Si los hechos se analizan superficialmente, el MPN nunca estuvo más cerca que ahora del abrazo del oso de un partido nacional que lo subsumiera, haciéndole perder su identidad. Es esa situación, que algunos la observan como riesgosa, lo que ha motivado las cerradas críticas, especialmente del sobischismo, por la decisión del gobernador Sapag de adherir a la Concertación política auspiciada por los K.
Sin embargo, a poco que se reflexione, puede apreciarse que lo que ha comprometido Sapag es el adelanto de una adhesión a los Kirchner si aspiran a un nuevo período presidencial. Por otra parte, a la conducción central de la Concertación no le interesan las fragmentaciones locales por las opciones electorales, siempre que haya unanimidad con respecto al liderazgo K. En definitiva, lo que se expone es una transversalidad peculiar, donde no se discute la cabeza de la organización. De allí para abajo el juego puede ser democrático y resolverse con las urnas, lo que no pueda acordarse por consenso preelectoral.
Se podrá argumentar que falta demasiado tiempo para esa instancia y es prematuro y arriesgado proponer compromisos perdurables. Pero que los Kirchner estarán en la porfía del 2011, pocos lo dudan. Aunque su gestión se caiga a pedazos, será alguno de ellos el que, por entonces, aparezca como candidato/a del PJ. El compromiso cobra a la luz de esos hechos una inusitada importancia, que deberá seguir conformándose según crezcan los apoyos que, se supone, el gobierno nacional no retaceará a la gestión Sapag.
Los sobischistas se han sentido sorprendidos y han reaccionado como si fueran aún los dueños de la mayoría del MPN. Visualizan, a la sazón, caminos internos que se bifurcan, basados en la oposición a los K, que ese sector ha sostenido durante largos años.
Pareciera, no obstante, y a pesar de las pintadas en sentido contrario, que la decisión de Sapag tiene más que ver con la esencia del MPN, que el neoliberalismo que el sobischismo sostuvo en su discurso.
Y si repasamos la historia del partido provincial y su acercamiento a quien gobierne el país, del signo político que fuera, observamos que siempre estuvo apoyando a esas gestiones, a favor de la asistencia política y económica que recibía de los mismos.
A mi entender, la decisión de Sapag se precipita porque está en situación de debilidad. No tiene el apoyo unánime de su partido y por eso intenta mejorar su relación hacia otros sectores con gestos de apertura democrática con la buena herramienta del consenso.
Al distinto estilo de su antecesor, se suma una situación económica y financiera difícil, al parecer heredada de la gestión que lo ha precedido, que Sapag no ha dejado de aludir pública aunque elípticamente.
Este acercamiento con el gobierno nacional responde, antes que nada, a un apoyo imprescindible que le asegure a la actual gestión la gobernabilidad de la provincia.
El MPN siempre fue negociador. Dicho de otro modo, nunca fue hostil a las conducciones nacionales. Planteó sus reclamos fundado en la estructura federal de la organización del Estado y en un pasado histórico y político que para Neuquén fue de olvido e indiferencia. Y la sociedad siempre vio bien que mediante esa política la provincia recibiera recursos.
Desde 1963, en época de su primer gobierno, se observó esa conducta que se repetiría en los sucesivos gobiernos. Gracias a ello consiguió con fondos federales que se licuara la deuda del Banco Provincia, por entonces privado y en quiebra. Consiguió fondos para la construcción de viviendas y de caminos. Para el asentamiento en Plaza Huincul de las destilerías de YPF, el aeropuerto internacional, el reconocimiento de la universidad provincial como universidad nacional.
Y como esos hechos, otros que sería ocioso enumerar porque, finalmente, puntualizan una actitud que en política no tiene por qué ser censurada en la medida en que hablemos de regímenes democráticos.
La negociación es una manifestación esencial en política y claramente se observan en los países más desarrollados la conformación de acuerdos parlamentarios que permiten la gobernabilidad del sistema. Lo contrario querría decir que se gobierna sólo para quienes han votado la fórmula ganadora sin tener en cuenta a la sociedad en su conjunto. La fase arquitectural que Aristóteles señalaba como la del quehacer, en oposición de la agonal que definía la lucha por el poder.
Quizás las protestas estén inspiradas en facciones que, aun siendo del mismo partido, se sientan desplazadas y aboguen por el conflicto que deteriora y desgasta. O también porque pretendan que la tomada es una medida cuya trascendencia obligaba, previamente, a consultar. Lo cierto es que la decisión de Sapag se encuadra en una tradición partidaria que nadie puede ignorar: acompañar políticamente a los gobiernos nacionales de cualquier signo.
Llevar el debate al plano ideológico resulta inocuo, porque lo que está en juego acá son otros valores que los de una coherencia programática, que siempre es previa y ciertamente selectiva. Está en juego lo que es primordial en los aspectos prácticos de la política. Aquellos que garanticen, a cambio de un compromiso electoral, el respaldo de un gobierno nacional a uno provincial de otro signo, jaqueado por su propia interna partidaria.
OSVALDO PELLÍN (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Médico. Político, afiliado al Partido Socialista de Neuquén