Cuando la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, ganó las elecciones de su país el año pasado, escribí que probablemente sería una mejor presidenta que su predecesor y esposo Néstor Kirchner. Me equivoqué.
Cinco meses después de asumir el cargo, Fernández de Kirchner no ha podido -o no ha querido- aprovechar la mejor situación económica que ha gozado la Argentina en toda la historia reciente para reinsertar a su país en la economía mundial. En cambio, ha continuado con el populismo de Kirchner, que está ahuyentando capitales y desalentando las inversiones.
En círculos políticos argentinos se dice que Kirchner sigue gobernando el país. Los comentaristas políticos se refieren a Kirchner como "copresidente" o hablan de "la pareja presidencial". La esperanza de que Fernández se apartaría del estilo confrontacional de su marido y ayudaría a mejorar las relaciones del país con Washington y Europa se está desvaneciendo.
La semana pasada, cuando Naciones Unidas hizo públicas las cifras anuales de inversión externa en Latinoamérica, resultó difícil no advertir el gradual retroceso de la Argentina en la escena regional. A pesar de gozar de un índice de crecimiento de casi el 9% anual gracias al alza de los precios mundiales de la soja, la inversión extranjera sólo creció un 14% el año pasado.
Comparativamente, ésta aumentó casi un 600% en El Salvador, un 96% en Chile, un 84% en Brasil, un 54% en Perú, un 40% en Colombia -a pesar de su conflicto armado interno- y un 21% en México.
Si miramos las cifras en dólares, mientras Brasil recibió inversiones extranjeras por u$s 34.5 mil millones en el 2007, México 23.2 mil millones, Chile 14 mil millones y Colombia 9 mil millones, la Argentina sólo recibió 5.7 mil millones de dólares, según las cifras de la Comisión Económica para América Latina (ECLAC) de la ONU. Los economistas dicen que es probable que Perú, que recibió u$s 5.3 mil millones en inversión externa el año pasado, podría superar a la Argentina en el 2008.
La confianza de los inversionistas argentinos en el país también está por el piso. Según una encuesta reciente realizada por el Foro Económico Mundial en 127 países del mundo, la Argentina ocupa el lugar 124 -sólo ganándole a Chad, Venezuela y Zimbabwe- en la confianza de su comunidad empresarial en que los derechos de propiedad están protegidos por la ley.
¿Qué está ocurriendo? A juzgar por lo que vi durante una visita al país a principios de año, y por lo que escuché en diversas entrevistas esta semana, Fernández -al igual que su esposo antes- se está peleando con casi con todo el mundo.
En el plano interno, Fernández está atacando a los agricultores, que están bloqueando las rutas y reteniendo la producción desde que la nueva presidenta incrementó los impuestos a la exportación de soja del 35% al 44%. La presidenta acusa a los productores agropecuarios de ser egoístas y no querer contribuir a la disminución de la pobreza. Los agricultores señalan que los nuevos impuestos están destruyendo la mayor industria exportadora de la Argentina.
En los últimos días, con sus índices de popularidad en baja, Fernández se ha dedicado a fustigar al diario argentino "Clarín" y sus canales de televisión, que hasta hace poco trataban a los Kirchner con gran benevolencia. Los grupos de libertad de prensa argentinos protestan por lo que consideran una creciente intimidación hacia los medios.
En política exterior, Fernández reaccionó con sorprendente falta de juicio cuando un fiscal de Miami reveló hace pocos meses que una valija con u$s 800.000 en efectivo que llevó a la Argentina un empresario cercano al gobierno venezolano estaba destinada a su campaña presidencial.
En vez de ordenar una investigación sobre la acusación, que por cierto no indicaba que Fernández tuviera conocimiento del tema, la presidenta se unió al gobierno del presidente venezolano Hugo Chávez para atribuir todo el caso a una supuesta conspiración de Washington.
Mi opinión: para ser justos, Fernández no puede ser comparada con los delirios económicos y políticos de Chávez. No está nacionalizando industrias todo el tiempo, ni apoya a grupos terroristas en el extranjero, ni le ha cambiado el nombre al país.
Pero todavía no se ha dado cuenta de que en el mundo actual la diferencia entre los presidentes latinoamericanos ya no está entre los de derecha y los de izquierda, sino entre los que tratan de mantener relaciones amistosas con todo el mundo -como los de Brasil, México, Chile y Perú- y los que se pelean con todos todo el tiempo, como Chávez.
Hasta ahora, Fernández ha dado la impresión de pertenecer al segundo grupo, lo que está impidiendo que la Argentina reciba inversiones para lograr un crecimiento a largo plazo y una mucho mayor reducción de la pobreza.
ANDRÉS OPPENHEIMER (Periodista argentino. Analista internacional. Miami)
Especial para "Río Negro"