sus intenciones, el artista y profesor de la Escuela de Bellas Artes recurre, entre otras, a una frase de Pichón Riviére: "Allí, en los siniestros se encuentra la contrabelleza. Es decir, la cubierta de lo siniestro se transforma en maravilloso, pero subyace lo siniestro. En ese escondrijo de los siniestro se oculta, viva, la belleza".

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