Como en una máquina del tiempo, el séptimo arte regresa y redescubre el género del western cada tanto, a la caza de nuevas ideas o simplemente una buena acumulación de dividendos por la atracción casi irresistible que generan las clásicas historias de vaqueros en el público. Con sus fábulas cargadas de moralejas, personajes antagónicos y el análisis del comienzo de la industrialización en un Oeste americano hasta el momento prácticamente virgen, mucha agua ha corrido bajo el puente desde que el precursor Edwin S. Porter impulsará "Asalto y robo de un tren" ("The great train robbery") en 1903, considerado el primer western de la historia del cine.
La edición en DVD de dos cintas con una temática similar, no sólo por el género, sino por el enfrentamiento de dos hombres aparentemente disímiles que van encontrando puntos en común y comienzan a dudar de sus diferencias, es una buena excusa para redescubrir la iconografía singular de un medio que parece no agotarse nunca. Cada tanto, Hollywood intenta vigorizarlo sacando del arcón de
los recuerdos viejas cintas para reelaborarlas o simplemente brindando nuevas formas más aggiornadas a los tiempos que corren. Sin embargo los temas principales se sostienen: los pioneros van dando paso a una nueva existencia con la llegada del ferrocarril y la incipiente industrialización y el grito de los enfrentamientos entre vaqueros e indígenas locales comienza a apagarse para dar paso a los conflictos internos. Con esta excusa, los directores ensayan alegorías sobre el poder americano y de sus problemas como nación.
Estas batallas personales que entablan los héroes consigo mismos fueron puestas en práctica por el legendario John Ford, director que consiguió brindar sentimiento al género, ubicando la acción en un segundo plano, con cintas como "La diligencia" (1939, con John Wayne) o "El hombre que mató a Liberty Vance" (1962).
"El tren de las 3:10 a Yuma" y "Perseguidos por el pasado" recuperan esa mirada con resultados similares, sólo separados por algunas decisiones más acertadas de sus realizadores y la cantidad de dinero que tuvo cada producción detrás de ella.
Plegarias para dos hombres en pugna
Ben Wade (Russell Crowe) y Dan Evans (Christian Bale) son dos seres con muy poco en común en "El tren de las 3:10 a Yuma". Mientras el primero comanda una banda de asaltantes que se dedica a robar a los gobiernos locales abultadas sumas de dinero a través del atraco a diligencias, el segundo es un hombre de familia, con un pasado en el Ejército, que no puede darle una buena existencia a su mujer y dos hijos debido a las deudas económicas que lo aquejan. Un encuentro accidental, cuando Wade y compañía realizan un robo con matanza incluida en las tierras de Evans, será el disparador del camino que comenzarán a transitar juntos.
El bueno de Dan se ofrece a trasladar al ladrón hasta el pueblo en el que arribará el tren que da título a la cinta, a cambio del dinero que le permita escapar a su quiebra, recuperar sus tierras y proteger a su pequeño hijo que sufre de tuberculosis. En el trayecto,
los cadáveres se irán sumando mientras los compañeros de Wade los persiguen implacablemente para rescatar a su jefe, y ambos protagonistas entablarán una relación donde el recelo inicial se convertirá en admiración mutua.
Mientras el personaje de Crowe parafrasea la Biblia constantemente, con frases como: "El que refrena su boca, protege su vida. Mas el que abra mucho su boca, provocará su propia ruina" (Proverbios 13:3), el director James Mangold (responsable entre otras de "Tierra de policías" (1997), "Inocencia interrumpida" (1999) con Winona Ryder, "Identidad" (2003) y la biografía de Johnny Cash en "Walk the line" (2005) demuestra buen oficio para mantener la tensión apoyado por un gran elenco. La cinta, remake de la película de Delmer Daves de 1957, es prolija y sólida en sus rubros técnicos. Con un gran presupuesto en la producción, "El tren de las 3:10 a Yuma", cubre cada aspecto del género de forma casi milimétrica sin demasiadas licencias de originalidad pero con un buen equilibrio entre los conflictos internos de los personajes y la acción que se va desarrollando a su alrededor.
Bale y Crowe entablan un duelo actoral de gran nivel, bien secundados por el ascendente Ben Foster como la mano derecha de Wade y Logan Lerman como el hijo mayor de Evans, cuya presencia será decisiva en la trama.
Ciertas elecciones de los protagonistas a la hora del desenlace reafirman la idea de dualidad de los seres humanos aunque pongan en peligro el grado de veracidad y
permitan extrañar las cintas donde la redención no era un camino viable. Como afirma Crowe: "A cada hombre le parece correcto su parecer. El Señor juzga los corazones" (Proverbios 21).
Viejos son los trapos
Con muchos menos dólares en la realización, "Perseguidos por el pasado", también presenta la intensa confrontación entre dos hombres con ideales que aparentan ser distintos. En este caso corre 1868 y en el fin de la Guerra Civil Americana, el
coronel Morsman Carver (Liam Neeson) emprenderá una búsqueda desesperada por todo el país del oficial condecorado Gideon (Pierce Brosnan) para vengar un suceso del pasado que ha condenado inexorablemente la existencia de ambos.
A diferencia de la otra producción, la presentación previa no permite discernir quién de los dos carga con el aura de la bondad sobre su cabeza y esa duda, más una tensión que aumenta en escenarios exquisitamente fotografiados por el reconocido John Toll, constituyen el gran atractivo de la película. Con pocos personajes, excelentes interpretaciones (en especial de Pierce Brosnan en una de las mejores actuaciones de su carrera) y pocas palabras, el director David Von Ancken, debutante tras las cámaras, entrega una historia pequeña pero atrapante. La tensión crece a medida que el espectador comienza a entender, a través de algunos flashbacks, el trágico hecho que desencadenó el odio entre ambos hombres aunque esta sea la escena menos lograda de la película.
Nuevamente en el desenlace está su punto más débil, cuando las diferencias entre ellos no sean tan certeras y el director apela a ciertas ideas oníricas que no sustentan la crudeza y sequedad del relato en general. La aparición casi inexplicable de Anjelica Huston no suma sino que resta en un relato que había ganado puntos gracias a cierta parquedad distintiva y pocas pretensiones grandilocuentes. En el final, estos hombres serán como dos caras de la misma moneda sin posibilidad de escapar a su destino.
Alguna vez el reconocido realizador Anthony Mann aseveró que el western era "una forma primitiva" careciente de reglas y que su estructura se acercaba a la de la tragedia griega, afirmación que ha servido para trasladar las reglas inherentes del género a otro tipo de películas que tomaron prestado estas estructuras para trazar el derrotero de estos hombres en la dualidad que les provoca realizar lo debido o aquello que les dicta su propia convicción.
Estas dos producciones demuestran la actualidad de estos tópicos y la vitalidad de un género que parece no agotarse nunca y se recupera constantemente. A pesar de esto, se extraña algo de esos enfrentamientos sin posibilidad de redención, aquellos en los que el pago por los errores era más que certero y no existía ni el más mínimo espacio para las buenas acciones de último momento.
ALEJANDRO LOAIZA
aloaiza@rionegro.com.ar