| Ya estamos aquí. Saben, más de una vez he llegado hasta Trelew con la idea de completar el camino, de tomar la rotonda que sale hacia el viejo aeropuerto, de ponerme en el lugar de ustedes, de avizorar la torre, de soñar que aún hay tiempo, que es posible la libertad, que... Pero no podía. Cobardía, herida abierta, necesidad de perspectiva, lo que sea. En realidad, no tengo más explicación que ésta, tan común, por otra parte, a otras situaciones de la vida: ahora, el amor fue más fuerte que la angustia. Y lo fue por partida doble: porque ustedes son parte de mis más caros afectos del pasado y porque me acompañaron algunos de mis más caros afectos del presente, treinta y seis años después: Pancho, Marcela y los pibes: Santiago y Eva. Y eso que el miedo aún... pero de esto hablaremos luego. Ah, tengo tantas cosas que contarles. Así que doblamos por la rotonda, una mañana de radiante sol otoñal (tan distinta de aquella de agosto, gris, tan gris) y el cartel azul se iba agrandando y las prolijas palabras: Aeropuerto viejo - Centro Cultural de la Memoria. Ahí nomás el horizonte dibujó la clásica torreta y antes de que me diera cuenta (de que me arrepintiera) estábamos frente al edificio, chato, silencioso. El viejo aeropuerto. El único, el histórico, ese de la foto donde ustedes están en hilera, enhiestos, desafiantes, convencidos de que la prensa, el juez, tanta gente registrando la rendición, garantizaría sus vidas. Amigos, amigas: ¡qué poco sabíamos de los zarpazos de las dictaduras! Ahora, caminando frente a los rostros de cada uno, registrados en las paredes que alguna vez tendrían letreros indicadores, propagandas de lugares lejanos, ahora ustedes se me vienen encima. Les confieso: la memoria, esa vestal errabunda, hace su propio dibujo del pasado. Difumina este detalle, inventa aquel otro. Pero la fidelidad de la cámara me devuelve los rostros reales, tal como eran, aunque no sé si ese detalle es importante. ¿Acaso cuando se encuentran los amigos después de mucho tiempo, no hay que acomodar rápidamente la imagen interna con el ser humano real? Porque ustedes, con sus veintipico de años, son de pronto, tan reales como yo. Susana, puedo oír esa atronadora carcajada. María Antonia, cómo reconozco ese giro de la cabeza. Y aquí Mariano, a punto de rematar una sentencia política con un chiste que posibilite la aceptación. Y María Angélica, y Pablo, y... Como reafirmando la memoria, sigue ese tremendo mural, el de la suela de un borceguí quebrando un charco de sangre... visto desde la sangre. Qué les parece, ¿no es dignísima compañía esa obra? ¿Y el de los rostros y manos entremezclados? Artistas locales; ustedes los vieron. Y seguro les encantan las desteñidas pintadas con las antiguas (¿antiguas?) consignas... cualquiera de nosotros podría haberlas inmortalizado. Y díganme si no es reconfortante esa placa enorme que dice "Pueblo y Gobierno del Chubut a los militantes políticos masacrados el 22 de agosto de 1.972"... Así es, mis amores. Desde el año pasado, cuando se inauguró y se llenó de representantes oficiales y familiares y militantes y banderas, ustedes tomaron el aeropuerto eternamente. En el inmenso libro ya bastante trajinado de afecto y respeto, escribí "siempre están conmigo". Y contando rápidamente: Julio López, Luis Jerez, Juan Puthod... ellos, los del zarpazo, también. MARIA EMILIA SALTO bebasalto@hotmail.com | |