MADRID (DPA).- Son muchos los miedos que hoy en día flotan en nuestra sociedad, encarnando ese vértigo que se apodera de las personas en forma de incomunicación, soledad, pérdida o muerte. "Derrumbe", la nueva novela de Ricardo Menéndez Salmón, indaga en ese amplio espectro de temores humanos bajo el prisma de la atracción que ejerce el mal sobre víctimas y verdugos.
El mal, en sus diversas formas y manifestaciones, es el leitmotiv de toda la obra literaria de este joven escritor asturiano, que tras el éxito cosechado con "La ofensa" cambia el escenario de la Segunda Guerra Mundial por suelo contemporáneo, ofreciendo una reflexión aquí y ahora con la que todo lector puede sentirse identificado.
"No tengo una respuesta religiosa, no tengo el asidero de la fe, por eso tengo que seguir investigando", explica Menéndez Salmón acerca de su "obsesión" por el mal. "Creo que el objeto de la literatura es interrogar".
"Derrumbe" (Seix Barral) es una novela coral, la historia de un macabro asesino en serie que deja siempre un zapato en el lugar del crimen, de jóvenes desorientados que se inspiran en él y buscan cambiar el mundo aferrándose a la violencia, de un grupo de investigadores abrumados al descubrir su vulnerabilidad, al sentir de cerca la caricia del miedo.
La obra llega a las librerías apenas unas semanas después de que diera la vuelta al mundo la brutal historia del austríaco Josef Fritzl, que secuestró a su hija y abusó de ella durante 24 años. "Por mucho que nos estrujemos las meninges para crear un monstruo, cualquier pesadilla de artista palidece al lado de la realidad", afirma el autor, que confiesa tener una visión del hombre "bastante pesimista".
Casos como el de Fritzl "no son
fruto del azar", sostiene Menéndez Salmón. "Todos los monstruos que la sociedad genera brotan de las propias sociedades". En este sentido, "si el mal tiene dos caras, la otra es la libertad", sostiene. "Su ejercicio es el que nos permite ser malvados".
Por eso, al ahondar en las raíces del mal, personificado en la figura del asesino, el autor trata de mostrar cómo sus actos encuentran reflejo no sólo en sus víctimas, sino en quienes los contemplan desde la distancia. "El asesino se convierte en liberador de nuestros temores", señala.
Dotada de un ritmo intenso, con frases a menudo cortantes y lacónicas y salpicada de inquietantes elipsis, la novela evita caer en el tono moralista, huyendo de juicios y valoraciones.
"Es muy peligroso ser moralista en literatura", afirma el autor, cuya obra, influida por su formación filosófica, ha evolucionado hacia lo humano y se ha alejado de los arquetipos.
"He ido apostando por que cada vez mis novelas adelgacen más, mi literatura ha ganado en hueso", apunta Menéndez Salmón, autor de otras cinco y dos libros de relatos, uno de los cuales -"Los caballos azules"- fue galardonado con el Premio Juan Rulfo 2003. "Cuando empiezas quieres mostrar toda tu musculatura", explica el escritor, de 37 años. "He aprendido a podar, pero no quiero perder la fuerza expresiva de las palabras".
Pese a su "poca fe en el hombre como especie", "Derrumbe" arroja en cierto modo un poco de "reconciliación con la vida", incita a "seguir en la batalla teniendo ciertas amarras". Y esa es, en definitiva, la forma en que Menéndez Salmón entiende la literatura: su "función consoladora".
"No soy tan ingenuo como para pensar que la literatura pueda transformar el mundo", pero sí interpretarlo. "Ahí está mi esperanza", que las novelas trasladen la "verdad" de su autor, su modo de entender el mundo y la belleza, que también puede ser oscura y cruel, como en "Derrumbe". "Belleza y horror no son incompatibles", recalca. "Es posible que la belleza sea inútil, pero a mí me reconcilia".