La solución al conflicto provocado por el reclamo de la tenencia de las tierras ocupadas irregularmente a fines de marzo por un grupo de vecinos de esta capital, que el jueves último tomó forma de escándalo en pleno Concejo Deliberante, aparece a la distancia como una posibilidad concreta. Este asentamiento se suma a otros cinco sucedidos en la década. Y no se sabe cuánto tiempo transcurrirá hasta que otras personas carenciadas se instale en algún predio, público o privado que se encuentre disponible.
La necesidad de un pedazo de tierra donde levantar la casa familiar involucra por lo menos a 350 familias que desde hace años están inscriptas formalmente en la Municipalidad a la espera de respuestas. Pero la demanda incluye a muchas más que no han podido anotarse a raíz de que a fines del 2007 se cerró la inscripción, o por desconocimiento o por falta de interés en cumplimentar los requisitos formales.
Esos números fríos ocultan en sí mismos a núcleos familiares con varios hijos, madres y padres solos con chicos a cargo, seres humanos con nombre y apellido que buscan un lugar donde ver crecer a sus niños, en condiciones mínimamente saludables.
El Municipio, como tantos otros en la provincia y en el país, no dispone ya de tierras para desarrollar loteos sociales nuevos. Años atrás compró algunas hectáreas donde se crearon los denominados Loteos Silva I y II. En el primero habitan más de dos mil personas y en el segundo se preadjudicaron 124 terrenos, sin servicios, con cierto grado de apuro para evitar ocupaciones ilegales.
"Se entregaron 1.167 lotes sociales en los últimos cuatro años", afirman desde la Municipalidad. Sabiendo que la demanda es mucho mayor y que los conflictos, aún resolviéndose el actual, pueden volver a producirse en un plazo no muy lejano.
Mientras tanto, a unos cuatro kilómetros de la remodelada Costanera y a algo menos de los edificios públicos donde los funcionarios definen las políticas a seguir, cada día más familias se radican en los lotes ocupados. Noche tras noche son más los niños que duermen entre unas pocas maderas, calefaccionándose con una salamandra o con un fueguito hecho mitad a fuera y mitad dentro de la casilla.
Allí estuvo este fin de semana "Río Negro" recabando dramáticos testimonios de los ocupantes de las tierras del denominado barrio 30 de marzo.
" El caso de Gisela Rivero y Miguel Martínez: son dos jóvenes de 27 y 23 años, es uno de los más duros. Viven en una casa de madera y cartón con sus tres niños. Junto a la puerta de la entrada a la cocina un baño sin ninguna comodidad empieza a mostrar las carencias más básicas. Sólo hay una cama de dos plazas tras la débil división y frente a ella un fuego hecho en el piso con una parrilla de alambre arriba.
Cuesta imaginar la vida así, sobre todo para los nenes de 5, 3 y 2 años. "Cuando no tenés un lugar donde estar no te queda otra que hacer algo para darle un techo a los hijos. Es preferible vivir así que estar en la calle sin techo o en una alcantarilla o abajo del puente. No queda más que mirar algún terreno que esté desocupado y meterse", explicó Gisela con lágrimas en los ojos.
" Rubina Chañapi se crió sola. "Tengo un problema de discapacidad porque tengo la voz finita", sostiene la chica de 21 años con cinco meses de embarazo. "Hace años que estoy pidiendo un terreno pero no me lo dan. Donde yo alquilé me sacaron, como que me borraron del mapa. Yo no esperaba tener este bebé porque sufrí tanto de chiquita, siempre viví en Viedma en un hogar, me medicaban como si fuera una loca. Yo hice los reclamos en la Municipalidad me pidieron que presentara todos lo papeles, pero no me dieron nada, ahora alquilo por $ 300". Las palabras le salen a borbotones, por momentos incomprensibles para el oído. Pero con apenas un poco de sensibilidad la idea queda clara, en especial cuando dice: "Yo quiero que se pongan en el lugar de nosotros, que nos duele en el corazón".
" Alejandra, Celso y Brenda vivían en la casa de la madre de ella. "Tirábamos un colchón en el comedor y dormíamos todos ahí". Otros cuatro chicos de Alejandra duermen en la misma cama que la abuela, "porque mi mamá no tiene otras piezas", explicó la joven mujer mientras sostiene en brazos a la pequeña bebé de dos meses. Frente a esta situación, el matrimonio y la nena más chica se instalaron en los terrenos fiscales. La casa es un solo ambiente cuadrado, todo de madera. Se la ve ordenada, con una cuna a los pies de la cama de dos plazas y una cocina con garrafa, ya vacía. "Ahora nos quedamos sin gas, por lo que anoche dormimos bien tapados". Ellos en la cama y la bebé en su cuna. "Comimos en la casa de mi papá y después nos vinimos para acá. Hacía mucho frío", contó. Hasta hace unos días durmieron en el piso, porque no tenían cama. Un vecino se la consiguió y ahora se los ve mejor.
"Esto lo hice yo solo y ahora quiero hacer otra piecita para traer a los otro cuatro nenes de Alejandra", comentó Celso, paraguayo de 23 años que mantiene a su familia con changas.
" Marcelo Mena tiene 5 chicos, cuatro en edad escolar. Hace un mes y medio que vive en el lugar. "La necesidad me forzó a venir. Tengo los papeles, estoy inscripto, fui a Tierras, fui a todos lados, nunca me dieron nada. La última vez que fuimos encima la retaron a mi señora, porque le dijeron que ya estaban cansados de que fuéramos a pedir siempre lo mismo", afirmó Marcelo, mientras sigue colocando una alambre para cerco alrededor de su casa.
" Mónica Meyreles alquila un dormitorio con cocina y baño. Vive con su padre y dos hijos y paga 350 pesos por mes. "En Maquinchao no viví lo que vivo acá", contó la mujer que hace varios años se trasladó a la capital en busca de un mejor porvenir. "Mis patrones me fueron a anotar al IPPV pero era como una tomada de pelo por todos los trámites que me pedían varias veces. Me hicieron llevar tres veces las fotocopias. Hace dos o tres meses fui a la Municipalidad para pedir terreno y me dijeron que no podían", dijo quien hoy es la líder del grupo y tiene su casilla a medio hacer en medio de los terrenos.
" Patricia García con su marido y su bebé son otro caso. Desde agosto del año pasado que están anotados y siguen sin novedades. Y como ejemplo de lo lento de la burocracia resalta la situación de Alejandro Melín quien presentó su carpeta al Municipio, con declaraciones juradas, fotocopias de las partidas de nacimiento de los tres hijos, fotocopias de documentos, certificado de domicilio y varios formularios. "Yo llevé todo en abril de 2007 porque las inscripciones ya terminaban. Pero en el 98 ya había pedido un terreno. Cuando fui con la nueva carpeta me dijeron que tenía que hacer una demanda a mi ex mujer para que me diera la tenencia de los chicos que yo tengo a mi cargo de hecho. Así que no me la pudieron recibir. La burocracia es terrible", se queja.
Los casos se repiten. Las casillas se multiplican. La pobreza se palpa. Las carencias duelen. Sólo la risa y los juegos de los niños, que a medida que el sol va calentando inundan los terrenos con su inocente algarabía, permiten que la tristeza no impida continuar la recorrida.
PEDRO CARAM
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