" Policías que huyen. "Salió una comisión en persecución de los criminales (que balearon al maestro y acuchillaron a su peón) compuesta por un oficial de policía, un sargento y dos agentes pésimamente montados...", remató una de las notas publicadas en los diarios porteños de mediados de junio de 1908 en referencia al crimen vinculado a la compra de tierras fronterizas. Aquel intento frustrado de asesinar al maestro de Cholila Vicente Calderón el 3 de junio de aquel año y matar a su peón Asunción Mayorga, resultó un crimen por encargo a la sucia mano de obra doblemente ocupada, ya que los ejecutores fueron los policías lugareños sargento Diego (Antonio, según Calderón) Batilana y agente Ayala. La persecución de estos criminales a sueldo estatal provocó la saga desde Esquel, cabecera de la galesa Colonia 16 de Octubre.

" Noticias de Ñorquinco. Pocos vestigios quedaron sobre perseguidores y perseguidos. Archivos expurgados -especialmente durante la última dictadura militar- y olvido a la legislación que protege a los documentos de importancia histórica, complican cualquier investigación. Hay que procurarse crónicas periodísticas de la época. Suelen ser limitadas, las hemerotecas incompletas y hasta mutiladas. Los vacíos obligan a razonamientos deductivos. Respecto a la fuga de los criminales del caso Calderón, parece que pusieron rumbo norte en busca del paso limítrofe a Cochamó, Chile, abierto años antes desde El Manso por la empresa chilena que, con la compra de las tierras en Cholila a Florencio Martínez de Hoz, motivó la denuncia de Calderón. Estas provocaron la anulación de la venta por intervención del Estado y luego sobrevivieron las trágicas consecuencias para los denunciantes. La dirección que tomaron los criminales en fuga no solo hay que basarla en que buscaban el mejor paso para escapar a Chile -el que lleva a Cochamó-, sino por el origen telegráfico de la siguiente noticia publicada por La Prensa del lunes 6 de julio. Provenía de un pueblo rionegrino, equivocadamente aludido como de otro territorio. Decía: "Chubut. Ñorquinco, julio 5. Fueron presos y remitidos a Rawson los autores del crimen de Cholila, por el inspector de policía conjuntamente con el comisario Cejas a cuyo servicio estaban los delincuentes, formando todos el personal de Cholila". La crónica no daba cuenta de quiénes integraban la patrulla que apresó a los asesinos, y si con ellos iba el comisario Cejas, responsable del plan criminal, o hubo que esposarlo en su propia comisaría de Cholila.

" Condena con proa a Ushuaia. Pero "es cierto que el comisario Cejas y los agentes Batilana y Ayala fueron juzgados, condenados y enviados al presidio de Ushuaia..." anotó el periodista Luis Feldman Josin en su breve biografía de Calderón. El apresamiento, juicio y condena de los policías de Cholila no trajo paz a ese lugar considerado escondite de bandidos. La misma nota periodística que anunció el apresamiento agregó un rumor: "Dicen que se manda de subcomisario a ese punto (por Cholila) al acusado como autor de la muerte de Carlos Shempel, traído por el gobernador Lezama en la última visita que hizo, lo que causa no muy grata impresión dado los antecedentes. Creíase que aquel era pensionista de la cárcel de Rawson y procesado ante el juez letrado, y resulta designado subcomisario de un pueblo situado a dos pasos de la tumba de su víctima".

" Las andanzas de un comisario. No fue fácil 30 años atrás determinar que quién capturó a los policías criminales de Cholila fue el policía Guillermo Landalde. Hay que llegar al 24 de mayo de 1912, cuando el jefe de la Policía Fronteriza de Río Negro, Adrián del Busto, se entrevistó en Buenos Aires con el Director de Territorios Nacionales, Dr. Isidoro Ruiz Moreno para reorganizar su escuálido escuadrón. Según el Río Negro del 1º/06/1912, Del Busto propuso al policía Landalde para reclutar gendarmes en San Luis y Mendoza a fin de vigorizar sus huestes. La búsqueda documental de la Fronteriza determinó -casualmente- que el propuesto fue quien apresó a los criminales policías de Cholila cuatro años antes. (Continuará)

FRANCISCO N. JUÁREZ

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