Viernes 16 de Mayo de 2008 > Carta de Lectores
Teorías conspirativas

En un intento poco feliz de socavar el apoyo de la clase media urbana al paro del campo, distintos voceros del gobierno, encabezados por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su marido, han estado echando mano a una serie de teorías conspirativas que se remontan a los años setenta, acusando a los productores rurales de "golpistas", a quienes participan de los esporádicos cacerolazos de ser contrarios a la política de derechos humanos y a distintos medios de difusión de querer volver al pasado. Pues bien: si el gobierno ha reaccionado así frente a una crisis que podría haberse superado con facilidad relativa, ya que las concesiones reclamadas por los productores son menores, ¿cuál sería su conducta si se viera ante una crisis que fuera decididamente más grave? Es de temer que la trataría como el resultado de un complot urdido por los presuntos enemigos del pueblo y que actuaría en consecuencia, lo que lejos de ayudar a solucionarla sólo serviría para crear una situación acaso incontrolable, ya que los problemas principales que enfrenta el país hoy en día no tienen nada que ver con los conflictos sanguinarios de más de una generación atrás.

Por motivos no muy claros, distintos integrantes del gobierno siguen tomando la política por un drama turbulento. Con cierta frecuencia, nos informan que, para citar al diputado kirchnerista Carlos Kunkel, "no tenemos ningún helicóptero escondido en la terraza de la Casa Rosada", dando a entender así que a su juicio es por lo menos factible que la gestión de la presidenta termine con su huida del poder. Por fortuna, en los países democráticos los enfrentamientos políticos no suelen ser un asunto de todo o nada y aquí escasean los que quisieran que se repitan una vez más las escenas protagonizadas involuntariamente por la presidenta Isabel Perón y, a su manera, el presidente Fernando de la Rúa, pero las alusiones al "helicóptero" hacen pensar que miembros del gobierno no confían en que el país haya cambiado lo suficiente como para que las dificultades se resuelvan de forma menos tercermundista.

La afición a las teorías conspirativas, sobre todo cuando la comparten integrantes del gobierno, es un síntoma de atraso, de la incapacidad para entender que muchos fenómenos, como la inflación, no son obra de un grupo de sujetos siniestros resueltos a hambrear al pueblo, sino que se deben a factores económicos objetivos. Asimismo, no hay razones para suponer que los cacerolazos fueran organizados por fracciones interesadas en desestabilizar al gobierno, o que el paro del agro fuera estimulado por personajes que sienten nostalgia por el régimen militar. Sin embargo, a juzgar por la retórica de la presidenta y sus acompañantes más cercanos, el gobierno se supone asediado por enemigos tremendamente hábiles y poderosos que son plenamente capaces de determinar el curso tomado por la economía nacional, frustrando todos los esfuerzos de la presidenta y su marido de mantener el rumbo que consideran más conveniente.

La voluntad oficial de atribuir todas las adversidades a conspiraciones subversivas y de suponer que los medios de comunicación principales del país están colaborando con los resueltos a voltearlo no contribuye a tranquilizar los ánimos. Por el contrario, puesto que fuera del gobierno hay muchos que son proclives a pensar en términos similares, achacando a los Kirchner el deseo de subvertir el orden democrático, sólo sirve para que proliferen los rumores de todo tipo, lo que entre otras cosas ha provocado una corrida bancaria, ya que muchos recuerdan que en el pasado períodos signados por un clima parecido al actual han desembocado en crisis económicas ruinosas. Por suerte, en esta ocasión no sólo los voceros gubernamentales sino también diversos dirigentes opositores han podido señalar que por ahora es nulo el riesgo que se desate una crisis como la del 2001, por contar el gobierno con recursos financieros más que suficientes como para prevenir un estallido. Así y todo, no cabe duda de que los rumores de barquinazos por venir, combinados con la prolongación del paro del campo, los problemas económicos que afectan negativamente a Estados Unidos y la Unión Europea, y la sensación ampliamente difundida de que el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha perdido la brújula, presagian una etapa bastante agitada.

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