Miércoles 21 de Mayo de 2008 > Carta de Lectores
Ahora depende del gobierno

Tanto los dirigentes del agro como el gobierno quieren mostrarse a un tiempo duros y flexibles, es decir, firmes en defensa de su propia postura pero lo bastante razonables como para entender que será necesario hacer algunas concesiones. Al aceptar levantar el paro para posibilitar negociaciones, el campo respondió a las señales conciliadoras que dio últimamente el gobierno a pesar de que a juicio de muchos sólo se trataba de una maniobra destinada a desprestigiar a las organizaciones agroganaderas ante la opinión pública. Si resulta que los escépticos tienen razón, a los líderes de las cuatro entidades que organizaron el paro les será difícil convencer a los ruralistas más militantes de que no les convendría reanudar las protestas aunque, como dijo el jefe de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, "no se puede estar en la ruta a perpetuidad". De seguir los cortes de ruta, los tractorazos y las movilizaciones, pues, sería probable que se las celebrara esporádicamente, lo que ocasionaría menos perjuicios a la economía nacional pero serviría para desgastar al gobierno.

Por desgracia, aún no hay evidencia de que la presunta voluntad oficial de "dialogar" con los representantes del campo signifique que el gobierno está dispuesto a modificar el esquema de retenciones. Se ha comprometido tanto con él que no le sería nada fácil dar marcha atrás, pero a esta altura no puede sino entender que los costos políticos de la intransigencia podrían ser decididamente superiores a los eventuales beneficios que le supondría mantenerse en sus trece a fin de poner de rodillas a quienes se rebelaron contra un impuestazo confiscatorio. Para el gobierno, y sobre todo para la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el paro del campo ha sido una experiencia desastrosa, ya que a causa de su reacción vehemente y absurdamente politizada su índice de aprobación cayó hasta aproximarse al 25%. Puesto que la falta de confianza en su capacidad para gobernar se debe principalmente a sus esfuerzos por parecer dura, a la presidenta le sería contraproducente continuar actuando como si fuera una cuestión de todo o nada y que por lo tanto no tuviera más alternativa que la de aguantar hasta que el campo se declarara definitivamente derrotado.

Además de querer ver cambiado, cuando no abandonado, el sistema de retenciones anunciado por el entonces ministro de Economía Martín Lousteau, los dirigentes rurales están reclamando que el gobierno proponga una estrategia agropecuaria nacional que refleje la importancia indudable del campo, pero parecería que por motivos tanto ideológicos como prácticos los kirchneristas no tienen ningún interés en transformar el "modelo" industrialista y clientelista vigente. Desde su punto de vista, el campo existe para suministrarles grandes sumas de dinero que pueden utilizar para repartir subsidios, asegurar un superávit fiscal y, desde luego, mantener llena "la caja". Asimismo, no les gustan del todo los vientos federales que merced al paro han comenzado a soplar con fuerza creciente, puesto que el poder que han sabido construir se basa en la subordinación de los gobernadores provinciales y los intendentes municipales a un gobierno central que no vacila en premiar a los leales y castigar a los tentados a oponérsele.

Es imposible saber cómo terminará el enfrentamiento del gobierno nacional con el sector económico más dinámico y promisorio del país. Mientras que el gobierno apuesta a que sólo se haya tratado de una tormenta aislada sin consecuencias duraderas, muchos otros, entre ellos los productores rurales y una proporción con toda seguridad elevada de la clase media urbana, esperan que impulse una serie de cambios estructurales, por decirlo así, que le permitan al país aprovechar mejor una oportunidad acaso irrepetible de dejar atrás décadas de frustración. De estar en lo cierto aquellos que creen que algo fundamental ha cambiado a raíz del paro prolongado y el apoyo que, para sorpresa del oficialismo, recibió del grueso de la clase media, el gobierno se encontrará ante la opción de adaptarse a las nuevas circunstancias o correr los riesgos que le supondría enfrentarse con buena parte de una sociedad que ya no es la misma de cinco años atrás, cuando Néstor Kirchner se preparaba para asumir la presidencia de la Nación.

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