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El campo se pone duro | ||
Los dirigentes rurales tienen buenos motivos para sospechar que el lenguaje más conciliador ensayado últimamente por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y otros voceros oficiales no quiere decir que el gobierno haya modificado su postura intransigente, pero así y todo arriesgaron mucho al optar, presionados por las bases "autoconvocadas", por prolongar el paro hasta el miércoles próximo. Aunque la mayoría simpatiza con el campo y desaprueba el intento pueril del oficialismo de hacer pensar que los chacareros son golpistas ricos y nada solidarios, pocos quieren que las protestas terminen perjudicando enormemente la economía, provocando desabastecimiento, desocupación y, desde luego, todavía más inflación, como ya ha sucedido en distintas zonas rurales del país. Sin embargo, parecería que muchos productores menores se sienten tan comprometidos con el paro que se resisten a declarar una tregua a menos que el gobierno se confiese derrotado. Tal actitud es virtualmente idéntica a la del ex presidente Néstor Kirchner, ya que él también quiere que no haya duda alguna en cuanto a quiénes pierdan y quiénes puedan proclamarse los vencedores. Así y todo, puede entenderse el escepticismo de los hombres del campo cuando oyen hablar de la necesidad de que haya un "diálogo" y un "debate democrático" entre sus representantes y el gobierno, puesto que los "diálogos" que ya se han celebrado no sirvieron para nada. Desde su punto de vista, la presidenta, que se enorgullece de su aguante, está jugando con ellos con la esperanza de que andando el tiempo se resignen a su suerte. Por lo demás, lo que están reclamando no son palabras más amables que las habituales o el derecho a participar de debates abstractos en torno de la redistribución del ingreso procedente de la agricultura sino medidas concretas, comenzando con una revisión radical del sistema impositivo improvisado por el gobierno con el propósito indisimulado de impedirles aprovechar los precios internacionales altísimos de los granos, la soja y la carne. Al adoptar un tono un poco más conciliatorio, el gobierno logró brindar la impresión de estar dispuesto a ser más flexible, razón por la que muchos se sintieron sorprendidos por la dureza de la reacción del campo, pero todavía no hay señales de que esté preparado para hacer concesiones genuinas. Sin embargo, a menos que la presidenta acepte que es necesario negociar de buena fe con las cuatro organizaciones rurales que están detrás del paro, el conflicto podría continuar, con períodos de tregua malhumorada alternando con nuevas protestas, durante el resto de su gestión, lo que sería malo no sólo para ella sino también para el país, ya que le está costando aproximadamente cien millones de dólares diarios, además de estimular un clima de incertidumbre propicio para corridas bancarias y temores a que en cualquier momento pudiera producirse una nueva crisis financiera. Los intereses de los distintos sectores que conforman el campo pueden ser mutuamente incompatibles -algunos se afirman en favor de una especie de revolución agraria y otros quisieran un modelo económico mucho más liberal que el existente-, pero todos, desde el chacarero más humilde hasta los magnates sojeros, concuerdan en que este gobierno, al igual que tantos otros, ha tratado muy mal al agro en su conjunto, negándose a entender que hoy en día se caracteriza por el uso de tecnología cara, por su dinamismo, por su productividad y por su aporte fundamental al bienestar común. Mientras el gobierno persista en subestimar la importancia del sector, tomándolo por una vaca lechera inagotable que puede ordeñar toda vez que cree necesitar más dinero, los enfrentamientos continuarán produciéndose aun cuando por fin se supere el conflicto actual. Merced a la recuperación de los precios internacionales y la magnitud del impacto político y social del paro, los ruralistas se sienten lo bastante fuertes como para provocar algunos cambios básicos en su relación con el gobierno y con el resto del país. Pase lo que pasare en las semanas próximas, ya han tomado conciencia de su poder. En adelante, no vacilarán en aprovecharlo para defender sus intereses contra cualquier gobierno que procure pisotearlos. | ||
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