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"Nadie se acuerda de Maxi ni de la chica del Yectafer" | ||
Ángela Peralta cuenta cómo cambió su vida en el preciso instante en que le inyectaron Yectafer Hierro 5% de un lote cuyo uso estaba específicamente prohibido, estando ella embarazada. | ||
CIPOLLETTI (AC). "Cuando recién pasó esto dije: 'van a pasar dos años y nadie se va a acordar de quién es Maxi Peralta ni de la chica del Yectafer'. Dicho y hecho. Ya pasaron casi tres años y nadie se acuerda". La que habla es Angela Peralta, la joven de Cinco Saltos que estaba embarazada de seis meses cuando el 14 de mayo de 2005 le aplicaron una dosis de hierro adulterado en el hospital de su ciudad. Por ese inyectable, casi pierde su vida y la de su bebé que estaba en la semana 26º de gestación. Angela, que ahora tiene 25 años, estuvo al borde de un trasplante hepático, en terapia intensiva. Y su pequeño Maxi debió luchar durante cuatro meses para salir del Hospital Italiano de Buenos Aires. Es que nació con apenas 1.300 kg, un prematuro extremo. En los primeros tiempos "todos estaban pendientes", recuerda la joven mamá. El gobierno de Río Negro le prometió "de todo" cuando aún estaba internada en Buenos Aires: "vas a tener tu casa, no vas a sufrir necesidades, no te van a faltar medicamentos, vas a tener un subsidio, mutual, a Maxi no le va a faltar nada", asegura que le dijeron.
Otra vida, para siempre
Cuando regresó a la zona, después de aquella odisea, la provincia le alquiló un salón transformado en departamento, en Cipolletti. "Me dijeron que era algo provisorio, por unos días", menciona. Pero aún está allí, con Maxi, su otro hijo de siete años y los fines de semana se suma su otra nena, que tiene 10 y vive con el papá. El subsidio "es en realidad una beca de 980 pesos", no tiene obra social y siente que está "rogando" cada vez que pide ayuda para realizar los controles de Maxi en Buenos Aires. Los pasajes que antes le pagaban en avión, el mes pasado cambiaron de transporte, en micro. "El nene no puede estar tantas horas en un viaje así", reclama. Tampoco el hotel era el mismo y por eso tuvo que costearse la estadía con los fondos que le pagan mensualmente, contó. "No me busqué esto. Era sana. Mi hijo estaba creciendo bien, normal", expresa Angela. Dice que por los problemas respiratorios que le quedaron a Maximiliano ella no puede trabajar en invierno. Está pendiente todo el tiempo de él porque teme por los ataques de asma. Tampoco puede enviarlo a un jardín de infantes porque tiene bajas las defensas y es alérgico. -¿Qué pensaste cuando todos los imputados por tu caso fueron sobreseídos? -le preguntó "Río Negro". -"Mucha bronca. Me pareció injusto. El enfermero (el último desvinculado) tenía su parte de responsabilidad pero no era el único. Estaba la directora, la farmacéutica... Me da bronca porque no hubo justicia" -respondió. No se presentó como querellante porque dijo que sólo le preocupaba atender a su bebé y a sus otros dos hijos. Se desentendió por completo de la investigación. Pero cuando la causa penal empezó a desvanecerse, alguien la asesoró para que no perdiera la otra instancia para reclamar: el fuero civil. Con el patrocinio de un equipo de abogados, el año pasado entabló una demanda por "daños y perjuicios" en contra de la provincia (ver aparte). "No me gusta tener que hacer esto. Creí que después de todo lo que pasamos la provincia me iba a dar una solución; me lo habían prometido", recalcó. Dijo que hace un tiempo le ofrecieron una casa de un plan de viviendas pero estaba cerca de chacras y con calle de tierra, un lugar donde Maxi no puede estar "porque viviría enfermo". "Ni mi vida ni la de mis hijos es la misma. Antes del Yectafer llevaba a los nenes a la plaza, paseábamos los domingos. Ahora vivo encerrada y Maxi sigue con problemas respiratorios y del habla. Alguna vez dije: si una mujer pudiera llorar lágrimas de sangre, yo seguramente las habría llorado". | ||
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