Si Jorge Sapag pensaba postergar una disputa interna con Jorge Sobisch para continuar la gestión sin sobresaltos, el gobernador recorrió esta semana el camino inverso al sumarse formalmente al proyecto del kirchnerismo.
El impacto que provocó en el mundo político de Neuquén la noticia de la integración del gobernador a la Concertación Plural ha sido tan fuerte que no sólo afecta al Movimiento Popular Neuquino sino que también lo hace con el kirchnerismo local.
"Fue a Buenos Aires y sin avisar demasiado decidió patear un hormiguero; ahora las hormigas están desorientadas", graficó una fuente cercana al gobierno.
Sapag ha manejado el tema en soledad. El miércoles a última hora de la tarde, el día en que el gobernador se reunió con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, había desconcierto en las filas del oficialismo porque resultaba difícil descifrar semejante decisión. Hasta los funcionarios de primera línea buscaban información por canales informales para tratar de ubicarse en el nuevo escenario local que se había creado desde la Casa Rosada.
"Sapag se acerca en el momento más complejo de la gestión del gobierno nacional; se puede explicar esto ante una crisis en las finanzas provinciales tal vez superior a la reconocida públicamente por el gobernador", razonó una fuente del kirchnerismo local.
Con argumentos que no han evolucionado en el sentido esperado, el gobierno busca reducir al mínimo las lecturas exclusivamente políticas que tiene esta decisión y exaltar la visión institucional. Lo hace en el contexto del Pacto por el Bicentenario que el gobierno nacional quiere firmar con los gobernadores.
El trazo grueso de las justificaciones para que los demás referentes del gobierno sintonicen de igual modo fue marcado por el gobernador, la vicegobernadora Ana Pechen y el senador Horacio Lores.
Sin embargo, mientras Sapag adhería a la Concertación, los diputados nacionales con perfil y tradición sobischista, José Brillo y Hugo Acuña, marcaban territorio y le enviaban mensajes claros al gobernador. Le recordaron, entre otras cosas, que con el kirchernismo comparten bastante poco y que van a continuar moviéndose con independencia en el Congreso de la Nación. Y sobre un tema sensible para la Rosada, el de las retenciones a las exportaciones, Brillo ratificó que está incondicionalmente con el reclamo del campo.
Oscar Gutiérrez, un sobischista acostumbrado a provocar con sus definiciones, dijo que él entiende que el kirchnerismo es sinónimo de comunismo y que por ese motivo no quiere que, a consecuencia de este alineamiento del gobernador con el proyecto del gobierno central, su partido, el MPN, se confunda con planteos de la izquierda marxista. "Estoy cansado de escuchar eso de que es una vuelta a los orígenes del partido. Lo único que faltaba es que ahora digan que el MPN es comunista", fue lo que expresó el ex legislador.
Desde otro lugar, Jesús Escobar, de Libres del Sur, una fuerza aliada del kirchnerismo, interpretó lo opuesto. Para el dirigente, la gestión nacional está girando hacia la derecha y justamente la incorporación de Sapag a la Concertación Plural es el elemento que utilizó para sostener esa definición.
Algunos dirigentes, como Oscar Massei, apelaron al humor para referirse a este tema. El diputado nacional dijo que, con este acuerdo, en la Legislatura neuquina ya casi no quedan representantes de la oposición.
Un día antes de que Massei lanzara el contundente pronóstico, la Legislatura había protagonizado una agitada sesión donde quedó reflejada la conmoción política que se había instalado tras el acuerdo, una reunión en la que quedó claro que sigue habiendo voces disonantes.
El jueves en el recinto no hubo más que ironías cruzadas entre los diputados kirchneristas y los del MPN. Los representantes de los dos bloques se comportaron como hermanastros que no están dispuestos a ensamblarse en la nueva familia que se pretende integrar.
Mientras nada parecía modificarse por el acuerdo celebrado en la Rosada, se observó desconcierto entre los representantes de los bloques satélites al oficialismo, todos de raíz menemista y sobischista. Para este particular sector de la política local que en la provincia es funcional al poder de turno no resulta fácil adherir a la resolución que tomó un gobernador que ahora es socio de una gestión nacional a la que define con criterio similar al que utilizó el ex diputado Gutiérrez.
Alrededor de este tema seguirá habiendo ruido por bastante tiempo más. Pero el acuerdo, que por lo visto ha sido armado silenciosamente, tiene puntos no difundidos ya que es poco lo que se sabe de las cosas que acordaron el gobernador y la presidenta.
Se entiende que Sapag no está jugando esta partida que lo enfrentará con el sobischismo sólo por la finalización de la ruta de los Siete Lagos, ni por la construcción de una carretera desde Plottier hasta Zapala. Tampoco alcanza a explicar la suscripción del gobierno de Neuquén al proyecto nacional una posible negociación a favor del kirchernismo por un lugar en el futuro Tribunal Superior de Justicia.
Es probable que todos estos elementos estén en juego en el contexto del acuerdo político-institucional. Pero tiene que haber otros argumentos de mayor peso, como la renegociación de los contratos petroleros que se hará en la actual gestión y la necesidad de obtener ciertas garantías para conseguir más recursos que permitan financiar el millonario déficit proyectado para este año.
Si hay dinero en la caja, Sapag podrá gobernar con mayor tranquilidad y hasta intentar controlar los tiempos de la interna de su partido, que ya está funcionando en marcha lenta desde que Sobisch reapareció con actos nocturnos de pequeña escala.
Como todos saben, en tiempos de inflación la plata se evapora aceleradamente y un ejemplo son los aumentos ya acordados con los gremios estatales: en estas decisiones, el gobierno ya consumió los 150 millones de pesos de la refinanciación de la deuda con Nación.
GERARDO BILARDO
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