Hoy nos encontramos en medio de una transición, en la que oficialistas y opositores buscarán demostrar de aquí en más (¿al 25 de mayo?) "su" verdad, a través de las primeras planas de los diarios.
Ya no es importante el bienestar de los argentinos. Sólo importa poder demostrar que "el otro" estaba equivocado. De esta manera, la sociedad se ha quebrado de manera maniqueísta, en buenos y malos. Y todos dicen ser los primeros.
En la vida, pocas cosas son tan terminantes. Un ejemplo podría ser la vida o la muerte. No hay muchas más. Pero los argentinos no entendemos de moderación. No entendemos de consensos. Como típicos jugadores empedernidos, no se trata de salir cuando la mano es mala, sino de doblar la apuesta. Pero los "porotos" somos los ciudadanos de a pie.
Si bien este comportamiento no es ni nuevo ni exclusivo de esta administración, ahora se lo ha llevado al límite, tensando la cuerda hasta un punto demasiado peligroso. Donde probablemente algunos pierdan menos que otros, pero nadie gane.
Ignorancia
En un mundo globalizado y dinámico como el actual, el aprender es mucho más importante que el saber, ya que éste puede volverse rápidamente en algo sin utilidad alguna. Aprender de las propias experiencias y de las de los demás, es crucial. Es una gran ventaja competitiva.
Nosotros hacemos caso omiso de esto y nos empecinamos con recetas fallidas no sólo en países objetivamente exitosos, sino en el propio.
Aunque parezcan décadas, apenas pasaron tres años desde la salida del último default. Poco más de seis, desde la salida de la convertibilidad (y la caída de la institucionalidad). No llegamos a veinte años de la peor mega inflación que sufrió nuestro país. Esto quiere decir que una enorme mayoría de los que hoy vivimos en este país también lo hacíamos durante todas estas crisis (y de otras que por espacio no detallo).
Sin embargo, en la búsqueda de ir contra aquella máxima de Perogrullo enunciado por Einstein, hemos decidido seguir intentando hacer lo que hemos hecho durante décadas y siempre nos salió mal. Probablemente en la idea de que no es en el experimento donde está el error, sino que sólo se trata de cambiar de ejecutor.
Antiguas enseñanzas
Por aumentos muchos menores en los impuestos que los que implicaron las retenciones móviles, ocurrieron revoluciones que marcaron y cambiaron la historia. Ingleses, franceses y norteamericanos renegociaron sus respectivos contratos sociales, incluso en un mundo donde la libertad y la vida no estaban garantizadas, ni mucho menos.
¿Realmente puede la soberbia de un administrador (¡aquellos eran reyes!) colocar a todo un pueblo en situación de riesgo? ¿Qué hace que algunos apoyen semejante locura? Probablemente debamos asumir, con o sin pruebas, que sólo el bienestar personal de cada uno de ellos, con cargo al resto de la sociedad, puede ser la única respuesta racional y válida.
Y para que esto pueda ser enunciado en un discurso público, no puede dejar de ser mencionado el bienestar general. Parafraseando a Orwell, habrá algunos más generales que otros.
El pasado 8 de mayo, la presidenta dijo: "Estoy convencida de lo que estoy haciendo, que éste es el camino para seguir transformando el país, para quien más tiene más aporte. Se me encoge el corazón cuando veo a miles y miles de pobres decir que también tienen obligaciones; son la contracara de las minorías egoístas e insolidarias que nunca comprendieron el país ni lo comprenderán".
Ese mismo día, la Justicia hacía pública la investigación que sobre la actual mandataria se realizaba con motivo de los gastos de campaña pagados por el Estado, siendo entonces su marido el presidente. Cristina gastó en cinco giras al exterior, que le demandaron 24 días, la friolera de $7.800.000. Unos $325.000 por día. ¿Se le habrá encogido mucho el corazón?
Pero al lado de los más de $200 millones que habrá dejado como saldo negativo LAFSA, luego de poco más de dos años de ser creada (nunca logró hacer volar, ni siquiera un globo de cumpleaños), deja un sabor aun más amargo en la boca de aquellos pobres a quienes dice defender. Y del resto también.
Durante el 2007, el Estado gastó un 43% más que en el año anterior. Desde $101.000 millones a $143.000 millones. Descontados inflación (real, no Indek) y crecimiento, aún quedan casi 15 puntos porcentuales de aumento "real".
Unos 24.000 millones de pesos fueron a subsidios para servicios. Los que benefician mayormente a quienes no precisan de los mismos, ya que las clases socioeconómicas más bajas gastan la mayor parte de sus exiguos ingresos en alimentos.
Pero este aumento del gasto es parte fundamental de la explicación del porqué volvemos a hablar de la inflación. Y es justamente a los que menos tienen a quienes más impacta.
¿Premonición?
Cuando Miceli asumió, manifestó su aversión a los cementerios. O al menos a la calma que en ellos se respira. Estará contenta de ver que estamos lejos de ese estado de tranquilidad.
Si la inflación no estuviera no sólo en los niveles actuales, sino con una expectativa de crecimiento cada vez mayor, seguramente el nivel del conflicto social actual sería menos notorio. Tal como lo fue hasta el 2006.
Pero esto no significa que la culpa de la coyuntura sea la inflación. Ésta es sólo la consecuencia. El termómetro.
El "modelo K" puede sintetizarse como un esquema en el que todo vale, si sirve para asegurar la caja necesaria para disciplinar a amigos y enemigos. La visión de los superávits de los K no tiene ninguna similitud con la ortodoxia económica. Es apenas una pieza más del proceso de torniquete político.
Desde la época de Duhalde, ya Lavagna descubrió las bondades de tener ingresos en dólares y gastos en pesos. Especialmente en épocas en las que la recesión no permitía el pase de la devaluación a los precios (pass through). A este combo, le sumó la subestimación de ingresos en el presupuesto nacional y la Caja ya estaba lista.
Pero Kirchner mejoró sensiblemente ese modelo. A los poderes extraordinarios para reasignar partidas de manera discrecional le sumó el mantenimiento de la emergencia (aún hoy vigente). A medida que la recesión fue desapareciendo, comenzaron a moverse los precios y a bajar el tipo de cambio.
Para evitar esto, comenzaron a emitir pesos a toda máquina de manera de aumentar la demanda de dólares y así mantener e incluso revaluar la moneda americana (éste debe ser el único país en el que nadie dice nada cuando una administración no sólo no defiende el valor de moneda local, sino que intenta dañarlo).
Pero dada la cantidad de moneda que emitieron, debieron salir a "esterilizarla". O sea, a sacarla de circulación. Para ello, el BCRA comenzó a emitir deuda de corto plazo, obviamente, remunerada. Hoy apenas, poco más de la mitad de las reservas del BCRA, son de libre disponibilidad.
Mientras los precios de los commodities (especialmente la soja y el petróleo) aumentaban hasta niveles nunca imaginados, la caja K cada vez permitía ser más imaginativo. Ya no sólo se trababa de hacer obra pública (necesaria desde ya) a precios totalmente fuera de mercado, pero con amigos (capitalistas montoneros: algo incoherente, ¿no?), sino que los planes de renacionalizar empresas, empezaron a ser analizados.
Generadoras, transportadoras y distribuidoras de energía, gas y agua fueron el primer botín. YPF, quizás la más emblemática. Pero muchas más que no tuvieron prensa, pasaron a manos de amigos del poder o al Estado directamente. Hoy éste tiene acciones en más de 30 nuevas compañías. Y en muchas de ellas tiene el control.
Compras y subsidios salieron de fideicomisos administrados por el ministro de Planeamiento, sin control del Congreso (tampoco lo hubiese controlado) y siendo la responsable de su fiscalización su propia esposa. Nada que deba sorprendernos, ya que las sociedades conyugales han pasado a ser también sociedades del Estado. O al menos algunas.
Precios regulados (salvo para los amigos), intervención estatal en todos los ámbitos de la economía, excesiva presión fiscal, gasto público creciente, emisión descontrolada, uso no transparente de los excedentes fiscales, índices en los que nadie ya cree y una situación global que desde mediados del 2007 viene deteriorándose, logró lo que pocos podían con los actuales niveles de precios internacionales para nuestros commodities: los niveles de inversión extranjera (se perdieron en el 2007 $35.000 millones) y local se hallan por el piso y las expectativas son, por ahora, grises.
Así, la curva de oferta de empleo nuevo se planchó, hasta el INDEC debió reconocer una baja en el salario de bolsillo (aunque sólo aceptó una caída del 3,5%) y, según estudios privados, la pobreza aumentó un 30% (1,3 millones de personas), especialmente por las subas en los precios de los alimentos.
La coyuntura
¿Cuál ha sido la idea para salir de este galimatías? Que el secretario Moreno coordine las tropas populares que D'Elía pondrá a su disposición para controlar los precios en los supermercados. Cerrar exportaciones a mercados consolidados. Cambiar el índice de precios por otro menos creíble. No publicar los valores de IPC a nivel nacional. Ídem con los índices de pobreza. Aumentar la carga impositiva para generar más caja. Incluso, se ha llegado a proponer el desdoblamiento del dólar para compensar por las mayores retenciones al campo o la creación de un nuevo IAPI.
La consecuencia de esto en una región donde Brasil y Perú acaban de obtener el grado de inversión, la Argentina, con un nivel de deuda pública mayor a la existente antes del default del 2001 (54% vs. 56% sobre el PBI), con bonos cotizando por debajo de la paridad negociada en su salida en el 2005 (35% vs. 30%), con importantes signos de temor en los inversores ante el incontenible avance del neoestatismo, un Uruguay que vuelve a ser destino de los ahorros argentinos (de quienes pueden ahorrar y sacar los fondos), en conflicto con uno de los sectores más productivos del país, con serios problemas estructurales, tales como la crisis energética y los fuertes vencimientos de deuda en el tercer trimestre, con los mercados internacionales inaccesibles y con el hartazgo del mundo ante una adolescente tardía que cada tanto logra una nueva crisis, el gobierno sólo atina a vender dólares, de forma de evitar una corrida cambiaria y a movilizar piqueteros.
La discusión que se ha planteado parece ser si habrá o no corrida: cambiaria y/o bancaria. Si habrá corralito. Si habrá un nuevo plan Bonex.
Esto es imposible de determinar a ciencia cierta. Pero no es la foto lo que hay que mirar. Es la película. Y en ella se deben incluir las expectativas de una cantidad creciente de ciudadanos no iniciados, pero con experiencia propia. Una crisis en la Argentina no sería una novedad. Y mientras no logren modificar el crecimiento de la tendencia de las expectativas negativas, la crisis estará cada vez más cerca.
¿Doblarán la apuesta?
GUSTAVO A. KÜPFER ( Economista e investigador asociado de la Fundación Atlas 1853.*)
Especial para "Río Negro"Las opiniones y juicios incluidos en el presente son de exclusiva responsabilidad del autor.